Desde el principio supimos que estábamos en crisis. ¿Queremos empezar a pensar seriamente en lo que haremos con la crisis?
Al principio de la pandemia parecía difundirse una tesis «humanitaria», según la cual la situación creada habría permitido a las personas, tal vez a la propia humanidad, reflexionar sobre su estilo de vida, comprender los problemas subyacentes y aprender a vivir mejor. Esta tesis fracasó en el verano cuando se vio que uno podía fácilmente olvidar meses de encierro, fingir que no había pasado nada y, si uno lo deseaba, empezar todo de nuevo como antes, tal vez incluso peor que antes.
Esta visión mecanicista tiende a creer que, si se pone a una persona o a un grupo humano en una situación, ese grupo responderá de cierta manera. Los optimistas que creen que el ser humano es bueno creen, por consiguiente, que sucederán cosas buenas; los negacionistas que creen que el ser es una mierda pensarán en la mejor manera de modificar las reacciones en su beneficio. En cualquier caso, la idea es causa y efecto, respuesta de estímulo, reflejo condicionado. Yo echo el bistec y salivo profusamente. Los anunciantes siguen ahí con la rubia y la cerveza, la rubia y la cerveza y luego el caballero bebiendo la cerveza….
Esta visión primitiva del ser humano niega la subjetividad o, a lo mucho, la encierra en espacios restringidos: le dejaremos elegir de qué color serán las flores de los muebles.
Esta visión niega la historia humana: contradictoria, trágica pero siempre en crecimiento. Porque esta visión no explica los procesos de liberación, no explica los cambios radicales de mentalidad, no explica todas las revoluciones, no explica el descubrimiento de nuevos mundos, nuevas relaciones.
Esta visión lleva a las buenas personas a confundirse y a creer que hay una «conspiración» «detrás» de lo que está sucediendo; que hay distinguidos caballeros detrás de una mesa que están estudiando la situación y haciendo movimientos para obtener una ventaja global, autoritaria y especulativa.
La visión del Humanismo Universalista dice, en síntesis, que, ante un fenómeno, la conciencia estructura una respuesta. Hay una intención humana que está relacionada con otras intenciones humanas y que tiene un amplio margen de respuesta. El mundo (otras intenciones) establece sus condiciones, pero la conciencia elige las suyas, y puede concretamente elegir otra cosa. Y cuando elige otra cosa, condiciona las intenciones de los demás y modifica el mundo.
Nombrador de mil nombres, hacedor de sentido, transformador del mundo… tus padres y los padres de tus padres se continúan en ti. No eres un bólido que cae sino una brillante saeta que vuela hacia los cielos. Eres el sentido del mundo y cuando aclaras tu sentido iluminas la tierra. Cuando pierdes tu sentido la tierra se oscurece y el abismo se abre.
Te diré cuál es el sentido de tu vida aquí: ¡humanizar la Tierra! ¿Qué es humanizar la Tierra? Es superar el dolor y el sufrimiento, es aprender sin límite, es amar la realidad que construyes.
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En la perspectiva de la humanización no creemos en la conspiración: creemos en una batalla de intenciones humanas. Y creemos en la libertad de elección y en la necesidad (y urgencia) de la iniciativa.
Porque reconocemos la crisis, vemos en ella un sistema de valores (de antivalores, en verdad) que está luchando, muriendo, y, como los monstruos mitológicos, en su lucha, da los últimos golpes de la cola, genera las monstruosidades más alucinantes: autoritarismo, arrogancia, violencia, desprecio.
Al conectar con la crisis, vemos los destellos de un nuevo sistema de valores que se abre paso y trata de instalarse, con dificultad, pero de manera permanente, en el centro de la sociedad: la libertad, la no violencia, la acogida, la solidaridad, el bien común, el cuidado, la atención a cada ser humano y su hogar.
¿Y qué hay que hacer, entonces, alguien preguntará?
Mientras tanto, identifique los verdaderos culpables: las multinacionales farmacéuticas y otras que especulan con las necesidades del momento; las diversas intenciones económicas que luchan según la lógica del «sálvese quien pueda»; la tremenda especulación financiera con sus trucos en la independencia final y total de la economía real; los gobiernos e instituciones internacionales incapaces de poner las prioridades en el orden necesario; las mentalidades violentas que limitan el pensamiento humano.
Por lo tanto, establecer prioridades: la salud de todas las personas está por encima de cualquier otra consideración; y la salud de las personas está estrechamente ligada a la salud del planeta porque está claro que donde las condiciones ambientales son peores, las personas se enferman más. Con el planeta y la gente como prioridad, se pueden identificar unas pocas y simples medidas de emergencia que resuelvan el problema específico mientras se ponen en marcha soluciones estructurales. Deja de tapar agujeros y construye la base para un sistema diferente de relaciones sociales, humanas y económicas.
¿Y qué puedo hacer yo? Apoyar las causas del cambio ecológico radical, la atención sanitaria gratuita, exigir vacunas y tratamientos gratuitos no sólo para las personas sino también para los gobiernos porque no podemos pensar en endeudarnos con las empresas farmacéuticas durante el resto de nuestras vidas, esas empresas farmacéuticas que han sido financiadas durante años por organizaciones internacionales y que podrían perfectamente desarrollar curas y vacunas sin pedir un céntimo a nadie. Pero sobre todo adherirse a un paradigma humanizador donde el valor central es todo ser humano, donde la no violencia es el método de trabajo y la actitud concreta, donde el cuidado del bien común es el camino para construir el nuevo mundo, necesario, urgente y listo para florecer entre los escombros de esta decadencia en crisis.
(1) Silo, Humanizar la Tierra, Multimage
Traducido del italiano por Estefany Zaldumbide.