La venta mundial de su premiado aceite de oliva ha ayudado a empoderar a 300 mujeres árabes
Por Coco Cresswell
En 1996, la activista social judía israelí Hadas Lahav tuvo una visión: un futuro de coexistencia árabe-israelí. Ese mismo año comenzó a poner su sueño en práctica con Sindyanna of Galilee («Sindyanna de Galilea»), empresa social cofundanda y dirigida por mujeres que produce aceite de oliva y otros productos locales.
Situada en el norte de Israel, la empresa adopta un sistema ascendente para conseguir un cambio positivo en el conflicto israelí-palestino, la crisis más compleja de Medio Oriente, que se remonta a la década de 1940. Los beneficios que genera Sindyanna de la venta de productos locales, como su premiado aceite de oliva virgen extra que se vende en todo el mundo, se reinvierten en la comunidad, ya sea en forma de trabajo y educación para las mujeres árabes, de desarrollo de explotaciones agrícolas sostenibles o de promoción de oportunidades de colaboración entre árabes e israelíes.
Coco Cresswell conversó con Hadas para saber más sobre su misión.
—¿Cómo se ha desarrollado Sindyanna of Galilee?
—Comenzamos como una pequeña empresa de venta de productos locales (sobre todo aceite de oliva) en Majd al Krum, pueblo árabe al norte de Galilea. Con el tiempo crecimos profesional y económicamente, y en 2005 nos trasladamos a la zona industrial de Kafr Kanna. Hasta hoy, Sindyanna of Galilee es el único productor de aceite de oliva con certificado de Comercio Justo de Israel que opera con la población árabe del país. Esto aporta una profunda experiencia funcional y un planteamiento práctico, lo que nos permite desarrollar capacidades y tener un impacto real.
—¿En qué formas ha ayudado Sindyanna of Galilee a promover la coexistencia árabe-israelí?
—Sindyanna of Galilee promueve activamente los conceptos de «negocio social» y comercio justo en Israel. Lo conseguimos vendiendo aceite de oliva y otros productos de primera calidad de productores árabes en el mercado internacional según los principios del comercio justo, y después invirtiendo nuestros beneficios en la educación de las mujeres árabes. Nuestro trabajo pretende cerrar divisiones culturales, estimular la agricultura sostenible y apoyar los cultivos orgánicos.
Creemos que nuestros numerosos premios internacionales prueban que es posible la paz y la solidaridad en Medio Oriente. Nuestra labor como grupo de mujeres árabes y judías es la respuesta definitiva a las violencias, las guerras y la destrucción de Gaza que hemos experimentado recientemente. Las mujeres de Sindyanna son auténticos agentes de cambio. Su esfuerzo es un ejemplo de cómo podemos reconstruir nuestra sociedad sobre cimientos más justos.
—¿Qué posibilidades ves de que Sindyanna of Galilee siga apoyando a mujeres árabes e israelíes en el futuro?
—Creemos que el mensaje de Sindyanna se hará más fuerte y recibirá más apoyos de nuestra comunidad local y de la global. Como nos ha enseñado la pandemia de COVID-19, lo que más necesita nuestro mundo es solidaridad, que es el ADN y el ARN de nuestra organización. En el futuro prosperaremos y expandiremos nuestra actividad a la agricultura sostenible y a proyectos ambientales, como los cultivos hidropónicos. Hay muchas oportunidades de crecer y adquirir más influencia, pero al final, ¡todo depende de nosotros!
—¿En qué se diferencia Sindyanna of Galilee de otras organizaciones?
—Sindyanna destaca entre las organizaciones de la sociedad civil de Israel porque ha conseguido combinar un modelo económico con un mensaje social y político único.
Nuestra composición árabe y judía define nuestra visión, que es la de trabajar a favor de una sociedad igualitaria y justa que atienda los intereses de todos los ciudadanos. Esto también forma parte de nuestra identidad de comercio justo: nos esforzamos en mejorar la economía de los árabes de Israel, desfavorecida respecto a la de los judíos. Estamos en contra de considerar la relación entre esas dos economías como un juego de compensación, donde una gana cuando la otra pierde: eso va en contra de todo el mundo, y alimenta sentimientos amargos que al final se traducen en violencia.
