Mientras los sectores más progresistas en Brasil y en el mundo defienden el Ingreso mínimo, el gobierno que más avanza en muertes defiende una tal CPMF[i] digital. No hay nada de cómico hay en tal situación, la cual causa una lamentable tragedia más allá del virus. Un movimiento que defiende ir a contracorriente del tiempo, en el que la vida se encuentra más allá del riesgo de sus propias condiciones y llega a los ambientes de la necropolítica: «formas contemporáneas que subyugan la vida al poder de la muerte¹». Los números y las medidas no son equivalentes, ya que hay una marcada desigualdad en la ocupación poblacional de los espacios en la geografía física brasileña. La superación de la aterradora cifra de 78.000 muertes, que por cantidad se concentra en el sureste de Brasil, vive bajo un impacto devastador en el norte y noreste del país.

No caben dudas sobre la cuestión que se coloca para la defensa de la vida: alcanzó su límite máximo para las condiciones de vivir. Con el poder de decidir el límite de la vida, hay un barco de muchas decisiones acerca del desarrollo de la vida que limita la posibilidad de estudiar, de trabajar, de subsistir y de sentir la convivencia en la ciudad y en las familias. En la fase del actual momento, en Brasil, la mortalidad por cada 100.000 habitantes sobrepasa el 59% en el norte y el 44% en el noreste. En el sureste, que tiene las alarmantes cifras en valores absolutos de cadáveres, supera el 40% de esta cuenta lamentablemente emblemática para la población. Con un impacto devastador en las periferias, la política de la muerte se presenta en este escenario bajo un velo sombrío que deja opacas las condiciones para entender la realidad en la actualidad.

Estas cuentas que aparecen más en la información actual no dicen quién muere, sino que presentan números fríos y botan a la basura el cálido número de la vida, que llega a personas de grupos sociales específicos y a sus redes particulares social e históricamente. ¿El capitalismo ya no necesita más el «ejército de reserva» para seguir su modo de operar la explotación? ¿El capitalismo ya no necesita la concentración y centralización del capital y su reproducción ampliada, explotando ambientes “colonizados”, para expandir progresivamente sus gigantescas ganancias? ¿Está el capitalismo, una vez más, usando su mano más que visible del mercado, convirtiendo los cuerpos en una fuerza de trabajo y deshaciéndose de ellos cuando le parece más interesante para obtener ganancias? ¿La reproducción ampliada de este sistema no está llevando a cabo –de una manera cínica, monstruosa, nefasta y profunda– su verdadera cara, cuando hay alguna amenaza para su lucro? Después de todo, ¿acaso el vector al cual recurre el capital no ha puesto siempre el lucro por encima de la vida? ¿Y no han sido siempre las periferias las que han sufrido el mayor impacto de este movimiento mundial en torno a las ganancias?

Es evidente que, aún en el contexto de una pandemia, el Estado de excepción creado nuevamente decide no actuar, al menos en este tiempo, de manera diferente a la estética, al formato y a las organizaciones que siempre se lo han tomado en la historia. Las personas que organizan el Estado, en el capitalismo tardío y en las fases posteriores a la colonización, lo hacen por intereses privados y con la imposición de un poder morboso, en el movimiento limitador de la vida. Su discurso busca ocultar, como siempre lo hace la hegemonía ideológica de las oligarquías financieras y políticas, la necropolítica en curso, responsabilizando a la Naturaleza. Así, se crea un escenario mentiroso en el que desaparece la política que se apodera de la ciudad, impuesta por los controladores del Estado. Encubriendo la verdad sobre la política de Estado que antepone el lucro a las vidas, el discurso se presenta como si el contagio, la enfermedad y la muerte por la covid-19 fueran una fatalidad de aspectos de la Naturaleza y sus ciclos inevitables. La inversión ideológica sigue siendo la misma en la historia: el interés particular (mantener la economía brasileña) se presenta como el interés general, ocultando su verdadero propósito, o sea, privilegiar y garantizar los intereses de estas oligarquías para fines particulares y privados, dejando morir a su propia suerte a la población más precaria y empobrecida, como siempre. Una inspiración darwinista para las periferias y, por otro lado, garantía de recursos salud y de vida para las élites.

