Un nuevo análisis de la agencia de la ONU para el desarrollo destaca que la sensación de protección de la población se encuentra por debajo del mínimo en casi todos los países y que seis de cada siete personas en el mundo sufren un sentimiento de inseguridad.
Los múltiples avances conseguidos en los indicadores de desarrollo humano no implican necesariamente una mayor sensación de seguridad, incluso en los países más ricos, destaca un nuevo informe publicado el martes por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
El informe especial se titula: “Las nuevas amenazas para la seguridad humana en el Antropoceno exigen una mayor solidaridad” y llama a reforzar la solidaridad internacional y a elaborar un nuevo enfoque de desarrollo que permita a las personas vivir sin carencias, miedo, ansiedad e indignidad.
El nuevo estudio aporta nuevos datos y análisis que demuestran que la sensación de protección de la población se encuentra por debajo del mínimo en casi todos los países.
Las naciones con algunos de los niveles más elevados de salud, riqueza y educación muestran un mayor grado de ansiedad que hace diez años.
Los datos analizados muestran la necesidad de actuar de inmediato ya que por segundo año consecutivo indican un descenso en la esperanza de vida a nivel mundial debido a la COVID-19 y a un empeoramiento de todos los parámetros de medición del desarrollo humano.
A ese factor, hay añadirle la grave amenaza que representa el cambio climático. Aunque se produzca una moderada reducción de las emisiones contaminantes, los cambios de temperatura podrían ocasionar la muerte de 40 millones de personas de aquí a fin de siglo.
Para tratar esta disociación, el informe llama “a reforzar la solidaridad internacional y a elaborar un nuevo enfoque de desarrollo que permita a las personas vivir sin carencias, miedo, ansiedad e indignidad”.
El administrador del Programa de la ONU, Achim Steiner, destacó que la mayoría de las personas tienen una sensación de preocupación por el futuro, una impresión que se ha visto agravada con la aparición de la COVID-19.
“En nuestro afán desenfrenado por el crecimiento económico seguimos destruyendo nuestro entorno natural mientras aumentan las desigualdades, tanto dentro de los países como entre ellos”, destacó.
Steiner añadió que ha llegado el momento “de prestar atención a las señales que emiten las sociedades que sufren un estrés inmenso y redefinir el verdadero significado de progreso”.
“Necesitamos un modelo de desarrollo adecuado para este objetivo que esté construido alrededor de la protección y la restauración de nuestro planeta, y que ofrezca nuevas oportunidades sostenibles para todos” agregó.
Solidaridad global para alcanzar la seguridad común
El informe analiza una serie de amenazas que han ido adquiriendo mayor prominencia en los últimos años, como las relacionadas con las tecnologías digitales, las desigualdades, los conflictos, y la capacidad de los sistemas de salud para enfrentar los nuevos retos, como la pandemia de la COVID-19.
Según los autores del estudio, la lucha contra estas amenazas exigirá que los responsables políticos las aborden conjuntamente considerando los principios de protección, empoderamiento, y solidaridad de manera que se creen sinergias, y no contradicciones, entre la seguridad de las personas, la salud del planeta, y el desarrollo humano.
Esto significa que las soluciones de un problema no deben ocasionar el exacerbamiento de otros.
“Uno de los aspectos fundamentales de acción práctica destacados en el informe apunta a fortalecer un sentido de solidaridad global a partir de la idea de seguridad común” explicó Asako Okai, secretaria general adjunta de las Naciones Unidas.
“Esta idea asume la noción de que la seguridad de una comunidad depende la seguridad de las comunidades adyacentes. Esto se observa claramente con la pandemia actual: los países se ven en gran medida impotentes para prevenir la propagación transfronteriza de las nuevas mutaciones”, dijo Okai.
Datos destacados del informe
Estos son algunos datos más relevantes del informe:
- Los países con un desarrollo más alto tienden a beneficiarse más de las presiones ejercidas sobre el planeta y a pagar menos sus consecuencias, destacando el impacto del cambio climático en el aumento de las desigualdades.
- Unos 1200 millones de personas viven en zonas afectadas por conflictos, y casi la mitad de ellas (560 millones) en países habitualmente no considerados como frágiles, lo que demuestra la necesidad de reexaminar la noción tradicional respecto a qué países son más vulnerables a los conflictos.
- A pesar de alcanzarse el PIB más alto de la historia y de la creciente disponibilidad de vacunas contra la COVID-19 en algunos países, la esperanza de vida a nivel mundial en 2021 se redujo por segundo año consecutivo, con un descenso promedio de 1,5 años si se compara con la tendencia anterior a la pandemia.
- Se aprecian amplias y crecientes diferencias entre los sistemas de salud de los países. Según un nuevo Índice de Universalismo de la Atención Médica (Healthcare Universalism Index), entre 1995 y 2017 se produjo un ensanchamiento de la brecha de desigualdad en el ámbito sanitario entre los países con bajo y muy alto desarrollo humano.