por Lina Merino y Agustina Medina
Cada 11 de febrero recordamos el “Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia” establecido por la Organización de las Naciones Unidas en diciembre de 2015. La fecha representa una oportunidad para replantearnos la situación actual de las mujeres, niñas y disidencias en el ámbito científico y tecnológico, y también para pensar la importancia de visibilizar los obstáculos que les impiden acceder y desarrollarse en este sector, promoviendo su participación plena y equitativa efectiva.
El sistema científico y tecnológico es un entorno que, como otros, no escapa a la reproducción del sistema capitalista y patriarcal, donde aun con un movimiento feminista que crece, tenemos un largo camino que recorrer en favor de la igualdad.
Nos interesa analizar el rol que ocupan las mujeres en un sector clave para el estado actual del desarrollo de las fuerzas productivas, en los sectores de mayor inversión en conocimiento como las carreras STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemática, por sus siglas e inglés). Cuando hablamos de “rol” no sólo nos referimos al tipo de cargo que ocupan, si no a la posibilidad o no de ocupar efectivamente puestos de mayor o menor jerarquía, de toma de decisiones y dirección u otros más secundarios.
También resulta central analizar el nivel de acceso a la participación política, entendida en toda su dimensión, es decir el grado de activismo y de organización en el que se nos permite desarrollar.
Recientemente, el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC) publicó un informe sobre la participación de la mujer en el ámbito de la ciencia, la investigación y la tecnología en Brasil, México y Argentina, donde se destaca que, en el sector muy pujante de la economía actual y futura, la situación es particularmente desigual en América Latina. En Argentina, menos del 25% del empleo en CyT es ocupado por mujeres.
Esto se debe a múltiples situaciones y repararlas requiere un abordaje integral en múltiples dimensiones.
Según un estudio realizado en base a la Encuesta Permanente de Hogares, la brecha entre varones y mujeres disminuye a medida que avanzamos en el nivel educativo. Por otro lado, en instituciones de alto nivel educativo, como las Universidades e instituciones científicas, la participación laboral de las mujeres es menor.
La manera en que la distribución desigual del grado de educación nos limita el grado de participación laboral, se traduce en la necesidad de contar con más mujeres con acceso a la Universidad para acortar las distancias laborales, pero también la necesidad de representación en cargos jerárquicos, una consigna que ya se ha escuchado muchas veces pero que sigue siendo meramente exclamativa. Parece que el techo es de cristal blindado.
Mientras algunas cosas parecen ir cambiando a un ritmo demasiado lento para estos tiempos, la vida ha dado saltos astronómicos gracias a la revolución tecnológica.
Atravesamos una etapa de digitalización de la vida, en la cual se profundiza el grado de concentración de la riqueza, principalmente en las gigantes tecnológicas, las llamadas “GAFAM” (Google, Apple, Facebook, Amazon y Microsoft), fusionadas al gran capital financiero transnacionalizado.
La inteligencia artificial, la robotización-automatización, el big data, la tecnología 5G, las impresoras 3D, son áreas del conocimiento que ocupan un lugar preponderante, siendo necesarias y transversales para la vida cotidiana, son parte hoy más que nunca de nuestra forma de relacionarnos, de producir y de consumir.
Pero este salto tecnológico estuvo acompañado por una apropiación concentrada de sus beneficios. Justamente aquellos sectores que mayor conocimiento se han apropiado, son los que logran imponer su plan y acumular las riquezas socialmente producidas. Son tiempos donde no sólo avanzan la ciencia y la tecnología, también la desigualdad crece con enorme y preocupante velocidad.
En este contexto, acelerado por dos años de pandemia, se profundizaron las desigualdades sociales en general y las de género en particular. Según una encuesta realizada a 295 economistas de 79 países, el 87% cree que la desigualdad de ingresos aumentará por la crisis del coronavirus mientras que el 67% consideran que es probable o muy probable que la desigualdad de género aumentará (OXFAM, 2021). Así, a nivel mundial las mujeres están sobrerrepresentadas en los sectores económicos más afectados por la pandemia (OIT, 2020).
El tiempo bisagra que estamos viviendo nos plantea la oportunidad de pensar el rol de la ciencia y la tecnología, además de la necesaria inserción de mujeres y diversidades en el sistema de producción conocimiento-intensivas. El mundo actual se desarrolla en pleno caos y las instituciones, que antiguamente contenían a la sociedad, hoy se han convertido en estructuras retrasadas incapaces de hacer frente al poder económico concentrado asentado en una compleja red global.
En un contexto de agudización de la privatización de los recursos y del conocimiento, ¿es posible pensar la innovación con justicia social? Si queremos avanzar hacia un desarrollo científico basado en la equidad y en la sustentabilidad, habrá que romper con estructuras e intereses. Para lograrlo, creemos que es tiempo de profundizar en la producción de conocimiento para el desarrollo soberano. Dejar agendas impuestas con la mirada “desde el norte” y hacer foco en las problemáticas internas.
Sabemos que históricamente, y cada vez más, la Ciencia y Técnica, ha sido capaz de alterar la realidad en la que vivimos, por lo que es una herramienta para construir una sociedad sin desigualdades. El rol de les científiques será el de cuestionar el mundo en que vivimos para transformarlo y formar parte de la construcción del mundo que queremos.
El feminismo es un movimiento heterogéneo y transversal, capaz de motorizar y conducir procesos de transformación, poniendo en discusión estructuras patriarcales impuestas. Su potencia puede generar las condiciones necesarias para que las niñas, niños y niñes, las mujeres y diversidades de hoy, sean les científiques de un nuevo mañana que nos incluya a todes. Debemos ser capaces de pensar nuevas relaciones que nos permitan avanzar en la lucha por la igualdad y la justicia social, y cuestionar las bases de todas las injusticias, como forma de construir una realidad mejor para todes.
*Merino es Dra. en Ciencias Biológicas (UNLP), Lic.en Biotecnología y Biología Molecular (UNLP), Diploma en Género y Gestión Institucional (UNDEF), profesora en UNAHUR. Medina es Licenciada en Biología Molecular (UNSL), Doctoranda de la Universidad de Buenos Aires con mención en Fisiología, Facultad de Farmacia y Bioquímica, (UBA). Ambas analistas del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)