Tras meses de espera, el tren de alta velocidad de la vacunación sale por fin de la estación y, con suerte, pronto habrá sitio a bordo para todos. Es quizás la primera vez en la historia que sin exclusión los seres humanos de nuestro planeta se enfrentan al mismo fenómeno simultáneamente. La escala mundial de esta pandemia ha rediseñado las fronteras y está poniendo a prueba a nuestra sociedad en sus cimientos. Ha puesto de manifiesto la eficacia de la comunidad científica, que, dadas unas sencillas pautas, en menos de un año ha ideado múltiples vacunas en distintos continentes. En el extremo opuesto, estamos asistiendo al colapso de la esfera política, donde no ha habido casi coordinación internacional, un apoyo insuficiente a la comunidad médica y un nivel desastroso de falta de comunicación en relación con el virus y la aplicación de la vacuna. Peor aún son las corporaciones, que básicamente están sentadas fuera de la pandemia, esperando robar todo lo que pueden mientras que al mismo tiempo concentran aún más su poder, como buitres dándose un festín con presas debilitadas.
Aquí estamos frente a esta peculiar situación, en un proceso de vacunación que, día a día, gana impulso y una campaña mediática que promete que pronto vamos a «volver a la normalidad». (En su primer gran discurso, el presidente Biden se jactó de que «Estados Unidos podría volver a una especie de normalidad para el 4 de julio»). Esto es una locura: nadie quiere volver a la normalidad, cuando la «normalidad» significaba violencia contra las mujeres, familias viviendo en la pobreza, trabajos sin sentido, aire y agua contaminados, escuelas segregadas, religiones racistas, presupuestos militares inmorales y políticos corruptos. Esta «normalidad» está bloqueando el proceso evolutivo de la humanidad e impidiendo superar el dolor y el sufrimiento, y está socavando la construcción de una nación humana universal diversa y no violenta. He aquí algunos sinónimos de normal: usual, estándar, típico, común, ordinario, convencional, habitual, esperado, aburrido, mecánico. Les pregunto, ¿quién quiere vivir en una sociedad normal?
La gente no ha soportado esta pandemia ni ha pasado por tantos problemas en vano. Todo el mundo es consciente de que las cosas tienen que cambiar en todas partes. Es el momento de humanizar la Tierra, una oportunidad para captar una nueva perspectiva de la vida y forjar una nueva imagen de nuestro futuro colectivo. Hay que humanizar la relación entre culturas, hay que humanizar las empresas y los sistemas económicos, hay que humanizar la participación social y la representación política, hay que humanizar nuestra relación con la naturaleza y nuestro planeta. Hay que humanizar el sentido de nuestras vidas.
Como hemos visto con la pandemia, y antes con el cambio climático, el mundo es uno y está interconectado. Ahora, la gente necesita sentirse de ese modo: como una e interconectada. Nuestra fuerza es la universalidad; todo tiene que ser para todos. No podemos vacunar a algunos y a otros no. No podemos tener a unos trabajando por el cambio climático y a otros contaminando como locos. No podemos tener a unas naciones con alimentos bombardeando a otras con comunidades hambrientas. No podemos tener unos países con armas nucleares y otros intimidados como niños en un patio de recreo. No podemos tener unas familias que tienen varias viviendas mientras otras viven en la calle. No podemos tener unos niños con ordenadores portátiles y conexión wifi y mientras otros no tienen ni siquiera un almuerzo. Se acabó el tratar de buscar una solución fragmentaria, dando un poco a unos y no a otros. No podemos seguir dejando que el Sistema juegue su política de «poder de división». «Divide ut regnes» (divide para reinar) era una práctica romana que consistía en reubicar a los grupos con rencores de larga data muy cerca unos de otros para que sus constantes peleas les impidieran colaborar en derrocar el poder romano. Sigue siendo la táctica de gobierno predominante hoy en día, y debemos estar atentos para evitar que se utilice contra nosotros.
Somos los trabajadores de primera línea del futuro de la humanidad, luchando contra la apatía y el nihilismo, esforzándonos por la diversidad convergente, organizándonos contra la injusticia a través de la no violencia activa y promoviendo la igualdad de derechos y oportunidades para todos los seres humanos. Necesitaremos la energía, las ideas y el esfuerzo de todos si queremos aprovechar esta oportunidad y, ojalá, por fin, no volvamos a la normalidad.