La fuerte ofensiva derechista de los últimos años en América Latina no logró estabilizar una nueva situación; los fascismos sociales y culturales crecieron pero no consiguieron (aún) una nueva hegemonía, y la imposición “democrática” que pretendió el presidente estadounidense Joe Biden para la región, naufragó en la cumbre de Los Ángeles, mientras propuestas progresistas hablan de una nueva ola en favor de los pueblos.

por Aram Aharonian

Históricamente, el discurso antiestablecimiento y contra los partidos tradicionales fue bandera de la izquierda, por estar marginada del poder nacional, pero hoy es tomado, también por la ultraderecha “libertaria” contra los anquilosados  partidos tradicionales de las derechas vernáculas.

En la región se observa el surgimiento de una nueva ola progresista en México, Argentina, Bolivia, Perú, Chile, Honduras –cada uno con su propia tonalidad-, ahora Colombia y quizás Brasil con Lula, que puede reemplazar al neoliberalismo tardío e iniciar un nuevo ciclo con más rol del Estado y preocupación de las grandes mayorías.

Una tendencia que como señala, el exvicepresidente boliviano Álvaro García Linera, es un camino que como las olas del mar supone mareas altas y bajas, pero de avance hacia una región en la que la democracia deje de ser el privilegio de unos pocos y pase a constituirse en la constante de la vida social y política de nuestra América.

Para los entusiastas, el ciclo que se quiso ver finalizado con el golpe parlamentario contra Dilma Roussef en mayo de 2016, ha pasado a ser una primera fase de lo que parece afirmarse como una tendencia en la región, el avance de una propuesta democrática con justicia social y soberanía nacional.

El fracaso de la novena cumbre de las Américas, en Los Ángeles, dejó al descubierto la incapacidad del gobierno estadounidense de demostrar el manejo de “su patio trasero”. Se constituyó en un duro traspié diplomático para EEUU y su presidente desde que varios jefes de Estado de la región descartaran su participación. El resultado fue una decepción generalizada en una región cuyas economías se han visto gravemente afectadas por la pandemia y ahora también por la guerra en Ucrania.

La reunión estuvo centrada en compartir responsabilidades en la gestión del flujo migratorio. Washington quiere ahora que los países emisores de emigrantes acepten nuevas reglas del juego y colaboren a la hora frenar el ímpetu de los inmigrantes. Pero Centroamérica, cuya mayoría de mandatarios no participó de  la Cumbre y produce la mayoría de los emigrantes hambrientos, se ha quedado fuera. No tiene grandes compromisos que asumir. Muchos creen que fue última de las Cumbre de las Américas.

Durante la última década, Estados Unidos y la derecha vernácula lograron desarticular las instituciones propias consolidadas para intentar, en esta situación, impulsar el proceso de integración, como sucediera cuando aún estaban la Unión de Naciones de Sudamérica (Unasur), la Comunidad de Estados de Latinoamérica y el Caribe (Celac) y el Mercado Común del Sur (Mercosur) ampliado, con Venezuela incluída.

Hoy, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) responde claramente a Washington, al igual que la Organización de Estados Americanos (OEA). Ésta coordina sus acciones de los organismos de inteligencia y seguridad de EEUU, como una institución de intermediación de su agenda con el resto de las Américas, que incluso promovió la suspensión de Rusia como observador del organismo hasta que retire tropas de Ucrania.

Desde que surgieron gobiernos antineoliberales en América Latina, la región se ha convertido en el epicentro de las grandes luchas políticas del siglo XXI y, al mismo tiempo, en un balancín, en el que los gobiernos se instalan y son derrotados, regresan y experimentan una gran inestabilidad, algunos se reafirman, señalaba el sociólogo brasileño Emir Sader.

Recientemente, Colombia ha elegido un gobierno de centroizquierda, y esa ha pasado a ser la mayor esperanza de cambio para los olvidados, los despreciados por una élite política blanca. Hoy, el principal reto del gobierno de Gustavo Petro será convertir ese capital simbólico de representar el cambio en políticas públicas concretas, para que la opción progresista sea creíble, tras la rápida desilusión con el nuevo gobierno chileno.

El principal de los desafíos, como ha repetido la electa vicepresidenta Francia Márquez ante las multitudes envalentonadas de los nadies, será pasar de la resistencia al poder. Pero para ello −dada la dependencia de Estados Unidos y una derecha que nunca duerme−, habrá que sortear infinitas emboscadas y construir una nueva hegemonía popular, señala Carlos Fazio.

En Brasil, el ultraderechista presidente Jair Bolsonaro anunció el nombre del general retirado del Ejército Walter Braga Netto, ex ministro de Defensa como su compañero de fórmula para las elecciones del 2 octubre, cuando se enfrentará al exmandatario progresista Lula da Silva y su compañero de fórmula el centrista Geraldo Alckmin.

Mientras que para Lula la democracia es el componente vital de la gobernabilidad, para Bolsonaro el fin de la democracia es el presupuesto fundamental no solo por el tipo de gobernabilidad “desde las bayonetas” que defiende, sino también la clave para la continuidad del proyecto de poder militar y la expoliación y privatización del país.

Pero hay que estar pendientes de las provocaciones que se seguirán sucediendo, como la de la visita “privada”, quizá de devolución de favores, del presidente neoliberal uruguayo Luis Lacalle a su par colombiano Iván Duque, a días de que deje el gobierno. Cualquiera podría pensar en una provocación al próximo mandatario. Al menos la Cancillería uruguaya le frenó la voluntad de Lacalle de condecorar a Duque.

