Por David Sámano.-
Ya desde hace tiempo la tercera guerra mundial de la humanidad viene ocurriendo, es principalmente una guerra económica. Y como el otro mal que nos aqueja: la pandemia del COVID, es mucho “más mundial” que otras pandemias y otras guerras, incluidas la primera y segunda guerra mundial, pues involucra a muchos más países.
Los costos de esa guerra todos los conocemos: conflictos armados locales, grandes contingentes de personas migrantes sufriendo todo tipo de problemas, deterioro del medio ambiente que implica la muerte y eventual extinción de animales y plantas, descenso generalizado de la salud, educación y calidad de vida de la población, en suma: una economía para la guerra basada no en un modo de producción sino de extinción (Gadotti, 2002).
Levi-Strauss escribió alguna vez: “los intercambios son guerras resueltas en forma pacífica; las guerras son el resultado de transacciones desafortunadas” (Lévi-Strauss, 1993:107). Entonces podríamos pensar a manera de hipótesis, que esta guerra económica mundial que propongo, es la continuación de la guerra fría que hasta ahora se había venido resolviendo “pacíficamente”. Si así lo asumo, creo que la crisis de Ucrania nos indica que la “solución pacífica “ está fracasando. Pongo entre comillas solución pacifica porque una solución que involucre violencia económica no es solución ni es pacífica.
Al parecer el estado de guerra continuo no solo es un mal que ha aquejado solo a las sociedades tribales, como pretendía Clastres (quien se refería a estas sociedades como “sociedades para la guerra y en contra del Estado”) (Clastres, 1999). Los actores principales de esta guerra económica son también países con gobiernos estatales, aunque en la mayoría de los casos sometidos a intereses de grupos poderosos privados.
¿ Y qué resultados espera alguien que inicia una guerra (sea esta armada, económica o de cualquier tipo?, respuesta: mayor poder, y poder es control sobre el medio social y natural (Adams, 1978:119).
El conflicto de Ucrania se deriva hasta cierto punto, de que Estados Unidos está ya obligado a compartir el poder que había acumulado – según varios analistas geopolíticos como Alfredo Jalife – pues no está resultando el único ganador en esta guerra económica. Hoy el poder adquirido por China y Rusia es equiparable al de Estados Unidos. Biden, presidente de Estados Unidos, no parece o no quiere comprender esto, aprovechando la afinidad cultural que obliga a Rusia a responder con violencia armada, para defender a las poblaciones pro rusas de Ucrania, recrudece la violencia económica contra Rusia.
Trump muestra indicios de que parece comprender mejor estas nuevas reglas del juego del poder mundial. Dijo hace poco que Estados Unidos debería hacer, en México, lo que hizo Rusia en Ucrania: reconocer la autonomía de algunos estados mexicanos y luego, con el pretexto de combatir criminales del narcotráfico, introducir “legalmente” el ejército americano en México. En otras palabras le está diciendo a Biden que se olvide de Ucrania, aunque tenga que compartir con Rusia el poder que tiene sobre Europa. Y que a cambio de eso, aumente su poder a expensas de México.
Se daría una situación entre Estados Unidos y México parecida a la que hoy se vive en Ucrania, pero con motivaciones y legitimidad diferentes, pues en ese caso, los papeles que jugarían Estados Unidos y México estarán invertidos con respecto a los que juegan Rusia y Ucrania en cuanto a sus motivaciones. Las motivaciones de Estados Unidos sería despojar a México de porciones de su territorio, no de salvar poblaciones amenazadas por genocidas como es el caso de Rusia. Las motivaciones de México no serían ser instrumento de tendencias hegemónicas estadounidenses o neonazis como Ucrania, sino otras más auténticas. Aunque se pongan en el mismo lado de la balanza supremacistas blancos de Estados Unidos interesados en quitarle territorios a México (coludidos con gente del lado mexicano con mentalidad también supremacista e interesada en declararse autónomas del gobierno mexicano) y prorusos y en el otro narco-criminales mexicanos y neonazis, no es tan fácil pensar que Estados Unidos tendría el mismo derecho (al menos moral y ético) que el de Rusia al «invadir» Ucrania.
Un modelo adecuado para analizar este tipo de procesos lo ofreció Richard Adams en su libro La red de la expansión humana. Consideró a las sociedades humanas estructuras disipativas que intentan prolongarse en el tiempo a base de, incrementar aceleradamente los flujos de energía del medio hacia ellas. Para esto tiene que emerger en ella, un sistema cibernético que se plasme en las mentes de los individuos como una ideología muy simple, basada en oposiciones binarias del tipo amigo- enemigo, nosotros – ellos, etc., pero capaz de movilizar intensamente a la población contra el “enemigo” (Adams, 1978:105). Un buen ejemplo de ello lo podemos ver en el conflicto actual en Ucrania. Ahí la función que cumple la ideología nazi en uno de los bandos, es exacerbar la pulsión contra el otro.
