Cuando sostuve el poemario, admirando su hermosa portada, lo que más me llamó la atención fue el nombre del autor, «Leo Romeo Valentino». ¿Quién tiene la suerte de llamarse así? No era sólo el sonido de las vocales, sino también el recuerdo de Valentino, el actor, Romeo, el personaje trágico de Shakespeare, y Leo, bueno, el signo astrológico. Por el contrario, el título tiene esta extraña palabra inventada Jibberjabber que de manera juguetona pareciera menospreciar la obra del poeta. Me llevó un momento asimilar la palabra, el título y el nombre del autor. Estimados lectores, consideren que el nombre y el título sirven por sí solos de aperitivo para el primer poemario de Leo Romeo Valentino.
Leo Romeo Valentino (necesito decir estos tres nombres), gracias por conceder esta entrevista.
LRV: En primer lugar, gracias por esa maravillosa introducción. Es un honor ser entrevistado por un poeta tan grande. Yo diría que sí: Leo, por supuesto por el león, pero para mí, que nací con el nombre de Daniel y fui arrojado al foso de los leones de la vida, pero yo mismo me convertí en un león; Romeo por el prefijo que conecta el nombre con «romántico», en el sentido de que el nombre sería el identificador de uno de o del romance; Valentino por el santo y todas las labores truculentas del amor. El nombre en sí es muy intencionado desde el punto de vista etimológico y está ponderado con las historias de cada nombre. Aprecio cómo compara el nombre y el título con los aperitivos, quería que los lectores supieran cuál era el plato y quién era el chef; espero que no sea demasiado tarde o temprano para decir bon apetit.
JS: Cuando empecé a escribir esta entrevista, leí la segunda estrofa de las «Memorias poéticas autobiográficas de no ficción», que dice: «Cómo resumir una personalidad que no trata de los currículos: los campeones entrenados: los destinos cumplidos: cómo lanzaron los cohetes: cómo titilaron las estrellas…». La pregunta que hay que hacerse aquí es qué elementos biográficos te convierten en un poeta.
LRV: En primer lugar, tendría que decir que no sé qué más hace que un poeta sea poeta, excepto la práctica de escribir poesía. Supongo que hay acontecimientos biográficos que pueden afectar a la poesía de uno. También debo decir que la poesía está más allá de cualquier poeta individual. Supongo que también existe la cuestión de si un poeta está «hecho», cuando en realidad hay autenticidad o no hay autenticidad, y uno puede elegi hacer lo mejor posible, teóricamente. No creo que los poetas estén hechos. No creo que me hayan hecho poeta, ni siquiera por elementos biográficos, que estoy tratando de precisar, exactamente; lo interpreto de dos maneras: cómo son mis poemas biográficos, y también qué acontecimientos de la vida me llevaron a la poesía específicamente.
Creo que, para mí, la escritura y la lectura están muy interconectadas. Aprendí a leer a una edad muy temprana, mi madre me llevaba regularmente a la biblioteca. Había dos libros que le pedía a mi madre que me leyera todas las noches, y se sorprendió cuando empecé a leerlos; al principio, pensó que los había memorizado, pero luego empezó a señalar diferentes frases y palabras, y vio que las estaba leyendo.
También puede parecer un hecho muy insignificante, pero recuerdo el momento en que vi a alguien escribiendo con tinta sobre papel con un bolígrafo normal, y recuerdo la primera vez que sostuve un bolígrafo y fui testigo de la tinta sobre el papel, y en ese momento pensé que era algo tan poderoso, porque significaba que podía escribir potencialmente algo como un libro y que realmente el único límite que tenía era lo que me permitia el bolígrafo en mano un bolígrafo sobre un papel en blanco. Fue un acontecimiento que me cambió la vida y que, de alguna manera, tuvo un profundo impacto en mí y en el reconocimiento de la posibilidad creativa. En concreto, también reconocí que gracias a mis manos el papel podía convertirse en un objeto.
