«El crecimiento exponencial a veces es difícil de imaginar, porque el ser humano, hablando en general, piensa linealmente», Michio Kaku.
Javier E Belda – IHPS
¿Cómo aproximarnos a los significados de algo de apariencia no representable, inmersos como estamos en la copresencia de la vida cotidiana y los hechos pasados? ¿Podemos anticiparnos a un nuevo periodo? ¿Cuál sería el interés de hacer ese intento? ¿Cómo construir una nueva mirada consciente?
Nos asaltan muchas preguntas, cada vez más interesantes…
Existen teorías muy llamativas (de las que trataremos en futuros artículos) provenientes del campo de la física: Martin Rees, Lee Smolin, Roger Penrose, Michio Kaku, etc. Pero antes nos parece adecuado comprender el significado, más allá de los desenlaces posibles.
Una vez que nos hacemos conscientes de esta dinámica del tiempo en la que participamos, estamos en condiciones de atrevernos a imaginar.
En nuestra vida diaria la evolución se presenta ilusoriamente como lenta o incluso estática, pero eso es tan solo un indicador de nuestra capacidad de observación, porque bien sabemos que todo a nuestro alrededor cambia y nosotros con todo ello, resultando bastante subjetivo advertir a qué ritmo lo hace.
Aunque súbitamente irrumpan fenómenos que nos desestabilizan profundamente –como en los primeros momentos de la pandemia–, esto no significa que estemos captando la aceleración del tiempo histórico, ni la Singularidad, porque no tenemos una visión megahistórica inmersos en la cotidianidad.
En Cartas a mis amigos, Silo pone de relieve las distintas formas que tenemos los humanos de para emplazarnos «Hay quienes confunden su vida con sus rutinas, pero esto no es así en absoluto ya que muy frecuentemente deben elegir dentro de las condiciones que les impone el medio».[1]
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El surgimiento de «lo nuevo»
Expone Nazaretián que, el sistema madre, al entrar en el callejón sin salida del crecimiento monótono, pierde sostenibilidad, momento en que entra en juego la regla de la variedad redundante.
«Se observa claramente en los estadios prehumanos de la historia del Universo y también en los estadios post-neolíticos del desarrollo de la sociedad y la cultura» (Nazaretián, 2005).
Por su parte Alexander Panov se refirió a la misma idea como diversidad interna excedente.
Se entiende por diversidad interna excedente a aquellas formas de organización que no juegan un rol estructurador significativo en el sistema-planeta y no dan ventajas evolutivas notables en la etapa de desarrollo en curso. Sin embargo, al momento de iniciarse la crisis evolutiva, precisamente algunas de estas formas de diversidad interna excedente dan la respuesta adecuada a la crisis y se convierten en el nuevo factor estructurador para la etapa de desarrollo siguiente. [2]
Para M. R. Cobos se trataría de la Ley de superación de lo viejo por lo nuevo. No obstante, las 4 leyes desarrolladas por Silo están correlacionadas, por lo que se hace necesario considerarlas simultáneamente (más allá de una visión secuencial).
Ley de estructura: «Nada existe aislado, sino en relación dinámica con otros seres dentro de ámbitos condicionantes».
[…]Ley de concomitancia: «Todo proceso está determinado por relaciones de simultaneidad con procesos del mismo ámbito y no por causas lineales del movimiento anterior del que procede».
[…]Ley de ciclo: «Todo en el Universo está en evolución y va desde lo más simple a lo más complejo y organizado, según tiempos y ritmos cíclicos».
[…]Ley de superación de lo viejo por lo nuevo: «La continua evolución del Universo muestra el ritmo de diferencias, combinaciones y síntesis cada vez de mayor complejidad. Nuevas síntesis asumen las diferencias anteriores y eliminan materia y energía cualitativamente no aceptables para pasos más complejos».
Estudiamos, con esta Ley, la transformación del individuo y su relación con los cambios del ámbito mayor dentro del cual se incluye. Esta ley está relacionada con la anterior y explica que una estructura se desintegra porque no puede hacer frente a las nuevas situaciones que le impone el desarrollo; en cambio los elementos más nuevos y de mayor vigor se desarrollan desde su interior hasta desplazar al sistema más viejo. Este nuevo sistema es más complejo y evolucionado que el anterior. Muchos elementos son desechados porque son como vías muertas. A pesar de que toda la experiencia es importante, muchos elementos no son constructivos. A esos elementos que no sirven para que sobre ellos se construyan nuevas experiencias, las denominamos experiencias no constructivas, no progresivas. Esta idea explica la superación de lo viejo por lo nuevo. Lo nuevo, sin embargo, está estructurado según las experiencias anteriores. En particular sobre las más recientes. A medida que una experiencia se apoya sobre otras que son progresivas, concomitantemente otras, las más regresivas, quedan de lado. Este postulado nos permite estudiar lo compositivo de un objeto, fenómeno o situación, y explica cómo se da la dinámica dentro de un proceso.[3]
Sin entrar en detallados ejemplos diremos que esta regla está presente en toda crisis y su posterior escenario de resolución, está en la esencia de todas las revoluciones.
