El reconocimiento más contundente del fracaso electoral de la derecha lo ha hecho Nicolás Ibáñez Scott, en una columna publicada por El Mercurio. “Matar al Padre” tituló un texto en que llama a “una completa renovación”, que le permita a su sector ganar “los corazones y sentimientos del electorado”, tal como lo lograron los de Apruebo Dignidad. En buenas cuentas, lo que propone Ibáñez es la disolución definitiva de los cuatro partidos de la derecha, así como sus respectivos centros de pensamiento. Es preciso, señala, “liberarse de la tutela progenitora” de la misma forma en que lo hicieron los integrantes del Frente Amplio respecto de la Concertación.
Cómo no darle la razón a este columnista, aunque exagere un tanto en su análisis. Sin embargo, los hechos, lamentablemente, demuestran que varios de los concertacionistas de nuevo han logrado escalar posiciones dentro del nuevo gabinete ministerial, las subsecretarías y otros cargos públicos, lo que augura un cogobierno o una acción coligada de los triunfantes con sectores políticos que hasta hace poco repudiaban pero que todavía mantienen importantes cuotas de poder en el Parlamento.
El Presidente Electo naturalmente busca asegurar su gobernabilidad, con lo que varias de sus reformas más emblemáticas deberán pasar por el cedazo que le pondrán los socialistas, PPD y radicales incorporados a la nueva gestión. Además de las posibles restricciones que le imponga el nuevo ministro de Hacienda al programa comprometido en la campaña presidencial. Porque, más allá de sus innegables méritos profesionales, se reconoce el hecho de que Mario Marcel es un nombre que le cae en gracia especialmente al gran empresariado como a la propia derecha.
El columnista Ibáñez no debiera sentirse tan abatido si consideramos que incluso algunas iniciativas de la próxima gestión gubernamental tendrán que contar con los votos de los parlamentarios del Chile Vamos para convertirse en ley. La propia amnistía que se busca para los presos del Estallido Social de 2019 no podrá ser posible sin los votos de algunos diputados y senadores de la derecha como de la Democracia Cristiana, renuentes a darle la libertad a quienes saquearon locales comerciales, destruyeron estaciones del Metro, agredieron a carabineros y hasta quemaron algunas iglesias.
De esta manera, a la derrotada derecha le quedan muchas municiones, todavía, para defender sus intereses, que es en definitiva lo que los anima en la política, y lo dejaran tan de manifiesto con su briosa oposición a imponerle un tributo a los denominados “super ricos”. Consideremos, además, el poder de veto que tienen estos mismos sectores en la Convención Constituyente, donde se requieren dos tercios de los votos para aprobar cada una de las normas constitucionales que prosperen en unos meses más.
A todo lo anterior, debemos considerar la posibilidad que los sectores más ultristas de la Derecha vuelvan a golpear las puertas de los cuarteles militares como lo hicieron en 1973 para derrocar a Salvador Allende. Sorprendente, en este sentido, fue la enardecida carta de un ex oficial del Ejército, publicada también por El Mercurio, donde le exige al presidente Boric dejar sin efecto el nombramiento de una nieta del extinto Presidente en el Ministerio de Defensa. Considerando esta decisión del Presidente Electo como una franca provocación a las Fuerzas Armadas.
Por otro lado, ya hemos apreciado la indignación de varios actores políticos y sociales a la posibilidad de que el nuevo gobierno suspenda el estado de emergencia en la Araucanía y retire de allí a los miles de soldados enviados por Piñera para hacer frente a la insurrección mapuche. De producirse tal evacuación, nadie sabe a esta altura qué podrá suceder en una zona tan convulsionada por la violencia de quienes han anunciado en los últimos días extremar su lucha en pro de su autonomía y recuperación de sus tierras ancestrales arrebatadas con la anuencia del Estado y sus sucesivos gobernantes.
Ciertamente no sabemos todavía cómo el nuevo Gobierno podrá aquietar los ánimos en esta zona del país sin el auxilio de los uniformados, aunque consta que con su fuerte presencia allí solo se han encendido más los ánimos y, día a día seguimos lamentando nuevas muertes y más contundentes acciones de sabotaje en desmedro de las empresas forestales enseñoreadas en la Región. El reciente y grosero desafío público hecho por un general a los insurrectos claramente fue como echarle bencina al fuego a la crisis, pero también encarna la irritación que le causa al mundo militar los “devaneos” de la clase política, así como su deseo de repetir experiencias como la Pacificación de la Araucanía que en el siglo pasado causara tantos horrores que siguieron con la confiscación de tierras y la instalación del abuso empresarial en esta extendida franja de territorio. Ya sabemos que históricamente nuestros “valientes soldados” han ganado experticia en declararle la guerra a su propio pueblo y llegar a bombardear incluso nuestro palacio Presidencial. En la peor acción terrorista de toda nuestra historia.
Finalmente, lo que también debe considerar el nuevo gobierno es la frustración que empieza a provocarle a los sectores más radicales de la izquierda el anuncio de que las reformas se harán pausadas y algunas de ellas necesariamente con el consentimiento de la derecha y aquellos sobrevivientes de los gobiernos de la Concertación que, se ve, todavía gozan de buena salud.
Un malestar que podría de nuevo volcarse a las calles y radicarse en la propia Plaza Baquedano.