En Ucrania un sector de la población, ansioso de acceder a la calidad y estilo de vida que considera tiene la Europa occidental, asocia oposiciones como amigo-enemigo, trabajador – flojo, progreso-estancamiento, vanguardista -tradicionalista, superior – inferior, etcétera, con la oposición nosotros – ellos respectivamente. Pero el origen de la mentalidad nazi no solo es una secuela de la segunda guerra mundial. Creo que, apelando a la escuela de cultura y personalidad (Kluckhohn, 1981: 211) y pese a algunos abusos de ella[1] , podemos decir que el neoliberalismo ha conducido a que en ciertos sectores de la población de cualquier país, brote una personalidad tipo neo nazi, no solo en Ucrania.
Desde la perspectiva de Adams y su visión de las sociedades como estructuras disipativas, leemos en una de sus obras: “Por lo que alcanzo a ver, el único agregado de seres humanos que puede ser considerado un sistema disipativo, del cual puede esperarse que en algún momento futuro alcance un estado constante, es la especie en su totalidad”.
Alcanzar tal estado, no depende únicamente de que todo el proceso histórico de la humanidad haya sido dirigido teleológicamente hacia la interconexión de todas las culturas pues, desde sus inicios, las diferentes culturas de la humanidad han interactuado; los antropólogos difícilmente han dado pruebas de una cultura totalmente aislada en el pasado o en el presente. Lo que ha sucedido es que las culturas fueron forzadas a un contacto excesivo por la globalización económica. Esto nos fue alejando del ideal de la Nación Humana Universal (Silo, 2002) al menos en lo que respecta a la diversidad cultural. Antes había mucha mayor variedad de culturas aunque agrupadas cada una dentro de una civilización (Huntington, 1996:48).
Pero hoy la cascada de sanciones económicas detonadas por el conflicto ente Ucrania y Rusia, se precipita por todo el planeta. Hace pensar en una desglobalización económica muy acelerada, casi instantánea, sin transición alguna, tipo teoría de las catástrofes[2] . Así de la noche a la mañana se podría configurar el mundo de una manera distinta a la actual. Esta crisis se nos presenta entonces, como algo que puede terminar en un regreso al modelo del Choque de Civilizaciones, en el que cada civilización es un universo separado de las otras, aunque manteniendo entre ellas unas cuantas relaciones estratégicas, por ser vitales para su sobrevivencia. Un ejemplo podría darse, si la civilización occidental en su sección europea, decidiera seguirle comprando gas a Rusia como representante de la civilización Ortodoxa en su versión rusa.
¿Acaso este “retroceso” es parte del proceso de una estructura disipativa dirigido hacia alcanzar el estado contante que mencionamos línea atrás?, ¿aquel estado en el que una estructura disipativa logra autoregularse en cuanto su crecimiento y absorción de energía del medio? (Adams, 1978:246-247). Si es el caso, estaríamos ante el desarrollo de un proceso termodinámico no lineal en el que paralelamente al aumento del desorden en un sistema abierto, se genera auto – organización- . Detallando un poco más, podríamos considerar que la falsa identificación de globalización económica y mundialización cultural, si bien nos ha llevado a poner en jaque al planeta entero por el exceso de energía que demanda la primera, también nos ha dejado clara la necesidad de un compromiso entre todas las civilizaciones de no rebasar ciertos parámetros que ponen en peligro a todo el planeta y de olvidarse de estar intentando conquistarse unas a otras.
Cabe preguntarse también por el sistema ideológico global que podría propiciar a que una estructura disipativa – en este caso la humanidad entera – lo alcance. ¿Podría estar basado en oposiciones binarias, si lo que interesa ya no es la absorción creciente de energía del medio ? .
En un artículo que publiqué en la revista Pressenza en el 2014 – también sobre el conflicto entre Ucrania y Rusia- propuse que la ideología de la Perestroika impulsada por Gorbachov, condujo a Rusia a dar un gran un paso autoorganizador – evolutivo, que involucraba actos de “soltada desposesiva” y de reconocimientos de errores y corrupción que condujo a esta nación a, en última instancia, disminuir flujos de energía hacia ella, aproximándose así al estado constante.
Por otro lado gracias a la Perestroika la humanidad se salvó de una tercera guerra mundial. Hoy todo indica que a quien le corresponde hacer un acto autoorganizador des posesivo de ese calibre es a Estados Unidos, no solo en el conflicto de Ucrania sino en toda todos los lugares donde tiene intereses, pero hasta ahora también, todo indica que no lo hará.