Los grandes pensadores, al responder a las preguntas de su época, buscaron las bases de una moralidad libre de sanciones de ultratumba, líneas de apoyo para la actividad vital que lleven más allá de los límites de la existencia individual sin apelar a la sumisión a autoridades celestiales o al tótem colectivo; una espiritualidad sin misticismo y una solidaridad sin confrontación. Estas ideas, no valoradas lo suficiente por la mayoría de sus contemporáneos, ahora se vuelven verdaderamente requeridas por la historia y su “variedad redundante” podría constituir la carcasa de una nueva visión del mundo planetaria.[4]
IHPS
Paradojas de la Singularidad
Nos preguntamos ahora sobre el punto de la Singularidad.
Durante la evolución de la vida en el planeta han ocurrido numerosas transformaciones revolucionarias (transiciones de fase), que los especialistas han analizado, viendo en detalle los mecanismos actuantes y dando numerosos ejemplos. Pero, ¿es aplicable todo ello al punto de Singularidad?
En el artículo 2 de esta serie hicimos referencia a «atractores y escenarios». Y dado que la Singularidad es en sí misma una gran crisis sistémica sería lógico aplicar el mismo razonamiento que se ha dado en las transiciones de fase del sistema evolución hasta ese momento. Pero en este punto aparece la «primera paradoja»: ¿no es eso un modo de representar el fenómeno demasiado lineal? No puede ser que demos el mismo tratamiento a la Singularidad que a cualquiera de las transiciones de fase que la producen.
Vimos en que las transiciones el desenlace venía dado por tres tendencias: el atractor simple (descendente y termodinámico) y los otros dos: el horizontal (antievolutivo) y el vertical (ascendente), que en la práctica es el que se ha venido produciendo en los grandes hitos evolutivos que conforman la asíntota de sucesos evolutivos.
En cambio, el punto de Singularidad (término prestado de la física para explicar fenómenos no predecibles) representa el colapso de la función que regía en el sistema hasta ese punto. Por ello hacer un traslado lineal no es correcto matemáticamente. En el punto de Singularidad, simplemente sucede un misterio, como ocurre en el interior de un agujero negro. No hay matemáticas para describir el fenómeno.
Pero nuestra Singularidad no se refiere a agujeros negros o al espacio-tiempo, sino al proceso evolutivo que nos incluye. Algo podremos imaginar entonces…
Cuando la función evolución colapse igualmente el sistema se enfrentará a su desaparición o posible supervivencia, ya sea congelada o creciente, con la diferencia de que el salto de escala afectará en ese punto a todo el sistema evolutivo en general (desde el surgimiento de la vida en el planeta, como se ha apuntado en los artículos anteriores).
No es una cuestión esta que se pueda acometer velozmente sin reparar en su magnitud, especialmente cuando estamos aplicando una hipótesis un tanto lineal (en base a lo conocido) frente algo que se nos presenta irresoluble. Nos encontramos en los límites de la capacidad del representar.
Hagamos un inciso significativo. En la psicología humanista se diferencias actos mentales de objetos de representación.
Hay una estructuración mínima sobre la base de la cual funcionan todos los mecanismos de conciencia, que es esta de acto-objeto. Así como funcionan estímulos-registros, así también funcionan actos-objetos en conciencia, ligados por este mecanismo de estructuralidad de la conciencia; este mecanismo intencional de la conciencia. Siempre los actos están referidos a objetos, se trate de objetos tangibles, intangibles o meramente psíquicos.
Así como los sentidos y memoria están siempre trabajando, así conciencia está continuamente lanzando actos dirigiéndose hacia objetos. Esta ligazón entre un acto y un objeto no es permanente, ya que existen actos lanzados en busca de su objeto, y es precisamente esta situación la que le da dinámica a la conciencia.[5]
En Apuntes de psicología explica Silo que los objetos jamás compensan plenamente a los actos lanzados.
Entonces, por lo que se refiere a la resolución logarítmica de la función evolución, la idea de Singularidad es por ahora un acto de la conciencia lanzado en busca de un objeto que la explique satisfactoriamente.
Hay quienes no se sienten cómodos con la teoría de la Singularidad (historiadores, antropólogos, etc.), no por una cuestión menor, sino por un problema de magnitudes. La cuestión es: si es lícito incluir en la misma gráfica a la «cultura humana» junto a los acontecimientos que conformaron la materia, las estrellas o los planetas.
