Cada día, las noticias son más difíciles, pero también más interesantes. Todo se derrumba: el medio ambiente estalla con incendios e inundaciones, el virus COVID con sus variantes asola el planeta, Afganistán nos muestra, una vez más, lo absurdo de la guerra, y la ineptitud y miopía de los gobernantes se hace cada vez más patente.
El actual sistema de creencias no puede aportar soluciones en el momento actual. Estamos ante un nuevo momento, de una dimensión totalmente nueva. Nos faltan los gobernantes adecuados para abordar estos fenómenos, ya que todo se está mirando con gafas viejas. Estamos anclados en el pasado, sin visión de futuro.
Los ejemplos de esto abundan. Cuando se produjo una vacuna para el COVID-19 en menos de un año, algunas personas sospecharon, diciendo «antes se tardaba 10 años en conseguir una». No podían reconocer cómo se puede progresar.
La guerra de Afganistán no llevó la democracia a ese país. ¿Nos llevó eso a preguntarnos por la eficacia de este extraño concepto de guerra? No.
La guerra contra las drogas en Estados Unidos no redujo el consumo de drogas. En 2001, Portugal se convirtió en el primer país europeo en abolir todas las sanciones penales por posesión personal de drogas, ofreciendo a los adictos terapia en lugar de penas de prisión. El resultado: bajó el consumo de drogas y también se redujeron las muertes por sobredosis. ¿Se ha reproducido el modelo?
Cuando China redujo la pobreza de 800 millones de personas en los últimos 30 años, ¿alguien estudió realmente cómo se hizo? ¿Estamos realmente interesados en eliminar la pobreza? Los préstamos del Banco Mundial nunca han funcionado, pero seguimos presionando a los países para que los acepten.
Los progresistas siguen hablando de los trabajadores como si estuviéramos en el siglo XIX, sin darse cuenta de que los «trabajadores» de los que hablan votaron a Donald Trump y no quieren oír nada sobre la lucha de clases. En Sudamérica están mirando a EEUU como fuente de modelo aspirante o a una nostalgia bolivariana, ya que en EEUU los políticos se presentan con una plataforma de creación de más puestos de trabajo. ¿Por qué no promueven en cambio la automatización, para liberarnos de actividades sin sentido?
El tema del cambio climático también viene del pasado. Hace 40 años, la gente proponía energías renovables, pero ¿quién les escuchaba? No muchos. Imagina que hubiéramos pasado cuatro décadas trabajando en el desarrollo de energías alternativas, sustitutos del plástico, transporte ecológico, etc. Las personas que propusieron estas alternativas fueron marginadas y disminuidas por la intelectualidad de la época. Esta oportunidad perdida hará mucho más difícil la vida de millones de personas y agotará recursos preciosos.
Todo consiste en repetir el pasado, aunque no tenga ningún sentido, aunque sea absolutamente irracional. Somos adictos al lugar de donde venimos, en lugar de hacia dónde vamos.
El futuro no consiste en ser positivo o negativo. No se trata de «todo va a ir bien». El futuro es un proceso, con tendencias que podemos ver y predecir. Algunas cosas seguirán creciendo y desarrollándose, otras desaparecerán. El desarrollo tecnológico, por ejemplo, continuará, mientras que la relación entre el trabajo y el dinero, sin embargo, será cada vez más complicada. La esperanza de vida de las personas nacidas hoy en esta parte del mundo aumentará hasta los 150 años. ¿Qué impacto tendrá eso en una institución como el matrimonio? El empoderamiento femenino irá mucho más allá de nuestra idea actual de feminismo. Las fronteras nacionales se desvanecerán, los coches dentro de las ciudades desaparecerán. La Inteligencia Artificial traducirá idiomas simultáneamente con un alto nivel de precisión. La tecnología vestible combinada con la I.A. salvará vidas y ayudará a diagnosticar problemas de salud a tiempo, evitando la necesidad de muchas formas de cirugía.
Hoy las religiones juegan la carta del pasado, con sus transcripciones milenarias, juegan con la cabeza de la gente y comprometen a los seguidores a convertirse en activistas políticos y milicias violentas. Tenemos que dejar de justificar nuestra posición actual basándonos en escritos del pasado o en recuerdos nostálgicos.
Incluso los terapeutas y consejeros de bienestar están atrapados ahí, justificando el sufrimiento presente conectándolo con «traumas» pasados. Evitan la verdadera discusión con los pacientes: ¿cómo podemos tener una vida con sentido en este mundo loco? Por supuesto, es más fácil hacer que alguien se reconecte con algo que sucedió hace décadas recordando alguna parte de esa historia. Se alimenta la ilusión de volver para vengarse. La única solución es reconciliarse añadiendo comprensión a ese «recuerdo», e imaginando un futuro diferente para uno mismo. No hay atajo.
Nuestro reto en este momento es crear una visión que todos podamos compartir y explicarla en términos de sentido común. Tenemos que usar nuestras mentes para imaginar un nuevo y poderoso futuro para la humanidad. Se están produciendo algunas demostraciones impresionantes de este nuevo pensamiento; tenemos que reconocerlas y basarnos en ellas para formar una imagen que nos señale una nueva dirección.
Imagina un partido político que, en lugar de crear una plataforma de «empleos», se dedicará a crear una sociedad en la que las personas vivan con sentido. Imagina una religión que promueva la idea de que los humanos son seres transformadores, con posibilidades y opciones ilimitadas. Imagina tener un trabajo que te permita contribuir a la sociedad al tiempo que desarrollas tus conocimientos y cualidades. Imagina que el objetivo de un país fuera asegurarse de que a todos los demás países les va bien. Imagina que la función de una familia fuera desarrollar el amor por la humanidad y cuidar a los niños que mantendrán viva la luz del futuro. Imagínate.