—¿Cuántos puestos de trabajo ha creado Sindyanna desde 1996? Háblanos de los servicios educativos que proporcionáis.
—El empleo de mujeres árabes es un objetivo estratégico primordial de Sindyanna of Galilee. El empleo es la herramienta de mayor alcance contra la pobreza personal y comunitaria. Sindyanna ha decidido acercarse a las amas de casa para darles conocimientos que pueden significar fácilmente empleos en sectores como agricultura hidropónica, alimentos y tejido de cestas. Sindyanna ha formado profesionalmente a 300 mujeres que ahora son independientes. Algunas incluso han comenzado a impartir cursos a otras mujeres y niños en clubs y escuelas. Otras 900 han dado el primer paso de dejar la casa para participar en el curso, y así han encontrado el valor de continuar su educación y buscar trabajo.
—¿Cuáles han sido las mayores dificultades que ha enfrentado Sindyanna?
—La mayor dificultad que encaramos como organización sin ánimo de lucro es seguir con nuestro objetivo de convertirnos en buenos productores de aceite de oliva. La producción de este aceite no es un proceso sencillo. Además, las mujeres que empleamos proceden de distintos orígenes socioeconómicos, y a menudo tienen poca o ninguna experiencia profesional en la manufactura del aceite. Cuando fundamos Sindyanna, decidimos que ayudaríamos a todas las mujeres árabes e israelíes, fuera cual fuera su nivel de formación. Por tanto, empoderarlas y enseñarles cómo hacer productos de buena calidad es un enorme reto para nosotros… ¡hace falta mucha conciencia social e inversión para llegar a donde estamos hoy!
—¿Hay algún plan de expansión para los productos?
—Siempre queremos expandir y desarrollar nuestros productos. Buscamos productos locales de las comunidades árabes que puedan ser atractivos en los mercados exteriores. Ahora queremos vender sirope de algarroba, miel, halva, olivas de mesa y tahini. El principal determinante de lo que hacemos es su costo de importación. A causa de la globalización, los agricultores palestinos que producen ingredientes esenciales —como las semillas de ajonjolí necesarias para elaborar tahini— no pueden competir con las empresas internacionales. Por eso, aunque elaboramos muchos productos locales, los costos siguen siendo un factor importante.
—¿A cuántos agricultores compran olivas? ¿Ha cambiado este número desde 1996? ¿Qué dice eso de la noción que tienen estos agricultores de la coexistencia entre árabes e israelíes?
—En 1996 comenzamos con un pequeño grupo de agricultores en Deir Hanna, al norte de Israel. Hoy compramos olivas a 15 grandes grupos de agricultores que representan unas cien familias. La creciente participación en las comunidades locales sugiere que cada vez más gente quiere un futuro donde se respeten los derechos de todos. No podemos esperar que los políticos encuentren una solución mágica. No tiene sentido que un palestino y un israelí puedan vivir uno al lado del otro y solo uno tenga carné de identidad y libertad de movimiento. Las árabes e israelíes que ayudamos en Sindyanna seguirán luchando por la coexistencia desde abajo.
—¿Ha habido reacciones o respuestas negativas a tu labor? Si las hubo, cuéntanos cuáles han sido estas respuestas y cuál fue la reacción.
—Hasta ahora, Sindyanna ha recibido el aprecio de todo el mundo por lo que intentamos hacer. Hemos visto que las familias de algunas mujeres árabes se resisten al hecho de que sus hijas y esposas trabajen y se consideren empleadas. No obstante, creo que el apoyo que recibimos se debe en buena parte a que tenemos un planteamiento muy cuidadoso de la situación: dedicamos tiempo a explicar con detalle nuestro sueño, y por eso, aunque algunos no estén de acuerdo, admiran nuestro trabajo.
Traducido por Lourdes Sada