La política es el ámbito en que se desarrolla la socialización del ser humano. Trata de los asuntos de la vida en comunidad. La palabra política viene del griego “polis” (ciudad) y por tanto trata de las relaciones humanas circunscritas a un espacio físico o territorio.
Esas relaciones, es decir la política, está dañada porque hemos dejado de respetar y cuidar la casa común. Hemos dejado atrás el valor de vivir en nuestra comunidad llamada Chile y ya no sabemos ni conocemos lo que es Chile. Se me viene a la memoria una frase atribuida a Leonardo Da Vinci que dice: “No se puede amar lo que no se conoce ni defender lo que no se ama”.
¿Qué es Chile? Chile es mucho más que un territorio ubicado al sur del mundo que se extiende entre el desierto por el norte y los hielos patagónicos por el sur y se alarga entre la cordillera de los andes y el océano pacífico. Es mucho más que su población de dieciocho millones de los cuales uno de cada diez no nació en esta tierra. Es mucho más que una suma de culturas, pueblos o naciones. Es más que un modelo político, económico o social.
Chile es mucho más que su bandera, su escudo o su himno nacional, incluso, mucho más que sus instituciones o su sistema político.
Chile es una promesa que muchos creyeron cumplida al retornar a la democracia después de la dictadura, por el crecimiento económico de los últimos treinta años, por la institucionalidad ambiental y por la ampliación de la cobertura de enseñanza, sobre todo la universitaria y por el aumento de la expectativa de vida y disminución de la desnutrición y la mortalidad infantil. Como país nos contamos “el cuento” que Chile no era un país corrupto que estaba libre del narcotráfico. Y si alguna persona o grupo se quedaba atrás o era perjudicado, como por ejemplo las zonas de sacrificio ambiental, era el “pequeño costo colateral” que se debía asumir. Lamentablemente fuimos obnubilados al ser admirados y señalados como ejemplo por referentes de la economía mundial.
La promesa de Chile se basa en valores como la libertad, la democracia y el respeto a la dignidad de la persona humana y de la naturaleza enmarcado en el respeto al Estado de Derecho que proteja a toda la ciudadanía por igual incluyendo su entorno sin distinción de ninguna especie.
Estos valores comunes se fueron quedando atrás y pasando al olvido. Fueron abandonados por el sistema educacional que continúa privilegiando el rendimiento en pruebas estandarizadas en vez de priorizar la formación integral de sus estudiantes. Nuestra experiencia en Fundación Semilla nos reafirma que para crecer como persona y consolidar una comunidad se la debe conocer ya que solo así se la puede amar y defender.
Hoy la Convención Constituyente está abocada a reconstruir los cimientos de la casa común y de sentar las bases para que la promesa de Chile se haga realidad. Es deber de la ciudadanía acompañar este proceso esforzándonos todos en poner foco en lo esencial: los valores. Solo así será posible avanzar en el cumplimiento de la promesa de Chile.