Una de mis lectoras, cuyo parecer siempre he valorado, me escribe para reprocharme por haberme puesto muy negativo en mis columnas. Debo reconocer que soy de los periodistas que no muestran complacencia con el país actual y sentimos la obligación moral de enfatizar en lo que nos parece inaceptable, a riesgo de soslayar muchos aspectos de la vida que, sin duda, pueden ser positivos u optimistas. Nos diferenciamos de esa prensa frívola, cómplice y servil que hasta en los momentos más trágicos de nuestra historia permanecen en la farándula, hacen gala de su banalidad ignorancia e insensibilidad social. Felizmente en estos últimos meses apreciamos a un puñado de colegas de la televisión que vienen reaccionando frente a lo que ocurre y han salido a defender posiciones, a fustigar a las autoridades y, sobre todo, a conmoverse con el drama que aflige al pueblo. Y esto, por supuesto, si es beneficioso.
Porque ciertamente, cómo se puede ser positivo ante el espectáculo cotidiano de centenares o miles de chilenos que rompen la cuarentena que recluye casi al ochenta por ciento de nuestra población en sus casas y le impide salir a trabajar y conseguir algún sustento para la familia. Hombres, mujeres y hasta niños que son detenidos brutalmente, esposados y puestos ante los jueces y fiscales como “delincuentes” si escapan a la norma, según el propio reporte de los policías y, lo peor, las notas de los llamados reporteros que difunden muy complacidos las siniestras imágenes de estas violentas operaciones. Prenda usted la televisión a cualquier hora y podrá comprobar cómo, a juicio de los uniformados y los medios de comunicación, Chile se ha convertido en un país de “maleantes” según los agentes “del orden” y los periodistas de mayor exhibición pública.
Me pregunto dónde se habrán formado estos ignorantes y mal hablados comunicadores, cuando en el pasado nuestras escuelas nos enseñaban que hasta los verdaderos delincuentes merecen ser respetados en su dignidad y jamás ser tildados como tal mientras la justicia no los condenara. Pero estos arrogantes con micrófono parece que nunca oyeron escuchar de la “presunción de inocencia”, por lo que sus notas son un asco y un verdadero acicate, ciertamente, a nuestra negatividad. Otra violación flagrante y cotidiana a los Derechos Humanos.
Cómo no estar abatido frente a la cada vez más violenta y descomedida actitud de los carabineros cuando acometen contra la población civil, por la forma en que detienen a los más jóvenes y pobres ejerciendo un autoritarismo que en nada ya se diferencia a la ejercían los agentes de Pinochet. Cómo no indignarse frente a la realidad de que son justamente policías y militares los únicos que tienen sus puestos y remuneraciones seguros en un país que ya suma más de dos millones de nuevos cesantes y una enorme cantidad de chilenos restringidos en sus ingresos. Y así todo no tienen conmiseración con los que sufren, pasan hambre, pierden sus hogares y tienen que arrimarse a las ollas comunes simplemente para subsistir.
¿Cómo podríamos ser positivos frente a la noticia de que la llamada “inmunidad de rebaño” está muy lejos ahora de alcanzarse en Chile, luego de que se nos dijo que podría alcanzarse en abril o mayo y resulta que en este momento sumamos el mayor número de infectados y muertos por el COVID? Pese a todo lo que se ufanaron las autoridades respecto de que Chile estaba a la vanguardia respecto de las campañas de vacunación y otras medidas.
Es cierto que millones de trabajadores tienen la esperanza de que un tercer retiro de sus pensiones pueda de nuevo venir en auxilio de su angustiosa existencia, aunque ya hay dos millones que se quedaron sin sus ahorros previsionales. ¿Quién podría mostrarse satisfecho frente a este nuevo garrotazo a sus fondos de jubilación? Es decir frente al escándalo que significa que la principal forma de encarar la pandemia sea recurriendo a los ahorros, evitando tocar las millonarias arcas fiscales y los multimillonarios fondos soberanos del país. No es para ponerse iracundo que lo anterior sea consentido por toda la clase política en el Parlamento, sabiendo que lo que hoy se le quita a los fondos previsionales se les está arrebatando a las futuras pensiones de por sí miserables y vergonzosas.
¿No es para quedar aletargado, pesimista y negativo que en un año de pandemia el poderoso círculo de multimillonarios chilenos, que incluye a Piñera, no haya mostrado la más mínima disposición a desprenderse por una sola vez de un seis o siete por ciento de su extrema riqueza para salir al auxilio de sus compatriotas? Cuando, por ejemplo, en el año de la peor crisis sanitaria solo uno de ellos, el ex yerno de Pinochet, incrementó su fortuna en 2400 millones de dólares.
Finalmente, cómo podríamos estar optimistas respecto de la política y las próximas elecciones cuando todo el mundo puede comprobar la batahola que existe en los partidos, la encarnizada y fratricida lucha por retener o alcanzar los altos cargos. La falta de la más mínima unidad siquiera en las expresiones de izquierda o vanguardistas, lo que hace a la derecha expresar aires de victoria en cuanto a mantenerse en La Moneda, pese al desprestigio de su actual mandatario. Cuando apreciamos la desmedida y grotesca multiplicación de candidatos presidenciales (más de 10 solo en la Oposición), o la enorme cantidad de postulantes a alcaldes, concejales, gobernadores y constituyentes que van a resultar derrotados en los próximos comicios y ya no van a tener motivo alguno para seguir tan optimistas o positivos respecto de los resultados. En un país donde ingresar a la política y a la administración del estado se ha convertido en una de las más seguras oportunidades de negocios. Oportunidad magnífica para enrolarse en las redes del narcotráfico y delinquir como lo ha hecho un edil recién formalizado la semana pasada.