Algunas ideologías y doctrinas de tipo espiritual de distintos tipos, postulan metas de tipo universalista a los que se dirige teleológicamente todo este proceso de mundialización – globalización. En muchos casos sus propuestas de tipo moral conllevan implicaciones favorables para avanzar en dirección hacia el estado contante. Y también casi todas, menos las ecológico – ambientalistas, se consideran expresiones de algún tipo de humanismo. Pero pareciera que el humanismo hasta ahora no ha pasado de ser una mera actitud (Silo, 1994). Todavía no se ha llegado a plasmar como un sistema filosófico adecuado, para una época como esta, tan referenciada con la ciencia y la tecnología.
Una respuesta a la necesidad de contar con bases, para un humanismo actualizado desde una visión científica del ser humano, me parece el de Marvin Harris que, como antropólogo que era, propuso tomando en cuenta los estudios de primatología, ciertas “constantes biopsicológicas” (Harris, 1994: 78) :
- Las personas necesitan comer y, por lo común, optarán por las dietas que ofrezcan más calorías, proteínas y otros nutrientes.
- Las personas no pueden permanecer totalmente inactivas, pero a la hora de enfrentarse a una tarea específica, preferirán realizarla consumiendo el mínimo de energía.
- Las personas poseen una sexualidad muy desarrollada y obtienen un placer reconfortante del coito (heterosexual en la mayor parte de los casos).
- Las personas necesitan amor y afecto para sentirse felices y seguras, y, a igualdad de las demás cosas, harán lo posible para aumentar el amor y afecto que los demás les dan.
Este tipo de propuestas tan naturalizadas, para algunos líderes de ideologías humanistas no son confiables. Por ejemplo Silo – en su papel de ideólogo principal del Humanismo Universalista – dijo: “no es fácil comprender como esos naturalistas o neonaturalistas pueden considerarse a sí mismos como humanistas (Silo, 2002:474). Ante esta opinión creo que cabe empezar a considerar que la visión de lo natural es muy diferente y posibilitaría, cuando se piensa desde la misma racionalidad no lineal de las estructuras disipativas. Bajo esta visión, lo natural – como el comportamiento que observaríamos en una banda de primates – adquiere propiedades creativas no esencialistas ni deterministas que, tradicionalmente se habían reservado solo al ser humano.
Sin estar necesariamente de acuerdo con las constantes biopsicológicas que propone Harris, creo que debemos considerar al menos la número 2 como vital, pues se acerca al tema del gasto mínimo de energía que se requiere de manera global en el planeta e indirectamente para la aproximación de la humanidad al estado constante. Pero hasta donde yo conozco la obra de Harris no consideró que el gasto energético de nuestras acciones generalmente disminuye en la medida que desordenamos el entorno y de eso solamente los “primates humanos” estamos conscientes, aunque quizás todavía no lo suficiente para que cada persona atisbe “el destino general como su destino particular ampliado y no su destino particular como destino general restringido” (Silo, 2002:700).
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[1] Como el que condujo a algunos de los seguidores de esta corriente clásica del pensamiento antropológico, a postular sin sustento científico (Harris, 1979:385) que, la manera en que los bebes rusos son fajados cuando bebes, hace que tengan una personalidad maniaco – depresiva.
[2] “La TC (teoría de las catástrofes) es una rama de las matemáticas que en vez de estudiar configuraciones o fenómenos estructurales como la homoestasis estudia singularidades, es decir, irregularidades, rupturas, quiebras: los fenomenólogos y hermeneutas ya tenían en sus repertorios conceptos que evocaban ideas parecidas. Lo que ocupa a la TC son las propiedades de las singularidades como tales, sin referencia alguna a los mecanismos concretos subyacentes. Eso la hace apropiada para el análisis de sistemas cuyos mecanismos no se conocen o para situaciones en las que las únicas observaciones disponibles se refieren a discontinuidades. “(Reynoso, 2006:161).
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Bibliografía.
Lévi-Strauss. Las estructuras elementales del parentesco. 1949. Planeta-Agostini.
Newbold, Richard Adams. 1978. Ediciones de la casa Chata, CIESAS, México.
Reynoso, Carlos. 2006. Complejidad y caos. 2006. Buenos Aires. Argentina.
Harris, Marvin. Materialismo cultural. 1994. Alianza-Editorial.
El desarrollo de la teoría antropológica. 1979. Siglo XXI.
Clastres. P. 2009. Arqueología de la violencia: la guerra en las sociedades primitivas. F.C.E.
Huntington, S. 1996. El choque de civilizaciones. Y la reconfiguración del orden mundial. Paidós, estado y sociedad.
Gadotti, Moacir. Pedagogía de la tierra. 2002. Siglo XXI.