Es realmente difícil responder a una pregunta que es básicamente biográfica, dadas las limitaciones de la revista; intento hacerlo lo mejor posible. Supongo que hay momentos que para mí son artísticos. Siempre, desde niño, tuve el sueño de tocar el violín. Cuando cambié de colegio, a un distrito más grande, mi nuevo colegio tenía una orquesta, y supe que quería unirme a ella. Intenté inscribirme cuando estaba en el 4to grado, pero mis padres dijeron que no. Volví a intentarlo en el 5to, pero mis padres volvieron a decir que no. Este era el último año de la escuela primaria, así que me inscribí de todos modos. Me resultó muy natural. En menos de un par de meses, me presenté a una audición para una orquesta juvenil y entré como primer violín. En esa ocación tuvimos la oportunidad de tocar en un escenario de gran importancia. En la escuela secundaria y en el instituto, me mantuve como primer violín, concertista y solista, donde ganamos varios concursos. Sin embargo, fue en la escuela secundaria cuando me aceptaron de entre el mayor grupo de audiciones para una orquesta juvenil, ya que ese año Daniel Heifitz y su orquesta tocaban en el Bass Performance Hall, y esta orquesta serviría de acompañamiento, y entré en esa orquesta juvenil, a duras penas, como primer violín -pero creo que fue a duras penas porque alguien me estaba hablando durante las audiciones y respondí brevemente. Pero lo que quiero decir es que eso fue una señal para mí de que las artes podían ser una posibilidad de futuro, y del nivel en que estaba mi potencial artístico.
Al llegar a la universidad, acabé asistiendo a una clase de poesía con Wang Ping, quien me dijo, tras compartir el primer poema, que yo era un poeta y que tenía que seguir escribiendo poesía. Yo era la primera generación en tener estudio superiores y viniendo de un entorno económico muy humilde, no veía la poesía como una posibilidad. Sin embargo, me gustaban las clases de escritura creativa, así que seguí asistiendo a ellas. Hubo una extraña bifurcación en el camino, cuando gané la beca Loft Inroads de poesía y tuve que elegir una especialidad para la escuela. Si no fuera por la beca Loft, probablemente habría elegido ser estudiante de medicina, pero en su lugar vi que era una señal de que mi poesía podría tener un impacto en el campo literario y artístico. Diré que fueron mis amigos los que me animaron a recopilar los poemas, presentar la solicitud y enviar los documentos por correo al Loft; realmente era muy escéptico, pero incluso ahora sigo siendo en gran medida así de escéptico con mi trabajo, y creo que eso es bueno porque mantiene mi creatividad al límite.
Básicamente he mantenido mi práctica de escribir poesía. Creo que la verdadera prueba para mí fueron los momentos cuando estuve desamparado y estuve en los refugios para personas sin hogar. Eran difíciles, porque el objetivo es la supervivencia básica y, sin embargo, la poesía requiere tiempo, y en esos momentos, a veces la comida puede ser el pensamiento principal. En ese entonces escribía cuando podía y gran parte de este libro representa esos poemas, y los cuales pude conservar para compilar esta obra. Durante esos momentos críticos, podría haber dejado de escribir poemas o de hacer mi arte, pero no fue asi. En mí seguía existiendo la vena de crear. Yo continuo con esa vena y tengo un muy buen ejemplo de ello.
Estaba viviendo en un hostal en el sur de Brooklyn que tenía unas 5 habitaciones y más de 40 personas. Sin embargo, estaba agradecida porque había pasado las últimas semanas saltando de un lugar a otro, y el albergue ofrecía un camarote, era barato y no pedía un depósito. Ese hostal fue la mayor estabilidad que había experimentado durante un tiempo, pero me hizo reflexionar acerca de la larga historia de lo difícil que fué para mí tener un techo. Todo empezó como en 2011 o 2012 en Texas, y la batalla continuo al mudarme Nueva York donde la tarea no es hizo más fácil para nada. De todos modos, durante este tiempo, empecé a escribir sobre mi padre, que nunca jamás lo había hecho. No les dí mucha cabeza a esos escritos – ni siquiera los consideraba «poemas», originalmente no tenían títulos, sino que eran las entradas de un “diario.» No eran poemasecesariamente, para mí, sino más bien pensamientos desnudos. Los escribí y los dejé de lado. Unas semanas más tarde, recibí un correo electrónico de un colega/amigo que decía que estaba preparando una antología, que trataba sobre los padres y la paternidad, y que si tenía algún poema relacionado, que se lo enviara para su revisión. Le dije que sí, sabiendo que tenía en mi diario unos piezas casi poéticas sobre mi propio padre. Y de esa maneras esas notas del diario rápidamente terminaron en una antología publicada por Palgrave, editada y seleccionada por Gibran Guido. Eso es sólo un ejemplo, pero he descubierto que escuchar mi instinto artístico ha sido una decisión más afortunada que ignorar las ganas de escribir y no hacerlo.