Las vidas de más de un millón de personas están en peligro por el hambre en Madagascar, consecuencia principalmente de las sequías originadas o agravadas por el cambio climático, advirtieron este miércoles 27, por separado, el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y Amnistía Internacional (AI).
Madagascar “está en primera línea de la crisis climática. Para un millón de personas, significa una sequía de proporciones catastróficas y violaciones de su derecho a la vida, a la salud, a la alimentación y al agua. Podría significar la muerte”, dijo en esta capital Agnès Callamard, secretaria general de AI.
“Las familias han estado viviendo de frutos rojos, de cactus, hojas silvestres y langostas durante meses. Esto es suficiente para hacer llorar al trabajador humanitario más aguerrido. No podemos dar la espalda a las personas que viven aquí”, dijo por su parte David Beasley, director ejecutivo del PMA.
Madagascar, isla africana en el océano Índico, de 587 000 kilómetros cuadrados, 27 millones de habitantes y cuya principal actividad económica es la agricultura, sufre una severa sequía en sus áreas del sur desde hace un año, que ha acabado con rebaños enteros y amenaza seriamente la vida de muchas comunidades.
La comunidad internacional “debe ofrecer de inmediato más ayuda humanitaria y financiación a la población malgache (gentilicio de los habitantes e la isla) afectada por la sequía, para compensar los daños y pérdidas sufridos”, dijo Callamard.
“Los países que más han contribuido al cambio climático y aquellos que disponen de más recursos deben asimismo ofrecer apoyo económico y técnico adicional a la población de Madagascar para que pueda asimilar mejor los efectos del cambio climático, como sequías cada vez más agudas y prolongadas”, agregó.
Recordó que según el PMA y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), desde mayo 1,14 millones de personas enfrentan altos niveles de inseguridad alimentaria en el sur del país y 14 000 estaban en situación de catástrofe, el grado más alto de inseguridad en una escala de cinco.
AI recogió testimonios, como el de Votsora, un agricultor que contó que en marzo en su pueblo murieron 10 personas por hambre, y una familia perdió a cinco de sus miembros, por hambre, en un solo día.
Una mujer dijo que sus hijos “sufrieron mucho por hambre. Dos murieron, no comemos casi nada”.
Otro hombre afirmó que había perdido a dos hijos de corta edad: “Uno tenía un año y dos meses, y el otro tenía ocho meses. Murieron hace un año, porque no teníamos nada qué comer”.
El PMA señaló que la desnutrición aguda entre niños con menos de cinco años en Madagascar se ha duplicado en los últimos cuatros meses, hasta 16,5 por ciento.
AI insistió en que la sequía representa una amenaza inminente para el derecho a la vida -y otros, como el derecho a la salud, al agua, al saneamiento y a la alimentación-de la población del sur de Madagascar.
La crisis afecta de manera desproporcionada a las mujeres y las familias sostenidas por mujeres, que a menudo dependen de la agricultura para ganarse la vida. Ante el grave trastorno que supone esta crisis en sus vidas, muchas personas no ven otra salida que emigrar a otras zonas en busca de comida.
Callamar dirigió sus dardos de su organización hacia la 26 Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, a realizarse en noviembre en Glasgow, Reino Unido, y dijo que hechos como los de Madagascar “son una advertencia a los dirigentes mundiales para que dejen de remolonear ante la crisis climática”.
El PMA, que trabaja en coordinación con el gobierno malgache, estimó que para hacer frente a la hambruna en el sur necesita 78,6 millones de dólares para brindar alimentos de emergencia y, según dijo Beasley, “evitar ante nuestros ojos el desarrollo de una tragedia prevenible».