Ponencia presentada por Carlos Umaña, con motivo de la plantación de la Rosa ‘Setsuko Thurlow’ en el Soka Gakkai de España.
Esta preciosa creación que tienen ante ustedes, y sobre la que ya han oído hablar, viene con un mensaje importante, que es tan profundo y significativo como la excepcional mujer que inspiró su creación, la distinguida activista y sobreviviente de Hiroshima Setsuko Thurlow.
Setsuko es parte de ICAN, la Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares, una coalición que fue fundada en 2006 por IPPNW y que ahora cuenta con más de 600 organizaciones en más de 100 países. En 2017 se nos otorgó el Premio Nobel de la Paz por dos razones: por concientizar al mundo sobre las consecuencias humanitarias de las armas nucleares y por nuestros esfuerzos revolucionarios en lograr una prohibición de dichas armas a través de un tratado.
En esto precisamente consiste el desarme humanitario, en lograr el cambio político colocando a las personas en el centro de cualquier conversación sobre estas armas. Y esto es particularmente relevante hoy en día, debido al contexto de la guerra de Ucrania, que nos ha acercado más que nunca al peligro nuclear.
Una sola arma nuclear táctica de una potencia de unos 100 kilotones, si es detonada en una gran ciudad, podría matar instantáneamente a cientos de miles de personas y herir a muchísimos más. Por su onda expansiva, el calor y la radiación, una sola detonación nuclear es capaz de producir una destrucción y un sufrimiento inimaginables al corto y al largo plazo, para los cuales no habría capacidad alguna de respuesta, de parte de ningún país.
Ahora bien, si hablamos de una guerra nuclear a gran escala, no hablamos de 1 o 2 detonaciones, sino de varias armas nucleares en varias ciudades. Esto causaría, de forma inmediata, decenas de millones de muertes y cientos de millones de heridos. Habría también una devastación ambiental enorme, no solo por la destrucción masiva y la radiación que se esparciría globalmente, sino también porque la gran cantidad de hollín y restos que subirían a la atmósfera bloquearía la luz solar y causaría un descenso drástico y súbito de la temperatura global, produciendo un invierno nuclear, que sería devastador para muchos ecosistemas y muchas especies. Es decir, una guerra nuclear a gran escala podría acabar con nuestra civilización y posiblemente con nuestra especie.
¿Y cuál es el riesgo de que esto ocurra?
Hoy, unas 1800 ojivas nucleares permanecen en estado de alerta máxima; es decir, están listas para ser detonadas en minutos. Estos sistemas de alerta máxima, que son cada vez más dependientes de sistemas automatizados, son vulnerables a ciberataques, a errores técnicos y errores humanos, y han sido activados por falsas alarmas, tales como bandadas de gansos o nubes de tormenta. Ha habido muchísimos accidentes con los arsenales nucleares, y públicamente sabemos de 6 ocasiones en las que el mundo ha estado a punto de entrar en una guerra nuclear a gran escala… por accidente.
Ahora, en esta guerra en la que continuamente se lanzan amenazas nucleares explícitas y en la que se han cruzado varias líneas rojas, aumenta la probabilidad de que se den malas interpretaciones y malos cálculos y de que estas malas interpretaciones y malos cálculos den lugar a represalias y a una guerra nuclear.
Si se cruza el umbral del uso de armas nucleares, los riesgos de escalada rápida -y a gran escala- son altísimos. Hay muchas cosas que pueden salir mal, y de una guerra nuclear, no hay vuelta atrás.
Ahora, esta crisis tan extrema en la que estamos actualmente no es algo fortuito, sino la consecuencia lógica de que existan armas nucleares, armas cuyo fin real no es la seguridad, sino la proyección de poder. Ahora bien, no estamos ante una catástrofe natural, sino ante un invento humano y un peligro que se puede y se debe prevenir.
Consideremos, además, la inversión nuclear
En el mundo, para el mantenimiento y modernización de estos arsenales, se invierte la cifra anual de 116 mil millones de dólares, una inversión que se ha mantenido a pesar de la pandemia de COVID-19 y todos los desafíos que el mundo moderno ha enfrentado recientemente.
