Mucho se dice sobre la necesidad de un cambio sustantivo en la educación de niñas, niños y jóvenes. Tanto es así que hoy se plantea la necesidad de un cambio de paradigma, que se define como: “Teoría o conjunto de teorías cuyo núcleo central se acepta sin cuestionar y que suministra la base y modelo para resolver problemas y avanzar en el conocimiento”.
Llegó la hora de cuestionar las teorías que sustentan el actual modelo de educación.
El cierre de la educación presencial y sus consecuencias producidas por la falta de socialización y deterioro de la convivencia nos entrega evidencia empírica del rol que juega la escuela en estos aspectos. Pero no basta con volver a las clases presenciales para remediarlo. Debemos asumir con decisión la implementación de la educación socioemocional.
Un proyecto desarrollado por Fundación Semilla en conjunto con una empresa que se nutre de estudiantes egresados de liceos técnico-profesionales consultó con los jefes directos de esos jóvenes respecto a qué les faltaba para un buen desempeño en su primera experiencia laboral y la respuesta no nos sorprendió. “La especificidad técnica de nuestro quehacer la adquieren con nosotros en el puesto de trabajo, pero les faltan habilidades para la vida”.
Comenzó el siglo XX con la ley de Educación Primaria Obligatoria de cuatro años se basó en la teoría de que para el desarrollo del país era bueno terminar con el analfabetismo. En 1929 se aumentó a seis años, en 1965 a ocho años y en 2003 se amplió a básica y media; siempre con énfasis en conocimientos más que en aspectos socioemocionales y habilidades para la vida.
El paradigma actual da preeminencia al conocimiento y “lo cognitivo” y por ello la educación preescolar universal no es prioridad en la política pública. Un nuevo paradigma debe priorizar los aportes de la educación preescolar: el desarrollo del pensamiento, el lenguaje comprensivo y expresivo, la comprensión e interacción social, el desarrollo emocional y las habilidades de movimiento. El artículo 28 de la Ley N°20.370 General de Educación lista detalladamente las habilidades que se busca obtener en la población preescolar.
En Chile, aproximadamente solo la mitad de la población de hasta cinco años asiste regularmente a una sala cuna, jardín infantil o establecimiento que cuenta con nivel de transición (Pre Kínder y kínder). La baja asistencia no se debe a falta de interés, sino que a falta de matrícula disponible. No se acelerará la cobertura preescolar mientras no se cambié el antiguo paradigma.
Ahondando en las cifras, la gran deuda del Estado es en los niveles NT1 y NT2 (niveles de transición, pre kínder y kínder) en que la educación pública, gratuita por definición, ofrece solo el 31% de la matrícula disponible mientras que el 69% la ofrecen establecimientos particulares y particulares subvencionados.
Quienes tienen el privilegio de asistir a la educación preescolar ya sea por opción y/o por disponibilidad de matrícula, inician sus vidas con una ventaja significativa respecto de quienes no asisten. Cuestionar los paradigmas vigentes en la educación no es un asunto ideológico; es poner por delante el interés superior de niñas, niños y jóvenes.