Por Paolo D’Aprile, Guilherme Maia e Rodrigo Cosenza
Enormes manifestaciones populares sacuden el país. Las revelaciones de la Comisión Parlamentaria, que investiga la gestión de la pandemia y las razones por las que murieron 550.000 personas, mostraron una historia de terror, con hombres de estado, ministros y generales de alto mando practicando a sabiendas, bajo la dirección estratégica de la presidencia de la República, un boicot sistemático de medidas para prevenir e incluso ayudar a las comunidades más afectadas. La gente dice que si están saliendo a las calles durante la pandemia, significa que el gobierno es más peligroso que el virus. Tal vez sea verdad. El caso es que el virus ha encontrado a sus mayores aliados en el gobierno, en sus hombres más eminentes, especialmente en la figura del presidente de la República, Jair Bolsonaro.
“Ele não!” Este fue el grito de las mujeres brasileras poco antes de las elecciones de 2018. Expresaban su repudio a un candidato que, además de representar los intereses de las oligarquías de siempre, despreciaba a las minorías, insultaba a las propias mujeres y elogiaba la práctica de la tortura. “Ele não!, Ele não!”, se convirtió en el grito común que hoy sacude el Brasil.
Guilherme Maia y Rodrigo Cosenza, músicos, compositores y agitadores culturales de la ciudad de Teresópolis, sintieron el deber cívico de escribir una canción para alentar la (re)existencia con toda la fuerza, el orgullo y la tenacidad posibles. Una invitación a reaccionar y actuar a través del arte: “Vamos a despertar para vivir un nuevo día y conquistar nuestra libertad. Vamos a cuidar nuestro futuro para seguir adelante. Este virus del odio no me afectará. Esta propaganda no me va a cegar. Caminaré sobre las aguas, iluminado por el sol de la libertad para recuperar la voz de nuestra nación. Ele não!, Ele não!”
Estamos en una época de revelaciones, de exposición de dolores arraigados en nuestro pensar y hacer colectivos. Esto en relación a los innumerables prejuicios y prácticas de violencia directa y simbólica practicadas por los arcaicos dueños del poder en Brasil, por la clase dominante de nuestro país.
¿Brasil era un país donde no había racismo? Se comprobó que no. ¿Brasil tenía una cordialidad indeleble que compensaba las desigualdades y la concentración de recursos? También quedó a la vista de todos que eso es una tontería que más bien servía para evitar reclamos y manifestaciones de la población frente a la explotación a que está sometida.
El hecho de que no hubiera ruptura estratégica con los grupos de poder que estructuraron la dictadura militar –así sea por las condiciones o posibilidades que brindaba la época–, permitió que el huevo de la serpiente se abriera libremente en todo el país durante dos décadas, en la llamada “Nueva República”.
En la historia del Brasil siempre fue importante la resistencia cultural, una verdadera trinchera formada por artistas e intelectuales orgánicos de las generaciones pasadas, de combate a través de la estética y la lírica, siendo la forma de criticar y señalar perspectivas de una convivencia más libre y justa, superadora de una realidad de pobreza y explotación, pero también capaz de promover la movilización frente a la coyuntura extremadamente desfavorable que se presentaba.
Las fuerzas progresistas y las reaccionaras siempre lucharon por las reglas a establecer, y a veces se vislumbraron avances (siempre con gran costo y con reacciones rápidas y dispuestas a cobrar el precio) como la creación e instalación del Sistema Único de Salud (SUS), que tuvo el protagonismo de los comunistas brasileros. Recordamos la formación del Estatuto de las Ciudades o del Sistema Único de Asistencia Social (SUAS), todos ellos grandes avances en nuestra posibilidad de colectividad ciudadana, pero siempre bombardeados con restricciones presupuestarias y propagandas ideológicas de descrédito, buscando su privatización total. Ahí está la lucha, donde siempre estuvo.
Somos víctimas de un proyecto de dominación que pasa por el adormecimiento de la conciencia colectiva y la manipulación de la movilización, que enturbió el sentimiento de pertenencia a una nación en un chauvinismo que culmina en el ascenso de un fascista con colores auriverdes. Patriotismo falso, ya que lo que en realidad tenemos es el desmantelamiento del Estado y de los bienes y servicios públicos. Así vemos la imposibilidad de formar una identidad nacional real y abierta o incluso una globalización participativa entre culturas. ¡Lo que tenemos es el desmantelamiento incluso de la cultura popular en sus sentimientos más arraigados!
La clase dominante brasilera, que fomenta el actual estado de cosas, es depredadora e impone y usufructa una obscena concentración de renta y riqueza, siempre nostálgica de la Vieja República, tal vez de la esclavitud de la época del Imperio. Para garantizar su poder, esta élite lleva a cabo el actual proyecto autoritario.
La falsificación de los sentidos, como una máquina de alienación masiva, plantea esta desorientación como acto político y eso es una producción cultural, aunque sea por parte del DarkSide. Es, sí, una producción cultural, porque pone cabeza abajo la comprensión de producciones de realidades estéticas, tanto sea la retórica, como la diagramación de memes y demás. Es una anticultura, un anti arte. Es el pensamiento de quien domina las condiciones materiales y políticas haciéndose hegemónico en el arte, en la cultura, en las diversas formas de expresión.
Por eso la organización antifascista y democrática necesita producir cultura y manifestar la belleza de la creación artística con las reivindicaciones políticas de libertad, diversidad y superación de la explotación. Desde el arte más sencillo hasta las elaboraciones más sofisticadas, es necesario orientarse a la emancipación humana. Seguir y avanzar en el camino de gente como Carybé, Portinari, Jorge Amado, Chico Science, Gonzaguinha y tantos otros.
Aquí hicimos nosotros nuestra pequeña contribución. Compusimos la canción “Ele não” para marcar el tiempo en que vivimos, ¡porque tenemos que producir y participar en nuestro tiempo, para ser plenos en nuestras vidas!
«Vamos a despertar y vivir un nuevo día,
a conquistar nuestra libertad.»
Canta la canción antes del clímax.
Ya sabemos que «Ele não». Ahora nos queda cantar, dibujar y escenificarlo para dejar nuestra huella en nuestro tiempo, o incluso combatir con las mismas armas la producción de alienación masiva por la propaganda ideológica del neofascismo. ¡La libertad y la fraternidad de una humanidad emancipada es nuestro impulso!