Hoy, a propósito del proceso constituyente que se está desarrollando en nuestro país, se me viene a la memoria la frase del filósofo e ideólogo Antonio Gramsci quien escribió que “el viejo mundo se muere; el nuevo tarda en aparecer, y en ese claro oscuro surgen los monstruos”. Monstruos que no conocemos, que atraen y asustan andan de paseo por Chile.
Monstruo hace referencia a lo que surge contra la regla o lo natural, también a criaturas prodigiosas o sobrenaturales como por ejemplo demonios o genios. Monstruos son enviados de los dioses. Surgen de lo desconocido y de lo incomprensible para las personas y es por ello que con las limitaciones que tenemos como seres humanos estamos viendo monstruos en cada rincón y a la vuelta de cada esquina.
La próxima semana se cumplen dos años desde el estallido social y las multitudinarias manifestaciones en las principales ciudades del país que derivaron en la firma del Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución del 15 de noviembre de 2019. El mundo político estableció las líneas gruesas de un camino institucional y nunca imaginó que no tendría el control del proceso.
¿Quién hubiera pensado que la Comisión Constituyente iba a ser paritaria y con escaños reservados para pueblos originarios o que los independientes se convertirían en una fuerza que opacaría a los militantes de partidos políticos o que su presidenta sería una mujer mapuche cuyas primeras palabras fueran en mapudungun y no en español?
El viejo orden se muere y el nuevo no termina de nacer. En este camino es imprescindible ser fiel al valor de la democracia. El proceso democrático que estamos llevando a cabo ha sido ejemplar con una participación amplia en diversidad política, étnica, social y cultural.
La confusión y el dolor que produce lo desconocido es propio del cambio. El nuevo orden no será igual al que estamos dejando atrás, porque el nuevo será más amplio e inclusivo. Los hombres tendremos mucho que aprender y ceder, sobre todo quienes somos santiaguinos y parte de una oligarquía endogámica.
Lamentablemente el sistema educacional no nos educa para enfrentar el cambio ni las incertidumbres del futuro. No desarrollamos pensamiento crítico y buscamos afanosamente entrar en una zona de confort. El sistema recompensa el orden establecido y castiga la curiosidad y la innovación. Por ello no es de extrañar el miedo que está provocando el proceso constituyente más aún cuando algunos medios de comunicación y las redes sociales exacerban los temores.
Nuestro nuevo orden será más inclusivo porque, como dice el economista y cientista político británico, autor del libro ¿Por qué fracasan los países? “Lo relevante aquí es que millones de personas en Chile han sido marginadas por oportunidades, y eso está cambiando”.
No debemos tenerle miedo a las y los monstruos que andan de paseo por Chile. Invitémosles a conversar, compartir y danzar porque solo así tendremos un mejor país.