por Ahmet T. Kuru
El gobierno indio se encuentra en una crisis diplomática tras los comentarios ofensivos de la portavoz del gobernante Partido Bharatiya Janata (BJP), Nupur Sharma, en la televisión nacional sobre el profeta Mahoma y su esposa, Aisha. El BJP ha suspendido a Sharma del cargo, pero eso no ha sido suficiente para aplacar la crisis. Más de una decena de países musulmanes, entre ellos Pakistán, Irán y Arabia Saudí, han condenado al gobierno indio y pedido una disculpa pública.
Se trata de un incidente más de incitación al odio contra los musulmanes, que ha ido en aumento en la India desde que la llegada al poder en 2014 del BJP, encabezado por el primer ministro Narendra Modi. El gobierno ha sido criticado por varios linchamientos de musulmanes por parte de turbas hindúes ante la indiferencia policial y la apatía judicial. En 2019, el BJP aprobó una nueva ley de ciudadanía que discriminaba a los musulmanes, y sus actitudes islamófobas han alentado a algunas escuelas y colegios a imponer la prohibición del pañuelo en la cabeza a las estudiantes.
Estas políticas discriminatorias tienen una importancia global porque en la India habita la tercera población musulmana más numerosa del mundo, después de Indonesia y Pakistán. De la población india, estimada en 1.400 millones, unos 210 millones -el 15%- son musulmanes.
Como musulmán, soy consciente de la profunda veneración por el Profeta Mahoma, y entiendo el resentimiento de los musulmanes a nivel individual. Sin embargo, la reacción de los gobiernos musulmanes refleja sus regímenes políticos. Como explica mi libro «Islam, autoritarismo y subdesarrollo«, la mayoría de los gobiernos musulmanes son autoritarios y se centran en condenar los sacrilegios contra el Islam, más que en abogar por la protección de los derechos de las minorías musulmanas en el extranjero.
Aisha: una mujer poderosa
El caso reciente de la India se centró en la edad de Aisha cuando se casó con el Profeta. Aisha es una de las figuras más importantes, vigorosas y poderosas de la historia del Islam. La esposa favorita del Profeta, era la hija del sucesor y amigo más cercano del Profeta, Abu Bakr. Se convirtió en una destacada narradora de hadices -los registros de las palabras y acciones del Profeta-, maestra de muchos eruditos y líder militar en una guerra civil.
Según un registro de hadices, Aisha tenía 9 años cuando se casó. Algunos musulmanes lo aceptan y ven normal para un matrimonio premoderno, mientras que otros creen que Aisha tenía 18 o 19 años, refiriéndose a otros registros.
No es posible conocer la verdadera edad de Aisha. Como subraya el erudito islámico Khaled Abou El Fadl, «no la sabemos ni la sabremos nunca«. Así, Sharma utilizó una única versión, ignorando las explicaciones musulmanas alternativas, para sus comentarios.
It is not possible to know the true facts of Aisha’s age. As Islamic scholar Khaled Abou El Fadl stresses, “we do not know and will never know” them. Sharma thus used a single narration, while ignoring alternative Muslim explanations, in her remarks.
Priorizando la blasfemia, no los derechos humanos
No es la primera vez que los gobiernos musulmanes reaccionan ante acciones difamatorias contra el Profeta. La larga lista de incidentes incluye el llamamiento del líder supremo de Irán, Ruhollah Jomeini, en 1989, a los musulmanes para que mataran al novelista Salman Rushdie y el boicot de 2006 a los productos daneses en todo Oriente Próximo como reacción a una docena de caricaturas publicadas en un periódico.
En las actitudes de los gobiernos musulmanes se aprecia un patrón interesante: Son muy reivindicativos cuando se trata de casos de ataques verbales o artísticos a los valores islámicos, mientras que generalmente guardan silencio sobre las violaciones de los derechos humanos contra musulmanes individuales.
Durante casi una década, los musulmanes de la India se han quejado de violaciones de sus derechos, pero los gobiernos musulmanes no han mostrado ninguna reacción digna de mención ante el BJP hasta este incidente de difamación.
Otro ejemplo es China, que lleva muchos años persiguiendo a 12 millones de musulmanes uigures. Ningún gobierno musulmán ha mostrado una reacción contundente. Por el contrario, estos gobiernos se han centrado en sus intereses materiales y han hecho caso omiso de cómo el Estado chino trata a su minoría musulmana.
Este doble rasero se explica por el autoritarismo generalizado en el mundo musulmán. De los 50 países musulmanes, solo cinco son democráticos. La mayoría de los gobiernos autoritarios del mundo musulmán tienen leyes sobre la blasfemia que castigan las declaraciones sacrílegas y reprimen las voces disidentes. De allí se desprende que estos gobiernos exijan el castigo de la blasfemia y la difamación a la India o a otros países no musulmanes.
Otra característica de los gobiernos musulmanes autoritarios son sus propias violaciones de los derechos de las minorías religiosas y étnicas. En Pakistán, estas violaciones se han cebado con los ahmadiyya, los chiíes, los hindúes y algunas otras comunidades religiosas, mientras que en Irán, las minorías étnicas, incluidos los turcos azerbaiyanos, los baluchis y los kurdos, sufren discriminación en la educación y el empleo. Por lo tanto, un discurso basado en los derechos en el extranjero entraría en contradicción con las políticas de estos gobiernos en sus países.
El autoritarismo en el mundo musulmán tiene consecuencias trágicas para las minorías musulmanas en la India y en otros lugares. Las reacciones emocionales y cortoplacistas de los gobiernos musulmanes ante algunos casos de difamación no ayudan a mejorar las condiciones de las minorías musulmanas, que en realidad necesitan un apoyo más coherente y basado en principios.
Ahmet T. Kuru es profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Estatal de San Diego. Este artículo se publicó originalmente en The Conversation
Traducido del inglés por David Meléndez Tormen, co-editor de Pressenza Chile