CUENTO

 

Serie El Multiverso, VI

Mi partida fue suave, un tránsito amable poblado de bienestar y reencuentros. Mucho mejor de lo que me había imaginado.

Los sueños primarios de la niñez, los del sustrato profundo se fueron concretando durante mi tiempo terrestre, me fui tranquilo. Eran mis propósitos y los siguen siendo. En su momento a todos ellos los sinteticé en una imagen alegórica que elegí porque me completó. Un bonsai.

Para salir en paz de ese mundo fue muy importante tener resueltos los temas principales. Tener “el trámite listo” en los ámbitos prioritarios; enfocarme sobre cada uno de ellos resueltamente e iluminarlos, fue el camino. Reducir las tensiones y bajar el nivel de ruido hasta aquietar las aguas, permitió comprender de raíz los conflictos y liberar energía…

Hay temas o situaciones con personas para los cuales no se requiere de tiempo sino de una decisión, es una instancia psicológica y no de acción motriz. Solo hay que animarse, solo hay que hacerlo.

Por experiencia sé muy bien lo de la postergación y lo de dejar todo de lado, o a un costado por no querer meterse con uno. Cada “cumulus nimbus” denso y oscuro que no podamos disipar, se lleva nuestra fuerza vital. Para superar el dolor y el sufrimiento no hay que esperar, no hay instancias, es ya.

Estoy listo para la misión. Este momento ha sido construido mucho antes y luego de aquel tan sugestivo “sueño”. En él viví una fuerte experiencia de sentido acompañada de revelaciones. Sucedió luego de una larga caminata por lugares verdes poblados de vida y silencio, acompañado solo por el canto de las aves fundidos en la quietud.

Como cada día, al concluir llegaba a la plaza de los “pedidos”, un espacio abierto y bien arbolado con ejemplares nobles y añosos. A unos cuarenta metros del pequeño arroyo serpenteado y ribereño.

Sentado en el banco de siempre comencé a hacer respiraciones lentas y completas hasta lograr un tono emotivo y un estado mental, acompañando con una postura adecuada, cómoda y relajada.

Era un día más en donde repetía la rutina de un trabajo de campo intenso con entidades y pedidos. Ojos cerrados, serenidad y confianza. Fui como alejándome, todo comenzó a oscurecerse y sin embargo el registro de paz era inagotable. El amigable aire tibio me abrazaba.

De pronto una voz lejana resonó en mi interior, la sentí pero no con los oídos, era extraño. Relajé plenamente mi cuerpo, aquieté la mente y me dispuse:

“Maestro… Maestro… Maestro…

Tenemos que converger sobre nosotros mismos, cada entidad sobre sí y el ámbito sobre el ámbito. Actuando los dos planos uno con el otro. ¿O no somos luz, acaso?

Seamos en cada tiempo un inmenso espejo sin fin. Elástico, cóncavo y convexo, que concentre y que disipe. Enfocándonos y proyectándonos los unos a los otros, concentrando toda la fuerza multiplicativa de los millones de reflejos y rebotes sobre sí. Luz sobre luz…

Seamos conscientes del motivo y del acto con nosotros mismos como individualidad y como conjunto, actuemos en mandorla con toda la potencia.

Trabajemos con un pedido común en permanencia y atrevámonos a pedir todo, encendamos los faros… iluminemos los tiempos… en la luz está el plan, iluminemos la luz…

Con pocas palabras se dicen muchas cosas y sin ellas también…

Pasa la voz…”