Es decir, consideran que se deberían definir los criterios a la hora de establecer determinados hitos en el eje de eventos de una gráfica. Incluso, se debería establecer una línea de tiempo para los eventos cósmicos y otra para la vida e historia humana a través de dos gráficas complementarias. Sólo así se podrá ajustar el punto de vista en la escala adecuada, de lo contrario, desde una visión cosmológica resultará muy complicado ponderar los acontecimientos de la escala ser humano.
Ejemplificando ese punto de vista, es muy cierto que el salto del Paleolítico al Neolítico fue descomunal, solo equiparable a ciertos acontecimientos geológicos e incluso a la misma aparición de la vida en el planeta. Pero no ocurre lo mismo con otras transiciones de fase que constan en las gráficas citadas en el primer artículo, o al menos no se nos presenta el salto con la misma contundencia. Por ejemplo la «revolución industrial» o la «revolución informática» resultan demasiado contrastadas (pequeñas), por ejemplo, respecto a la formación del Sistema Solar.
En efecto, si reducimos toda la historia del universo a un año terrestre, la vida humana ocuparía el equivalente de 0.21 segundos, como ilustraba Carl Sagan en su Calendario Cósmico (ver artículo 1). Lo cual resulta ilustrativo: emplazándonos en el cosmos, no hay mucho para destacar en ese pequeño lapso de tiempo.
No se tarta aquí de tomar partido, sino de analizar la cuestión para poder dilucidar si la Singularidad ocurrirá en los años venideros o en los siglos venideros, o si ya está sucediendo.
Ensayando una réplica desde el punto de vista de la big history, es evidente que el tiempo histórico se acelera, el cual incluye a la materia cósmica de la que estamos hechos y que nos da origen. Por lo tanto, una aceleración –ya sea uniforme o no uniforme– producirá un punto de Singularidad en algún momento en la escala de la vida humana.
Para la megahistoria, los fenómenos del cosmos y la extrañeza de todo ese mundo extradimensional no es un asunto sólo para los dioses, ajeno a los hombres. Diversos mitos representaron la rebeldía frente a lo misterioso como una pugna entre dioses y hombres.
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La mitología griega cuenta como Prometeo robó el fuego de los dioses para dárselo a los hombres. La obra de Jan Cossiers (Prometeo trayendo el fuego) muestra el momento en el que Prometeo escapa del Olimpo con la llama sagrada.
Las singularidades ocurren, son reales. Haciendo un símil con la vida de un ser vivo: este nace, crece, se desarrolla y finalmente muere. Haciendo una extrapolación, la muerte del ser vivo equivale a la Singularidad, un misterio en el que tal vez la esencia de ese ser autotransformada por su proceso vital siga su evolución con desprendimiento de su sillar físico en la dimensión de lo conocido… O no.
Esto nos lleva a una «segunda cuestión» sobre el momento presente: Si bien estamos sumidos en la incertidumbre respecto al futuro, no es menos cierto de que muchos humanos continúan ilusionados con sus rutinas, con un cierto estilo de vida alineado con el sistema establecido, ajenos a las supuestas transiciones de fase, de las que se han inhibido, en la medida en que podían hacerlo.
Por lo tanto, ¿a medida que nos acercamos al «punto de singularidad» hemos de suponer que estamos más capacitados para afrontar las crisis, tanto que estas pueden pasar desapercibidas para algunos?
En cambio, hay otras certezas que se mantienen inamovibles respecto a la Singularidad: parece evidente que el tiempo histórico se acelera, cada vez las crisis suceden más rápidamente. Además las crisis tienen alcance planetario, difícilmente se resumen a una determinada zona del planeta, ya que sus efectos van más allá en un mundo interconectado globalmente. También la envergadura de estas crisis es cada vez más desconcertante, si pensamos en los ejemplos que citamos en los artículos precedentes por lo que se refiere a nanotecnología, genética, IA o computación cuántica.
Así las cosas, podemos imaginar que en el proceso humano ocurrirá una crisis global cada vez con más frecuencia. Silo, en Catas a mis amigos, describe esta situación de desconcierto frente al caos creciente.
1. El cambio y la crisis: En esta época de gran cambio están en crisis los individuos, las instituciones y la sociedad. El cambio será cada vez más rápido y también las crisis individuales, institucionales y sociales. Esto anuncia perturbaciones que tal vez no sean asimiladas por amplios sectores humanos.
