Por Javier Belda.-
En una serie de artículos dedicados a la Singularidad nos hemos preguntado por las siguientes crisis que sobrevendrían, de manera inminente, de acuerdo a los pronósticos de analistas de procesos de la Megahistora que más despertaron nuestra atención.
Básicamente la cuestión era si se está cumpliendo el régimen de aceleración de la función alfa (α = 2.67±0.15) –de A. Panov– en el proceso evolutivo hacia la Singularidad.
También expusimos la dificultad de precisar una fecha para fijar cada transición de fase (crisis, revolución) debido a su compleja composición y entramado. Es decir, si nos referimos a la Crisis de Ucrania, está comenzó en 2014 o antes, podría muy bien implicar el tema del neonazismo o el tema de los laboratorios bacteriológicos y todo ese tipo de guerra híbrida… Pero desde el punto de vista de nuestra actual década diríamos que tiene un detonante muy fuerte como transición de fase a partir de la Operación Especial de Rusia en la zona, ante el peligro inminente de ataque nuclear o bacteriológico, en febrero de 2022.
A los efectos de constatar la teoría de la Singularidad, en el IHPS interpretamos acontecimientos de gran magnitud (que por lo general son omitidos y tergiversados por los medios de comunicación). Se trata de fenómenos que suponen un antes y un después. Desde este punto de vista, observamos que en los 3 últimos días del mes de septiembre se produjo la transición de fase que esperábamos (según los cálculos de Panov), tras la anterior: la supuesta pandemia del COVID [1].
Estos acontecimientos han sido: los atentados de EEUU en los gasoductos Nord Stream I y II y el cambio de las fronteras en Europa desde la salida de Ucrania de la URSS en 1991.
Consideramos a estos acontecimientos en este nivel, porque el primero supone una declaración de III Guerra Mundial de EEUU hacia Rusia, al actuar Estados Unidos en nombre propio contra una instalación civil en aguas internacionales, cuya repercusión afectará a centenares de millones de personas.
Podría sumir a Europa en una violencia desorganizada a partir de una crisis profunda y en una violencia organizada a partir del fomento del neonazismo. Italia ya es un ejemplo del resurgimiento del fascismo (de la mano de la agenda globalista).
El segundo acontecimiento en simultáneo es de una cualidad opuesta al primero, porque es un tipo de respuesta no-violenta frente al asedio nazi, una respuesta elevada frente a lo más miserable del ser humano.
La madrugada del martes 27 de septiembre se perpetraron los atentados contra los gasoductos. Después el mundo quedó expectante de si Rusia tomaría una respuesta proporcional a ese ataque. Después, el mundo esperó la intervención del ministro de exteriores Serguéi Lavrov, anunciando las resoluciones de su comité asesor, pero tal intervención no se produjo.
Podemos imaginar que algunos asesores propondrían un ataque proporcional contra instalaciones estadounidenses, o tal vez la toma de Kiev –la cual Rusia puede realizar en cualquier momento que lo desee–… Siguiendo con nuestra hipótesis, otros asesores se preguntarían: ¿Pero a medio plazo, a quién beneficia una escalada de la confrontación a nivel mundial? ¿Acaso no está Rusia tratando de evitar las pérdidas humanas, especialmente por lo que se refiere a civiles? ¿Por qué romper ahora con esos principios?
Rusia no representa hoy el laicismo que pretendió la URSS, sino una región con una fuerte influencia de la iglesia cristiana ortodoxa. Estos valores conservadores sustentan la nación (y más allá) y, precisamente, se refuerzan frente al plan globalista nihilista del estado profundo occidental, miope para entender la real fortaleza de la región euroasiática.
El día 30 de septiembre lo que se produjo fue la firma de adhesión de la República Popular de Lugansk, la República Popular de Donetsk, la región de Zaporiyia y la región de Jersón a la Federación Rusa y con ello el histórico discurso de Vladímir Vladímirovich Putin con una puesta en escena memorable.
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Tras las palabras de Putin, nos asalta a la memoria Akop Nazaretián, quien expuso tan brillantemente la cuestión del balance tecnohumanitario [2]; él debe sentirse orgulloso de su nación en la dimensión en la que se encuentre ahora. La respuesta de Rusia es una respuesta de altura, no compulsiva, la respuesta de una gran nación que se sabe fuerte y que cuenta con grandes aliados para la paz.
A partir de este tipo de respuestas elevadas podemos imaginar que el feeling entre Rusia y Europa crecerá, no únicamente por la transacción material de energías y materias primas, sino por reconocerse socios frente al mismo asedio. El mundo que vendrá será el imperio de la paz, o no será, si el estado profundo occidental nos lleva a la guerra nuclear.
[1]: Desde el punto de vista de sus consecuencias sociales. https://odysee.com/@thebigreset:1/20220831_TBR_ESP:1?fbclid=IwAR0_bLYQSojoLsrlOZcfCU1Od8d8CaFWDbW4l-Dcl0glNGFbHmp_IS8VAco
[2]: https://staging1.pressenza.com/es/2020/11/una-nueva-mirada-frente-a-la-singularidad/