Ya pasados más de 30 años del regreso a la democracia en Chile, aún tenemos grandes desafíos para poder consolidar lo que ya hemos conseguido en el país. Chile consiguió un lugar en el escenario mundial como la mejor economía de Latinoamérica y logró mejorar todos sus índices macroeconómicos y sociales. Sin embargo hay muchas evidencias de fallas y problemas que, al ir bajando en la escala del análisis empiezan a aparecer. Ha disminuido la pobreza extrema, sin embargo la sensación de insatisfacción de una amplia parte de la población persiste, endeudamiento, violencia, el individualismo extremo, la diferencia entre los barrios pobres o medios y el barrio alto, la aún incipiente meritocracia para aspirar a cambios importantes en la vida, la diferencia en la calidad de la educación y la baja calidad de la misma en general y muchos otros importantes desafíos, nos dicen que falta mucho aún para que sigamos progresando.
Estos últimos años de pandemia y estallido social, nos han hecho retroceder en índices que ahora nuevamente nos recuerdan que tenemos mucho más por delante, que nuestra sociedad es frágil en la posibilidad de entregar bienestar a nuestros compatriotas a costa de nuestros ahorros. Por tanto los beneficios que deseamos para todos en la sociedad deben venir del trabajo, de la producción de bienes y servicios que cada uno debe generar. No podremos tampoco enfrentar todos los desafíos que nos imponemos, al menos no todos en el corto o mediano plazo, debemos priorizar. Tenemos muchos hogares que construir, muchas escuelas que abastecer, muchos hospitales a mejorar, pensiones que pagar, carreteras y puertos, etc.
Chile entregó durante la pandemia importantes sumas de recursos a la población general, pero como todo proceso acotado y finito, esa posibilidad de inyectar más recursos se ha acabado y entramos en el temido período post pandémico, aunque el virus siga circulando. La gran inyección de liquidez ha generado inflación y con esto volvemos a índices que estaban en el pasado lejano.
La situación mundial con tasas de inflación record, además de estar ahora influida por la guerra entre Ucrania y Rusia, todo esto atiza a los fantasmas de pobreza y vulnerabilidad que existen en nuestro inconsciente colectivo. Este temor subyacentese expresa como otro factor más que afecta la salud mental de nuestra población.
¿Qué hacer? Lo más fácil es sin duda alegar contra la injusticia, el gobierno, la falta de ayuda, el sistema. Todo puede tener parte de verdad en la búsqueda inútil de un culpable o causa del problema en que hoy estamos, pero la solución es muy simple la verdad, no hay otra manera de hacerlo a mi modo de ver. Trabajar para hacer las cosas bien, mejor que antes, aprender de los posibles errores que pudimos cometer y en ese sentido, progresar. Hacer este proceso de trabajo y aprendizaje siempre.
Si cada uno, en las tareas que tenemos por delante se lo propone, mejoramos. Es sencillo y a su vez muy profundo el cambio que se requiere. Es aplicar una amplia y completa consciencia de lo que hacemos, hacernos una autocrítica, mejorar, e intentarlo nuevamente. Está permitido fallar, pero aprendamos, no podemos dejarlo para mañana, debemos empezar ahora, necesitamos hacerlo bien como sociedad. Es un proceso, una actitud que debe durar la vida entera para todos.
Este sencillo argumento es algo contracultural hoy en dia. Actualmente se busca la inmediatez, las ganas de tener respuestas rápidas y resultados disponibles a la vista. Los procesos de desarrollo de un país pueden durar muchos años y en general décadas para alcanzar metas y de hecho nunca terminan. Por tanto he ahí otro desafío, perseverar por décadas de modo de asegurarnos que llegaremos al puerto deseado, manteniendo firme el rumbo del país.
En los años 90 se crearon las normas ISO, que apuntan en el plano productivo a hacer protocolos, procedimientos de trabajo, en el fondo una receta de acción que nos permite después, repetir la acción mil veces y lograr el resultado, mejorar continuamente. La vida es más compleja que un protocolo productivo, dado que tiene emociones, frustraciones, dolor y rabia, además de obviamente alegría y mucha belleza. Pero es necesario buscar esa manera de mejorar, observar lo que hacemos cada uno de nosotros en nuestro trabajo o emprendimiento y por nuestro propio beneficio y el de nuestros colaboradores, mejorar y progresar.
El mundo de hoy ya no es aquel donde las personas buscan solo trabajar para vivir, quieren mucho más y este es un gran desafío para la cadena productiva de cualquier empresa, debemos incluir cada vez más variables emocionales en la evaluación de nuestro quehacer, ya no es solamente si la empresa gana o no dinero, sino cómo estoy involucrando a mis trabajadores, cómo ellos ven que el éxito o fracaso de la empresa es también el propio y cómo esto lo llevo a mi familia.
Realmente todos participamos de un país, una sociedad viva donde cada uno de sus miembros se siente cuidado, es responsable y parte de un proceso y está dispuesto a entregar lo mejor de si para no hacer algo mediocre. Desterremos los dichos donde nos dañamos, “esto está hecho a la chilena” como una manera de decir que no está bien acabado o completo. Recuperemos el viejo anhelo que todos tenemos, ver un País que mejora, progresa y sigue mejorando, para su gente y con estos cada dia.