Por Dr. Guillermo A. Karamanian*
El 24 de abril significa para nosotros, los armenios, el recuerdo de un tiempo ignominioso que se refleja en dos cosas muy claras y concretas, el genocidio que sufrieron nuestros mayores perpetrado por el régimen turco otomano, y la ocupación de Nuestras Tierras históricas, a sangre y fuego, por el mismo país genocida.
Ambas cosas están ligadas indisolublemente.
Los sobrevivientes de la barbarie, en un exilio forzoso, sin familia y sin tierra, debieron huir con rumbo desconocido.
De ambos hechos ya han pasado más de 100 años. El Crimen continua impune y con los perpetradores del mismo negándolo impúdicamente y las tierras siguen ocupadas por los genocidas ante la impasividad y complicidad de todo el mundo civilizado que persigue sólo sus propios intereses pragmáticos sin que figure entre sus objetivos procurar la justicia que
el pueblo armenio demanda y precisa para poder vivir en paz.
Lamentablemente, nuestros muertos, muertos están y nada de lo que podamos hacer post-mortem puede remediar esta pérdida irreparable. Pero las tierras, todavía están allí, esperando a que nosotros las recuperemos.
El pueblo originario, milenario y autóctono de Armenia Occidental, representado hoy a nivel estatal por las autoridades de la República de Armenia Occidental, reclama justicia ante el mundo, pero no cualquier clase de justicia sino una que sea integral, plena y eficaz, que pueda tener alcance suficiente como para dar vuelta esta página tremenda de nuestra historia.
La única acción que reúne estos requisitos es la de EXIGIR A TURQUÍA Y A AZERBAIDJIAN LA INMEDIATA DEVOLUCIÓN DE NUESTRAS TIERRAS ANCESTRALES, tal como lo dispone el Derecho Internacional Público vigente.
Ya aprendimos que para conseguir esta justicia, nos tenemos que ocupar nosotros mismos, porque en este mundo materialista, los armenios siempre hemos estado solos.
No sólo la exigencia a los genocidas, que es una conducta elemental y primaria que cualquier armenio bien nacido debe manifestar por el sólo hecho de ser armenio, sino la concreción de esta exigencia, es decir, conseguir la efectiva restitución de Nuestras Tierras a nuestro pueblo, que es el propietario natural y legal de ellas, según lo ha dispuesto el Derecho Internacional Público en 1920 por la voluntad de una veintena de países como Inglaterra, Irlanda, Escocia, Francia, Italia, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica, India, Bélgica, Grecia, Polonia, Portugal, Rumanía, Estados Unidos de Norteamérica, Japón, Serbia, Croacia, Eslovenia, República Checa, Eslovaquia, Brasil y Argentina.
Los armenios de todo el mundo, que nos sentimos parte de un único pueblo armenio, a partir de 1991, como si se tratara de una paradoja del destino, nos hemos dividido en dos Estados: el Estado armenio que el mundo reconoció en 1920 desde Artsaj hasta las fronteras que determinó el presidente de EEUU, Woodrow Wilson, en sentencia de un arbitraje internacional, y el Estado de 1991, que ese año se separó del Estado de Armenia de 1920, para ser un país independiente de 29.000 km2.
Nadie nos preguntó nada al respecto a ninguno de los armenios que habitamos en comunidades de exilio en cada rincón del planeta, ni nos explicaron nada de lo que estaba aconteciendo. Los hechos se sucedieron sin que nos diéramos cuenta y muchos armenios todavía no conocen esta realidad que estoy narrando.
Nuestro mensaje para el pueblo armenio, en este día sagrado, es sencillo y claro: Todos los armenios que leen estas líneas, son el pueblo originario de Armenia Occidental.
La actual República de Armenia no es su Estado, su Estado es la Armenia de 1920 que en el año 2022 tiene un Estado continuador que es la República de Armenia Occidental.
Nos guste o no, esta es la realidad y la realidad se impone como es y no como nos gustaría que fuese.
Como Cónsul de esta República, los invito a participar activamente en la gesta de recuperación de Nuestras Tierras, de las tierras de nuestros ancestros, tierras en donde se escribió nuestra milenaria historia y que forman parte de nuestro ADN.
Juntos recuperaremos Van, Erzerum, Diarbekir, Trebizonda, Bitlis, Sivas, Harput, Kars, Ardahan, Najicheván, Djavak y todo Artsaj, ejerciendo nuestro derecho consagrado en el Derecho Internacional Público y que está vigente en este año 2022.
Esas tierras, hace ocho mil años que son nuestras, y hace tan sólo cien años que están usurpadas por el enemigo que tiene pleno conocimiento del despojo y que sabe que no les pertenecen porque somos nosotros sus legítimos dueños.
Invito a los armenios y a las armenias que se encuentran reclamando en todas partes del mundo, a usar su inteligencia y su intuición para que puedan comprender que el único camino que lleva a la recuperación de Nuestras Tierras es la República de Armenia Occidental.
No existe otro camino. Ni corto ni largo. Sólo la República de Armenia Occidental nos conecta con el Monte Ararat y con todas nuestras Nuestras Tierras.
Este 24 de abril será un punto de partida para la recuperación de la dignidad armenia y de Nuestras Tierras.
El pueblo armenio que es uno y que hoy se encuentra con dos Estados reconocidos en el Derecho Internacional Público encontrará el camino de la unidad dirigencial para que juntos, los dos Estados armenios, recuperemos Nuestras Tierras en victoria.
Armenia Occidental somos todos.
Armenia vive. ¡Viva Armenia!
* Cónsul de la República de Armenia Occidental en la República Argentina