Cuando una nueva generación se hace cargo del proceso de un país, cuando resuelve entrar en política pese a la enorme crisis institucional, cuando crea para ello sus propios partidos como herramientas nuevas que ya no responden a las ideologías del siglo pasado y en sus orgánicas no separan a la rama femenina ni a la juvenil sino que establecen desde sus mismas estructuras la paridad de género y el pleno derecho de las nuevas generaciones a ser completamente incluidas, así como también el derecho que les asiste a de los pueblos originarios de vivir en lo plurinacional, cuando todo ello ocurre en medio de la tremenda crisis ambiental y estos jóvenes resuelven que todos los ámbitos deben ser considerados desde la perspectiva de salvar al planeta, estamos ante una nueva sensibilidad que merece respeto y admiración.
Sus convicciones se basan en el ejercicio pleno de los derechos humanos, de los derechos sociales garantizados por el Estado, de la redistribución de la riqueza y el combate a la corrupción. Reconocen al sistema neoliberal en profunda crisis y no quieren entregar más al mercado el rol que hasta ahora ha desempeñado. Hacen de la empatía y la compasión sus emociones orientadoras y levantan la esperanza aún en las situaciones más adversas.
Porque hay que tener mucho coraje para disputar el poder en medio de esta crisis civilizatoria que ha sido evidenciada mundialmente por la pandemia y que golpea -como bien lo describe el Secretario General de Naciones Unidas, Sr. Guterres- a modo de cascada de crisis, todos los aspectos de la vida actual.
La generación que apenas se empina a los treinta y cinco años está mejor preparada que muchas de las anteriores, no sólo porque ha estudiado profusamente los temas que deberá enfrentar, sino especialmente porque sabe lo que no quiere. Como diría Ortega y Gasset, «un error es un puente al aprendizaje, la oportunidad de mejorar lo que en algún momento nos salió mal. A partir de nuestras equivocaciones se erigen el cambio y el crecimiento. Los errores son grandes maestros. Nos indican qué camino abandonar o qué estrategia mejorar» y el sistema actual ha dado muestras tan evidentes de sus fracasos y errores garrafales, que no queda otra posibilidad que aprender y enmendar.
Los jóvenes chilenos de hoy hacen brillar como nunca el principio de la superación, aman seguramente con mayor profundidad a sus predecesores, y admiran sus mejores obras que sienten se sintetizan en ellos.
Como señala el «Exhordio del Poder Joven» de H. van Doren: «El anciano y el niño están marginados de la lucha que se establece entre dos generaciones por el control del poder. La generación en el poder, impide que los jóvenes accedan a él, pero indefectiblemente sucede que los jóvenes irrumpen desplazando a los anteriores y manejando ahora los controles. Los desplazados no tienen entonces sino que marchar a su otoño. A su vez, los que estaban en edad de aprendizaje, se han ido desarrollando y comienzan su lucha con los nuevos detentadores. Las viejas generaciones van desapareciendo y nuevos niños irrumpen en el escenario vital. Esa es la mecánica inexorable de la historia.»
Con un electorado superior al que concurriera a la primera vuelta electoral, donde votaron solamente el 47,3% de quienes podían hacerlo, ahora se han cerrado las mesas con la concurrencia de más de 8 millones de electores, número superior de participación nunca antes logrado en Chile.
La opción de ultra derecha, representante del pensamiento autoritario, elitista, violento, depredador y machista, ha obtenido un 44,15% de los votos (escrutadas el 98,77% de las mesas de votación). Mientras que los jóvenes, con su tremenda energía positiva desplegada a lo largo de todo el territorio nacional han alcanzado esta vez a hacerse del poder con un significativo 55,85% de los votos, para buscar sortear de manera solidaria y con justicia social la crisis de magnitudes en la que estamos inmersos.
Este resultado instala a Gabriel Boric, nacido en la ciudad más austral del mundo y con sólo 35 años, en la Presidencia de la Nación a partir de los primeros días de marzo del 2022.
La celebración es política, pero también generacional. El futuro es de ellos y han tenido la osadía de adelantarlo.