Es urgente tomar medidas para la paz. Es urgente que los tomadores de decisiones sean coherentes con los valores democráticos y humanistas. La antítesis de la amenaza existencial de las armas nucleares, no son más armad nucleares ni más amenazas.
Es la paz, y la paz no se logra a través de amenazas o imposiciones, sino tendiendo puentes y construyendo oportunidades de cooperación. La antítesis de las armas nucleares es el multilateralismo, materializado en el TPAN, el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares, un tratado que fue negociado dentro de la ONU en 2017 con el apoyo de 122 países.
El TPAN es un triunfo de la diplomacia internacional. Es el resultado del empoderamiento colectivo de los Estados no nucleares y de que ellos hayan asumido un rol activo en el desarme nuclear, desafiando a los grandes poderíos económicos y militares del mundo. Esta iniciativa nace del entendimiento de que el problema nuclear es global, tiene consecuencias globales, y por lo tanto su solución es colectiva todos los países son partes interesadas, ya sea que tengan o no armas nucleares. Esta refrescante forma de hacer política, acuñada como la democratización del desarme nuclear promueve la cooperación y fortalece el régimen multilateral, ingredientes que también son indispensables para enfrentar la otra amenaza existencial: la crisis climática.
El TPAN estigmatiza las armas nucleares a través de su prohibición, una estrategia que históricamente ha demostrado ser eficaz, y el proceso mediante el cual se han abolido todas las demás armas de destrucción masiva -las químicas, las biológicas, las minas terrestres y las municiones de racimo.-.
El TPAN, solo con existir, hace que los países deban manifestar una posición concreta con respecto de estas armas. Se acabaron los puntos intermedios: o las armas nucleares son aceptables o no lo son. Un país que no firme este tratado está manifestando que está de acuerdo con las armas nucleares y todo lo que implican.
El desarme nuclear no es solo responsabilidad de quienes están en el gobierno central, es responsabilidad de todos y todas, porque requiere un movimiento social grande que encamine un cambio de paradigma. Requiere la participación de todos los ciudadanos del mundo y de todos los países del mundo.
Concretamente, ¿Cómo nos involucramos? Uno de los pasos es la iniciativa que han tomado desde el ayuntamiento de Rivas-Vaciamadrid, de firmar el compromiso de las ciudades con el TPAN. En cuanto a las armas nucleares, las ciudades son especialmente relevantes porque son precisamente las ciudades los blancos de las armas nucleares. Por otra parte, los ayuntamientos son un vínculo directo y accesible de los habitantes, y un puente entre los habitantes y el gobierno central, algo particularmente cierto para un país tan descentralizado como España. Un ayuntamiento que se involucra activamente en la abolición nuclear y en la inversión social responsable está siendo coherente con su obligación de velar por la seguridad y el bienestar de sus habitantes. Son varias las ciudades en el mundo que han acudido a este llamado. Están Milán, París, Los Ángeles, Washington DC, Oslo, y en España ya son más de 80 los ayuntamientos y municipios que se han unido incluidos los de Barcelona, Cádiz, Sevilla, Zaragoza, Granollers, A Coruña y muy pronto le daremos la bienvenida a Rivas-Vaciamadrid.
Hoy esto lleno de orgullo e ilusión. Con esta creación de Matilde Ferrer, la gran hibridadora de rosas, no solamente estamos honrando a nuestra querida Setsuko Thurlow, una singular mujer que engloba los mejores valores de nuestra campaña, sino que estamos honrando la vida, y estamos sembrando la esperanza de que la vida prevalecerá. Que esta hermosa creación nos sirva de recordatorio de todo lo bello y lo bueno en este mundo que vale la pena proteger.
Con la mirada puesta en el futuro, hagamos todo lo posible para proteger la vida sobre el planeta. Un mundo sin armas nucleares es necesario y es posible y juntos podemos construirlo.