Vale la pena recordar que el avión presidencial colombiano aterrizó en Montevideo en la mañana del 1º de marzo de 2020. Iván Duque y el secretario general de la OEA, Luis Almagro, junto a sus asesores, iban a bordo. El mandatario colombiano fue uno de los pocos presidentes latinoamericanos que acompañó a Lacalle en su ceremonia de toma de mando y ahora, dos años y tres meses después, el uruguayo le devolverá el gesto a su amigo de la ultraderecha al aceptar una invitación para visitarlo en Cartagena.

Mientras, la apelación a las Fuerzas Armadas que hizo el ministro de Defensa ecuatoriano puso en evidencia que las políticas que provocaron genocidios en América Latina están lejos de desaparecer, En el discurso del banquero presidente ecuatoriano Guillermo Lasso en la represión al estallido social, puso nuevamente en el tapete el viejo truco de la Doctrina de Seguridad Nacional de las épocas de la Operación Cóndor.

Para el expresidente uruguayo José “Pepe” Mujica, la izquierda regional debe “comunicarse mucho más con la gente” y confrontar los “relatos mentirosos”. Piensa que los progresismos están retornando al poder en algunos países de América Latina con “menos ingenuidad” pero con problemas que “se han agravado”.

Todos reclamamos cambios, pero no tenemos en claro qué es lo que determina un cambio de época. Sin duda la pandemia ha profundizado las nuevas dinámicas sociales, mientras nos preguntamos cómo influyen los cambios de la estructura productiva en la sociedad, si hay una redefinición de los conflictos.

En una rápida mirada, debemos sumar  el crecimiento de la confianza en las religiones (evangelistas, pentecostales), el descreimiento en la ciencia (antivacunas, terraplanistas), la profundización de las guerras santas (sionistas, talibanes, entre otros), el relego de la racionalidad frente al sensacionalismo ultraderechista y fascistoide de Donald Trump, Jair Bolsonaro, los españoles de Vox, los “libertarios” que resurgen como hongos con amplio financiamiento desde el norte, entre otros…

Y las grandes operaciones mediáticas por la imposición de imaginarios colectivos que faciliten la manipulación de las mayorías, con la tan mentada posverdad, las fakenews, las shitnews y el largo etcétera, además del desplazamiento relativo de las grandes corrientes de ideas del ámbito público-popular.

Ahí vienen los libertarios

Pero también la ultraderecha, autollamada libertaria, ha cobrado notoriedad en los últimos años. Mientras más se agudiza la crisis capitalista, más fuerza toman las posiciones más radicales. “No hay nada más injusto que la justicia social”, no se cansa de repetir el histrión argentino Javier Milei, para quien cobrar impuestos a las empresas es un robo y un crimen de lesa humanidad el atentar contra la propiedad de los ricos.

Otra característica es el llamado “hispanismo”, que defiende la conquista española y las masacres perpetradas sobre las poblaciones indígenas de América Latina, y por tanto, estén en contra de los movimientos por los derechos indígenas y su autodeterminación.

Para los libertarios no debería existir la salud pública ni la educación gratuit. Pero no están, únicamente, por privatizarlo todo y terminar con cualquier tipo de subsidio a las clases populares: buena parte de sus ideólogos también defiende la idea de la monarquía, los valores conservadores del cristianismo más retrógrado, y por ello se oponen al aborto y a los derechos de la comunidad LGBT.

Asimismo se enfrentan a la multiculturalidad y por ello son antimigrantes y se acercan a posiciones racistas. En Europa son todos antimusulmanes y están por mantener, en campos de concentración, a migrantes refugiados de las guerras y el hambre en Medio Oriente o África. Y para todo ello nutren con extenso financiamiento a los think tanks, organizaciones no gubernamentales de tapadera, todo por cuenta de la Red Atlas y sus financistas estadounidenses y euroccidentales.

Noticias falsas, vídeos manipulados, ‘bots’, una red internacional de ‘think tanks’ ultraneoliberales o libertarios (Red Atlas), así ha sido la campaña a la que ha tenido que hacer frente Gustavo Petro en Colombia, al igual que otros candidatos progresistas o de izquierda en sus respectivos países.

Además de participar en la campaña contra Petro en Colombia, estas redes también retuitean masivamente a cuentas del entorno de la Atlas Network como Agustín Antonetti, Agustín Laje, Javier Milei, José Antonio Kast, Álvaro Uribe, María Fernanda Cabal, Vicky Dávila, Andrés Pastrana y en Colombia la revista Semana, a Fico Gutiérrez, el candidato ultraderechista en la primera vuelta y a Rodolfo Hernández en la segunda.

La red Atlas se activa en cada proceso para incitar a sus principales influencers a hacer artículos y videos: como Agustín Laje, de la Fundación Libre, o Juan Ramón Rallo, exdirector de la Fundación Juan de Mariana; o Mario Vargas Llosa pidiendo el voto para Rodolfo Hernández o Javier Milei visitando Colombia para buscar el voto joven.

Los “libertarios” vienen desplazando a los partidos conservadores anquilosados en tantos años de democracia formal y dependencia de Washington y del Fondo Monetario Internacional, mientras el progresismo –lejos de las propuestas revolucionarias, de la democracia participativa o de la vía electoral al socialismo- va ganando espacios en la región, que hoy muestra un rompecabezas que se irá armando, día a día, elección de tras elección, estallido social tras protesta popular…

 

 

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