Es muy difícil precisar cuándo empieza una guerra. El pistoletazo de largada dependerá de quién cuente la historia y a qué intereses responda. Claramente, la fecha importante es la del final de un conflicto, la firma de acuerdos, la reconstrucción y rediagramación que suceden a las bombas. Y ojalá la del comienzo de la reconciliación, aunque tampoco es una fecha demasiado precisa, porque las repercusiones continúan en el tiempo pese al alto el fuego.
Empecé a escribir este artículo una docena de veces y nunca encontraba el tono o la claridad en lo que quería expresar, dudo mucho que esta vaya a ser la excepción. Pero los hechos se suceden y es hora de retomar este tema, del que comencé a escribir en 2014.
Sí, luego del golpe de estado orquestado por Occidente y el apoyo criminal a los grupos neonazis independentistas. Ucrania no había logrado recomponerse tras la caída del sistema soviético y siendo el puente entre Europa y Asia, fue terreno de enfrentamientos geopolíticos con revoluciones de colores, fraudes, corrupción y terrorismo. A la irrupción de gobiernos antirusos se sumaron las persecuciones de la población filorusa y los crímenes contra la humanidad, como la insoportable masacre de Odessa.
Rusia respondió a este desconcierto y desestabilización con escudo militar y la anexión de Crimea, además de un territorio de clara preferencia rusa, también un enclave estratégico fundamental para las aspiraciones securitarias del país de Vladimir Putin. Tras la firma del acuerdo de Minsk llegó una suerte de calma chicha, que no impidió que una suerte de guerra civil continuara en los territorios de Donbás, donde dos territorios buscaban su independencia de Ucrania: Lugansk y Donestk.
En el medio se cumplieron los 32 años de la caída del muro de Berlín, pero con ello no hubo ninguna disolución de la OTAN, organismo creado para combatir el comunismo en el mundo. De hecho, se convirtió en una suerte de ejército de ocupación internacional que generó guerras que solo en el Siglo XXI costaron más de 6 millones de vidas humanas. En el vigésimoquinto aniversario Mijaíl Gorbachov apareció en los medios de todo el planeta defendiendo a Putin, defendiendo su trabajo de devolverle a Rusia la dignidad perdida y denunciando todas las mentiras de las que había sido víctima la Unión Soviética y la Federación Rusa después. Hace pocas semanas Alemania desclasificó los documentos que demuestran fehacientemente los engaños cometidos por Occidente contra el bloque socialista para su disolución. El desarme nunca fue un plan para los Estados Unidos, ni Europa.
2014 fue también un año emblemático por los acuerdos a los que llegaron China y Rusia, una senda de colaboración que se fue consolidando y que pese a los altibajos vividos por las crisis sucesivas que vivió el planeta, mantuvo la dirección creando un campo multipolar capaz de resistir la hegemonía globalista que imponía a sangre y fuego el sistema financiero bicéfalo de Londres y Wall Street.
Lamentablemente los líderes de las potencias occidentales hicieron oídos sordos a las exigencias del líder ruso y a las gestiones de su cuerpo de relaciones exteriores. Incluso las sucesivas reuniones mantenidas por Putin con presidentes de otras naciones parecían mostrar una capacidad de dialogar con nervios de acero y de estar resistiendo la campaña global de descrédito y demonización. Intuyo que parte de esto facilitó ordenar una intervención armada. ¿Podía tener peor imagen Vladimir Putin? Tomó riesgos y busca mostrarse como un estadista pragmático dispuesto a prender un cortafuego sangriento. En las próximas horas veremos si este incendio controlado logra evitar una tragedia de magnitudes catastróficas.
La construcción de la red multipolar de contraposición a la hegemonía atlantista tuvo muchas etapas y se ven los logros en este desconcierto y parálisis que muestran los países acostumbrados a bombardear capitales de países enemigos. Enfrentar a un pulpo tentacular que tiene muchas cabezas y cuyo peso específico económico y militar no solo iguala, sino que incluso supera al imperio en descomposición, obliga a Joe Biden y otros prepotentes a considerar mejor sus pasos. La llegada de este último a la Casa Blanca potenció las crisis de Ucrania y Hong Kong, pero la respuesta sinorusa, hasta ahora, había sido más y mejor diplomacia.
China sigue penetrando los organismos internacionales, no solo en forma de financiación, sino intentando ir cambiando su orientación. La Ruta de la Seda es el ejemplo más palmario de su capacidad de establecer acuerdos de cooperación en todos los continentes. Pero su presencia en los mercados internacionales le da un rol cada vez más destacado. La intervención de China mediando en el conflicto ucraniano podría ser la carta de salida a la guerra. Si China ejerciera ese rol pacificador, instauraría un nuevo ciclo planetario que dejaría en total entredicho los paradigmas belicistas, expansionistas y de imposición extorsiva.
