Por Daniel Rodríguez Peña*
El día miércoles 6 de enero de 2020 la prensa nacional en Bolivia dio amplia cobertura a una escena de fanatismo inspirada en la Europa medieval, consistente en un pequeño grupo de personas quemando barbijos (mascarillas o tapabocas) como acto de negación de la pandemia que vivimos. “-El COVID no existe”, era la proclama de esta iniciativa autoconvocada por supuestos y muy mal llamados humanistas. La escena se concreta en la ciudad de Quillacollo, centro de peregrinación religiosa por la deidad de la virgen de Urukupiña dentro del departamento de Cochabamba.
Como humanista y estudioso de la enseñanza de Silo, cuyo natalicio también se recuerda ayer, 6 de enero, me cabe aclarar que tanto humanismo histórico del Renacimiento, como el nuevo humanismo de Silo, guardan una prudente distancia con respecto a la ignorancia, la intolerancia y el fanatismo, por tanto, el acto de quemar barbijos como negación de la existencia de la pandemia del COVID-19 no puede entenderse solamente como improvisación y desesperación por la carga de más de 9 meses de pandemia, por lo menos en Bolivia, sino que es un mal ejemplo que valida a la frágil conciencia en fuga, de la realidad, por motivo de acumulación de factores que hoy por hoy hacen a una crisis generalizada en continua expansión. Crisis en medio de la cual, por falta de guía y orientación, bien afloran las intolerancias y la violencia. El primer paso, en todo caso, es aceptarlo.
Tanto las pestes como las epidemias guardan relaciones cíclicas en cuanto a su aparición y propagación con respecto al mismo desarrollo y expansión de pueblos y civilizaciones. No es de extrañar se haya arribado, entre otras posibilidades más funestas, a una pandemia global, tal cual vivimos en un mundo globalizado, totalmente conectado por las tecnologías y las telecomunicaciones que nos ponen de cara a un nuevo escenario al que debemos aprender a adaptarnos asumiendo nuevos estilos de vida, y por ende, nuevos modos de producción y organización. Esta pandemia coexiste entre otras pestes existentes y persistentes en mayor o menor medida, entre otros, como el dengue, el nuevo arenavirus, el sarampión que resurge en nuestra región latinoamericana, y el H1N1 que había amenazado con ser la primera pandemia global hace ya doce años atrás. Este accidente lo sorteamos aún ante la amenaza de las guerras, del desastre nuclear y del desastre natural, de los cuales aún no estamos exentos, tanto por el modo de producción consumista que no respeta la vida humana, ni el medio ambiente, que conlleva a la negligencia en cuanto a falta de previsión de desastres naturales y su efectos sobre nuestras poblaciones, último que nos recuerda la trágica y reciente granizada de hace apenas tres días atrás en la ciudad de Sucre y la triste devastación de la Chiquitania y la Amazonía por parte del fuego de la expansión de la frontera agrícola, quedando abierta la inquietud sobre el gasto militar y el rol de las fuerzas armadas.
Volviendo al tema, en esta pandemia debemos ser prudentes y seguir las orientaciones de los médicos y personal de salud, el uso del barbijo o mascarilla, es cuanto mínimo lo más seguro y accesible para todos, mientras aún se desarrollan y distribuyen las diferentes vacunas elaboradas en tiempo récord y con nuevas tecnologías que arrastran dudas y cuestionamientos razonables con respecto a sus efectos secundarios, deben ser siempre opcionales y no obligatorias, quedando siempre en nuestras manos el no perjudicar a otros, cuánto mínimo, prevenir contagios y la expansión de la pandemia, eso es lo que nos representa el uso del barbijo.
Los responsables del mal ejemplo de la quema de barbijos, mal llamados humanistas, no guardan ninguna relación con los Centros de Estudios Humanistas, del que formamos parte, ni tampoco con ninguno de los otros cuatro organismos desprendidos del sucedido Movimiento Humanista, como lo son: La Comunidad para el Desarrollo Humano, Convergencia de las Culturas, Mundo Sin Guerras y el Partido Humanista Internacional; así como tampoco participan de ninguno de los Parques de Estudio y Reflexión del Mensaje de Silo. El acto irresponsable aumenta la confusión en esta crisis reinante sobre la cual solamente se puede superar mediante un nuevo estilo de vida tanto a nivel personal y social, que parte identificando a la violencia en sus diferentes formas: física, psicológica, moral, religiosa, racial, económica e interna. Identificando a la violencia en definitiva como una forma que entorpece el verdadero funcionamiento de la conciencia personal y social; sería el caso de una profunda compresión, tal cual lo orienta el relincho del caballo de la necesidad en la Arenga de la Curación del Sufrimiento de Silo, de 1969, por la cual se podría profundizar para elevar el corazón, el espíritu y el cuerpo.
Con el accidente del COVID 19, el mundo se ha paralizado y estamos en un shock que bien podemos orientar hacia la superación de la crisis total que nos afecta, el primer paso es aceptarlo.
*Centro de Estudios Humanistas Silo, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia.