Me llegó una campaña a favor de una artista callejera llamada Ropi, 23 años, de nacionalidad argentina, que está presa en Pernambuco por intentar presuntamente asesinar a un policía militar. Las únicas (dos) noticias que encontré en los medios son incompletas, pero definitivas en incriminarla. El informe de la campaña, sin embargo, afirma que se trató de un acto de defensa. Decidí escribir este texto porque, cuando me topé con la mencionada campaña, recordé tres situaciones que me llevan a inclinarme por la versión de la joven.
La primera son los comentarios habituales que suelo escuchar sobre los artistas callejeros. He oído a mucha gente llamar “vagos”/”vagas” a los/las jóvenes que se ganan la vida haciendo malabares en los semáforos, o espectáculos ambulantes a las puertas de bares y restaurantes. Es una falta de sensibilidad sin precedentes. Son muchos los insultos, las blasfemias y los desprecios hacia aquellos/aquellas que sólo buscan ganarse el pan de cada día honradamente. Es realmente escandaloso.
La segunda se refiere a la forma en que fui testigo de cómo varios policías militares trataban a las personas sin hogar en el Centro Histórico de Salvador (Pelourinho) durante el tiempo que trabajé como profesora en una escuela pública estatal en esa zona. No parecían estar tratando con humanos. Pasaba tres días por semana por el lugar antes de las 7 de la mañana y via cómo los agentes públicos pateaban, gritaban, o empujaban (o todo eso junto) a las personas que dormían en una plaza. Todo para que el “paisaje cambiara” cuando llegaran turistas nacionales y extranjeros a pasear por el lugar.
El tercer y último recuerdo se refiere a los relatos de un ex estudiante universitario que tuve, también en Salvador de Bahia, que era policía militar. Recién admitido en la corporación, estaba horrorizado, por ejemplo, por la forma en que muchos de sus colegas trataban a los niños sin hogar. Mientras él intentaba hablar con los niños, crear algún vínculo afectivo como forma de minimizar el dolor del abandono, la mayoría de sus compañeros policías los despreciaban, a veces con patadas e insultos.
Nada más leer el texto de la campaña solidaria para ayudar a Ropi, no he podido evitar relacionar este caso con las tres situaciones que acabo de relatar, y que por desgracia ocurren todos los días en este país. Por eso me incliné inmediatamente por la narrativa de la campaña, según la cual esa joven fue interceptada violentamente por el agente de la ley y se defendió con el cuchillo. Ella dormía en un edificio abandonado y el policía la habría despertado a patadas, tal como presencié en Salvador, en el centro histórico de la ciudad.
Desafortunadamente, la Policía Militar brasileña tiene una historia agresiva, a pesar de tener, sin duda, oficiales (hombres y mujeres) que desempeñan sus funciones con humanidad. Investigaciones y estudios realizados por organismos especializados muestran cada año ese perfil agresivo/violento de nuestras fuerzas policiales.
El Foro de Seguridad Pública de Brasil, por ejemplo, registró que en 2020, en medio de la pandemia de Covid-19, 6.416 personas fueron asesinadas por policías militares y civiles, ya sea que estuvieran de servicio o en su propio tiempo libre. La Red de Observatorios de Seguridad constató que en Pernambuco, en 2019, las acciones policiales fueron responsables de la muerte de 74 personas, cifra que aumentó a 113 en 2020.
Precisamente este martes 24 de mayo, un operativo policial realizado en Río de Janeiro dejó un saldo de al menos 11 personas muertas. Podría mostrar datos resultantes de estudios en diferentes partes del país, pero ese no es el propósito de este texto. Lo que pretendo es cuestionar la detención de la joven y también la narrativa presente en los dos textos periodísticos que encontré sobre este hecho, que simplemente la exponen como criminal, cuando la realidad de la actuación de la PM en Brasil nos hace dudar.
El primero, titulado “Argentina de 23 años es detenida tras intentar matar a un policía con un cuchillo en la playa de Maracaípe, en Ipojuca”, está compuesto por 14 líneas, ilustrado por una foto que muestra a una joven desenfocada siendo conducida por un oficial de la ley y otro que muestra una mano que sostiene una navaja; fotos que, por cierto, son bastante desproporcionadas con el tamaño del texto. La segunda noticia, compuesta por 22 líneas, e ilustrada por una foto aún mayor que la primera (sede de la Policía Civil de Pernambuco) lleva el titular “Argentina es detenida en flagrancia tras apuñalar a un policía militar en Pernambuco”.
Ninguno de los dos textos presenta el testimonio de Ropi exponiendo la(s) razón(es) del apuñalamiento. Son “más de lo mismo” cuando nos referimos a las noticias policiales que habitualmente aparecen en los medios nacionales, más interesados en tratar los hechos de manera espectacular (ver los titulares y los tamaños de las fotos), que investigar y denunciar un hecho para conocimiento público.
Por eso escribo este texto, y también dejo los datos de la campaña para quienes quieran colaborar con la defensa de Ropi, una joven que está presa en un país que no es el suyo, por un delito que supuestamente cometió en su propia defensa.
En Brasil, la colaboración se puede hacer a través de PIX 11974647696 (Camila Dovis). En Argentina, CBU:0140025003713604346122 – Banco Provincia (Rosana Daniela Casse).