El equipo diplomático chino no ha parado un segundo este año y en las últimas horas han mantenido conversaciones con todas las potencias para expresar su postura y propuesta para que desde el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas se pueda generar este cambio pacificador.
La agencia de noticias china Xinhua difundió las palabras del consejero de Estado y ministro de Relaciones Exteriores de China, Wang Yi.
“En primer lugar, China defiende firmemente el respeto y la salvaguardia de la soberanía y la integridad territorial de todos los países y el serio cumplimiento de los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas. La posición de China es coherente y clara, y también se aplica a la cuestión de Ucrania”, desarticulando así las críticas vertidas contra China por su supuesto apoyo incondicional de lo hecho por Putin contra el régimen de Kiev.
“En segundo lugar, China aboga por un concepto de seguridad común, integral, cooperativa y sostenible. China cree que la seguridad de un país no puede darse a expensas de dañar la seguridad de otros, y la seguridad regional no se puede garantizar reforzando e incluso ampliando bloques militares. Y las preocupaciones de seguridad razonables de todos los países deben ser respetadas”, remarcó.
“Después de las cinco rondas consecutivas de expansión hacia el este de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), las demandas legítimas de Rusia en materia de seguridad deben ser tomadas en serio y resueltas de una manera adecuada”, denunció de esta manera las contradicciones evidentes del discurso hipócrita de los Estados Unidos.
“En tercer lugar, China ha estado siguiendo la evolución de la cuestión de Ucrania, y la situación actual es algo que no quiere ver”, expresó así su posición pacifista.
“Es absolutamente imperativo que todas las partes ejerzan la moderación necesaria para impedir que la situación en Ucrania se deteriore o incluso se descontrole. La seguridad de las vidas y propiedades de las personas comunes y corrientes debe salvaguardarse de forma eficaz y, en particular, deben prevenirse las crisis humanitarias a gran escala”, aportaba Yi como línea roja humanista.
“En cuarto lugar, la parte china apoya y alienta todos los esfuerzos diplomáticos conducentes a una solución pacífica de la crisis de Ucrania. China da la bienvenida a las conversaciones y negociaciones directas entre Rusia y Ucrania tan pronto como sea posible”, alentó.
“La cuestión de Ucrania ha evolucionado en un contexto histórico complejo. Ucrania debería ser un puente de comunicación entre el este y el oeste, en lugar de la primera línea de enfrentamiento entre los principales países. China también apoya a Europa y Rusia en sus esfuerzos por mantener un diálogo en pie de igualdad sobre la cuestión de la seguridad europea, y finalmente formar un mecanismo de seguridad europeo equilibrado, eficaz y sostenible”, advierte y sugiere como plan a futuro el canciller chino.
“En quinto lugar, China cree que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas debe desempeñar un papel constructivo en la resolución de la cuestión de Ucrania, colocando en primer lugar la paz y la estabilidad regionales, así como la seguridad de todos los países”, increíble sería que por una vez el Consejo de Seguridad sirviera para algo positivo a la humanidad.
“Las medidas adoptadas por el Consejo de Seguridad deberían reducir la tensión en lugar de echar leña al fuego, y contribuir a avanzar en la solución de la cuestión por medios diplomáticos en lugar de empeorar la situación. China siempre se opone a citar deliberadamente el capítulo VII de las resoluciones del Consejo de Seguridad para autorizar el uso de la fuerza y las sanciones”, trazaba así un nuevo camino del organismo.
Seguimos citando a Xinhua en la descripción realizada por el ministro sobre China “como miembro permanente del Consejo, así como un gran país responsable, siempre ha estado cumpliendo fielmente sus obligaciones internacionales y jugando un papel constructivo en la salvaguardia de la paz y la estabilidad mundiales”. Y agregó que “China es un gran país con el mejor historial, nunca ha invadido a otros países, librado guerras de poder, buscado esferas de influencia o participado en cualquier confrontación de bloque militar”.
“China se adhiere al camino de paz y desarrollo, y está comprometida con la construcción de una comunidad con un futuro compartido para la humanidad”, citó Wang de esta manera las líneas trazadoras que expresa el líder chino Xi Jinping desde hace años.
“China continuará rechazando firmemente todas las hegemonías y poderes fuertes, y salvaguardando resueltamente los derechos e intereses legítimos y legales de los países en desarrollo, especialmente de los países pequeños y medianos”, concluyó como advertencia al resto de naciones del Consejo de Seguridad y no solo.
A las declaraciones del canciller chino se suma el pedido directo de Xi Jinping a Vladimir Putin de ponerle fin a la acción militar a través de una negociación, como informara CCTV. Si bien los amos del presidente ucraniano Zelenski le exigen intransigencia, la posibilidad de una mediación china podría ser una oferta demasiado tentadora.