Ayer, 18 de mayo, se realizó en Argentina el censo de población previsto cada 10 años, que debió hacerse en 2020 y resultó demorado por la pandemia. Aunque dos meses antes se habilitó la modalidad digital –a la que según las autoridades adhirió el 50% de la población–, los censistas se repartieron por toda la geografía del país, para visitar todos y cada uno de los lugares donde vive la gente. En esta nota, con fotos y textos de Agencia Tierra Viva, se refleja el trabajo en una zona rural de la provincia de Río Negro.
Sólo el ocho por ciento de la población de Argentina es rural, muy por debajo de la media mundial (46 por ciento). Con tiempos y distancias diferentes a las grandes urbes, el censo nacional comenzó antes en algunas zonas del país. Crónica fotográfica del relevamiento en la zona de montañas y bosques de Bariloche.
El operativo del censo rural contempla viviendas, puestos, estancias y todos aquellos lugares donde habitan personas fuera de las zonas urbanas. La ciudad de Bariloche y el Parque Nacional Nahuel Huapi son de las zonas más extensas del país. Su geografía y demografía son muy heterogéneas y de un complicadísimo acceso. Por ese motivo, la tarea se divide entre los trabajadores del Parque y la División de Montaña de Gendarmería Nacional, quienes tienen los vehículos y el entrenamiento para cruzar ríos, arroyos y caminos inhóspitos.
El primer poblador censado fue León, un hombre de más de 70 años que vive en el Paraje Río Villegas. Lo encontramos en la Ruta 40, buscando su caballo. Lo censaron ahí mismo, en la ruta. León fue muy amable y risueño, siempre vivió en el campo y no tiene ninguna intención de dejar de hacerlo.
Un rato más tarde vivimos otra aventura. Esta vez para llegar a un lugar casi escondido, tuvimos que cruzar el río. El miedo de quedar en el medio afloró por momentos, pero al mismo tiempo la tranquilidad de saber que quien manejaba contaba con la experiencia adecuada no hizo dudar de que íbamos a llegar a salvo a la otra orilla.
En los siguientes días todo continuó en el otro extremo del Parque Nacional Nahuel Huapi, en la zona del este para arriba, más conocida como «Ñirihuau Arriba», un verdadero paraíso. Hacía muchísimo frío, el pasto y la tierra eran escarcha. El lugar está poblado, un poco, no mucho. Pero cada estancia/campo es tan diferente como quienes las habitan. Lo que todos y todas tienen en común es la amabilidad y la tranquilidad de habitar rodeados de naturaleza, ríos y grandes pedazos de tierra con sus animales.
Estaban esperando a los censistas. Días atrás les habían avisado que iban a pasar, algunos se enteraron por radio y otros con el boca en boca tan común en estos lugares. Aquí no hay señal de celular, ni 4G y casi ningún wifi. Hay que apersonarse para que ellos también entren en las estadísticas del Indec.
Allí conocimos a Jacinto Vera, quien vive al final del camino. Se levanta a las 5 de la mañana, se toma unos mates y se va a trabajar con los animales. Pasamos dos veces para poder dar con él. Cuanto esto sucedió, «Cachi» —como le dicen— nos atendió muy cordialmente y contestó el censo. Contó que no le gusta tener teléfono ni nada de esas cosas. Es un hombre de campo y mapuche. Mientras habla, de fondo, se escucha Radio Nacional.
También estuvimos con Virginia y su marido. Un campo pintoresco con una hermosa casita sobre una loma. Los animales anuncian nuestra llegada a los habitantes. Allí nos esperan. No dudan en recibirnos calidamente y contestar el censo.
Estuvimos con varios pobladores en diversos campos. Todos y todas nos recibieron con los brazos abiertos y una calidez que contrasta con las condiciones climáticas del territorio que habitan.
El censo en esta zona del país fue una experiencia renovadora, enriquecedora y —sobre todo — de reencuentro social, sin señal telefónica, sin wifi ni pantallas de por medio. Donde la palabra y la mirada son más que suficientes.