Por Enzo Blondel
Temor y temblor. En los parques cercanos a la Plaza Italia o Dignidad, los jóvenes y jovencitas están cagados de la risa, vacilando esta fecha, fumando, bebiendo. Muchos de ellos que recién se empinaban por los 15 años en el 2019, eso es en la práctica, es antes de ayer, o quizás mucho antes, tres años atrás, eso es a la vuelta de la esquina, y hoy ante la ley, todos los pendejos ya son mayores de edad, son adultos, ya tienen 18 años. Solo un recordatorio.
Mas de dos tercios de aquellos jóvenes que fueron justa o injustamente apresados y confinados e incluso torturados el año 2019, permanecen encarcelados hasta el día de hoy, muchos de ellos – sino la mayoría – sin que su caso se ajustara a un debido proceso.
A tres años de aquel “despertar, estallido o revuelta”, la mística inicial ha dado paso a la ira camuflada, al odio simple del desayuno, y el temblor del día a día. De ahí el carácter de lo mítico, lo heroico, que se diluye en consignas apresuradas, donde ya no hay primera ni segunda línea, excepto aquellos ciudadanos comprometidos el bienestar de los manifestantes sofocados por los gases y apaleados por carabineros, y con lealtad al hecho mismo, la misericordia y compromiso real con el otro.
Ese tejido también es visible y profundamente necesario para sostener los legítimos derechos al defenderse del abuso patriarcal – republicano, que esta supuesta democracia nos ofrece y dice proteger por igual al contribuyente, al trabajador, al espía, al sapo y al delincuente, con el solo hecho de concebir que es un derecho, pero que prontamente es inhibido al solo plantear el desacato. Ni hablar de asambleas o convenciones, eso es rasca y caro.
Es mejor y mas barato dejarlo en manos de nuestros representantes.
El ambiente está tan enrarecido que lo más conveniente es darse otros tres años para que lo que tuvieron 15, y ahora 18, tengan 21 y sean por fin y ante la ley y dios, sujetos de crédito, casados, con barriga, tevé cable y un buen tocomocho, o nave.. como le dicen.
Ya van tres años y tras una pandemia muy conveniente al proceso de recambios radicales e innecesarios, no hemos podido recomponer el tejido, mucho menos recobrar la hebra extraviada hace ya, unos 50 años. El telar parece ser un asunto filosófico, una fabrica de ideas y formas para solo intentar ver con una mínima claridad nuestros destinos como ciudadanos de a pie.
Caminar y graficar este aniversario me hizo recordar un texto de Kierkegaard, a propósito del padre humano y el padre divino, que se reduce a Temor y Temblor.
La castración del provenir nos acerca al mito de la caída del capital o del Estado chileno, pero esta vez gratamente acompañado de aquellos púberes que hoy muy posiblemente tendrán un destino similar al de sus colegas del 2019.
El desencanto y la ira no es un asunto de percepción, mucho menos forma parte de un análisis matinal o una crónica de domingo, que basan toda fuente de conocimiento y análisis en acumular exámenes provistos por especialistas de todo tipo, fuentes que incluso no pueden, no deben o simplemente no quieren develar. Datos exclusivos. El mercado de la desinformación, ok. Y si es así, donde está el derecho a la información?.
Si antes no la vieron venir, hoy no sabrán jamás como esta generación perdida en los parques y la periferia concéntrica pasará frente a sus casas como una manada zombi.
El heroísmo en Chile parece estar más cercano a la fe feudal que a la estupenda conciencia social, y con eso, solo ganaran tiempo y dinero. He ahí al patriota.
Ayer fue el jaguar.
Ver de regreso a las calles al Movimiento Sebastián Acevedo, no solo es motivo de orgullo sino de esperanza, aunque los viejillos de 18 años que hace tres años atrás tenían solo 15 primaveras, vean desmoronarse la cumbre y el templo, sin saber ni ser conscientes de lo socavada que estaba la montaña.