Así, es más fácil comprender las razones que conducen a la enfermedad y la muerte. Para agravar esta histórica realidad, la mayor preocupación del gobierno en este contexto es querer imponer una tributación a los ingresos y a los sueldos y no a los lucros ni a las grandes fortunas. Trabajadoras y trabajadores se ven, así, triplemente explotados: por la realidad de sus trabajos no remunerados, por los impuestos no devueltos en políticas públicas y, ahora, para salvar una economía que no trabaja por sus vidas, sino al contrario, por sus muertes. Sabemos que para contar con recursos que faciliten cualquier enfrentamiento contra la pandemia, que se sustenten en investigaciones y orientaciones científicas, será necesario beber de la fuente del conocimiento, de sus verdades históricas y relativas, de un proyecto humanizador de la lectura del mundo, de la vida y del contexto pandémico, sometiendo los lucros a la vida y no al revés. Es el lucro que necesita servir a la vida, no la vida servir al lucro.

En este escenario devastador, los escritos que aparecen y que predominan dan importancia a tal economía, en desmedro de la vida. En este caso, es una mezcla de investidura de ignorancia, de ideologías de las falsedades y de aprovechamiento de la situación de inestabilidad emocional de la mayoría de las personas. A decir verdad, la economía se debería poner en juicio de todos, de verdad, con todas las informaciones necesarias, con lo COMÚN. Cabría señalar que la naturaleza está apropiada de forma privada, sin que se garantice lo básico para todas las personas. Y vean, la misma naturaleza que quieren responsabilizar por la situación actual –ocultando la responsabilidad de la política que se impone en Brasil y en el mundo– no aparece como fundamental para nutrir y expandir la vida de las personas. La gente produce, las mercancías se venden, un pequeño grupo de personas se las apropia y se beneficia de ellas y la gran mayoría de la población está expuesta a la explotación y controles que sólo se están expandiendo. En tiempos como este y contra la corriente del tiempo, es fácil para la oleada de falsedades tratar todo lo que ocurre como responsabilidad de la pandemia. ¡No! No es responsabilidad de la pandemia, sino de la política mayoritaria en vigor y su nefasta forma de lidiar con la vida de las personas en la pandemia. Lo que más enferma y mata es la política actual, no el nuevo coronavirus.

En este momento, quien tiene que ir a contracorriente del tiempo son las personas que defienden la vida y no las que invierten en la destrucción de la vida, como ha prevalecido desastrosamente en Brasil. Y hay letras en el tan comentado y defendido sistema legal para promover la existencia del INGRESO MÍNIMO UNIVERSAL E INCONDICIONAL. Después de todo, el proyecto ya aprobado que debería utilizarse como ley de ingresos mínimos ya existe en el país. Y, con solo seguir las leyes que hay acumuladas, sería posible vivir una situación diferente a aquella por la cual hoy morimos. Así como habría un acumulado de fuerzas, cultura y política para avanzar y salir de la lamentable situación de resistir para no empeorar, ya que lo que no está bueno, parece que puede empeorar a cada día. El gran desafío, por tanto, es y será siempre avanzar en la radicalización de la democracia y la conquista de derechos que permitan que la humanidad viva con dignidad y no con la morbosa supervivencia que impera para la mayoría de las personas.

¹ Mbembe, Achille – NECROPOLÍTICA

[i] N.T.: Sigla para Contribuição Provisória sobre Movimentação Financeira, un impuesto que incide sobre las transacciones financieras comunes (giros, transferencias, retiros etc.)


Traducción del portugués por Patricia Alfaro