2. Desorientación: Las transformaciones que están ocurriendo toman direcciones inesperadas produciendo desorientación general respecto al futuro y a lo que se debe hacer en el presente. En realidad no es el cambio lo que nos perturba ya que en él observamos muchos aspectos positivos. Lo que nos inquieta es no saber en qué dirección va el cambio y hacia donde orientar nuestra actividad. [6]
El registro que tenemos de esta situación nos lleva a comprender que no es cierto que se pueda dar una sucesión de crisis en un escenario mundial de Singularidad y uno seguir ajeno e indiferente con su vida «normal».
Quienes abogan por un atractor horizontal como una posibilidad evolutiva después de la Singularidad deberían responder a si esta horizontalidad conlleva el mantenernos de forma permanente en situación de crisis sistémica, sin resolución posible, inmersos continuamente en el mito de Sísifo, o bien, debemos imaginar una especie de paraíso ultratecnológico en la Tierra que resolverá todos los problemas.
No nos parece que esta posibilidad sea compatible con la idea de crisis, ni con la idea de evolución, ni con la dinámica procesal.
Representar la Singularidad solo en términos intelectuales podría inducirnos al error de dar vueltas en círculo cerrado, imaginando grandes eventos y saltos evolutivos mientras la gente común permanece indiferente a estas cuestiones y sigue inmersa en su estilo de vida; el cual que se gestó hace miles de años y que supuestamente debería estar obsoleto en el punto de polifurcación.
1. Algunas posturas frente al proceso de cambio actual
En el lento progreso de la humanidad se han ido acumulando factores hasta el momento actual en que la velocidad de cambio tecnológico y económico no coincide con la velocidad de cambio en las estructuras sociales y en el comportamiento humano. Este desfasaje tiende a incrementarse y a generar crisis progresivas. A tal problema se lo encara desde distintos puntos de vista. Están quienes suponen que el desencaje se regulará automáticamente y, por tanto, recomiendan no tratar de orientar ese proceso que, además, sería imposible dirigir. Se trata de una tesis mecanicista optimista. Están otros que suponen que se va a un punto de explosión irremediable. Es el caso de los mecanicistas pesimistas. También aparecen las corrientes morales que pretenden detener el cambio y, en lo posible, volver a supuestas fuentes reconfortantes. Ellas representan una actitud antihistórica. Pero también los cínicos, los estoicos y los epicureístas contemporáneos comienzan a elevar sus voces. Unos negando importancia y sentido a toda acción; otros afrontando los hechos con entereza aún cuando todo salga mal. Finalmente, los terceros, tratando de sacar partido de la situación y pensando simplemente en su hipotético bienestar que extienden, a lo sumo, a sus hijos. Como en las épocas finales de civilizaciones pasadas, mucha gente asume actitudes de salvación individual suponiendo que no tiene sentido ni posibilidad de éxito cualquier tarea que se emprenda en conjunto. En todo caso, el conjunto tiene utilidad para la especulación estrictamente personal y por ello los líderes empresariales, culturales o políticos necesitan manipular y mejorar su imagen haciéndose creíbles, haciendo creer a otros que ellos piensan y actúan en función de los demás. Desde luego que tal ocupación tiene sus sinsabores porque todo el mundo conoce el truco y nadie cree en nadie. Los antiguos valores religiosos, patrióticos, culturales, políticos y gremiales quedan supeditados al dinero en un campo en que la solidaridad y, por tanto, la oposición colectiva a ese esquema quedan barridas al tiempo que el tejido social se descompone gradualmente. Luego sobrevendrá otra etapa en la que el individualismo a ultranza será superado… pero ese es tema para más adelante. Con nuestro paisaje de formación a cuestas y con nuestras creencias en crisis no estamos en condiciones de admitir aun que se aproxima ese nuevo momento histórico. Hoy, detentando una pequeña parcela de poder o dependiendo absolutamente del poder de otros, todos nos encontramos tocados por el individualismo en el que claramente lleva ventaja quien está mejor instalado en el sistema. [7]
Por lo tanto, desde un pensamiento sistémico y humanista, parece correcto imaginar –incluso a corto plazo– un punto de singularidad evolutivo de nuestra especie.
Tal vez la Singularidad se expresará por sí misma más allá de las interpretaciones intelectuales y de los individuos desprevenidos.
[1] Silo. Obras Completas vol.1.Cartas a mis amigos. Tercera carta. Ediciones Humanistas. Madrid. 1998. Pág. 554
[2] Alexander Panov. Punto de bifurcación evolutivo. Instituto de Astronomía – Univ. Lomonosov Moscú, 1991
[3] Jorge Pompei. “Teoría y práctica del método estructural dinámico”, Centro Mundial de Estudios Humanistas, Buenos Aires, 2008. Pág. 36
[4] Akop Nazaretián. Futuro No-Lineal. Ed.Suma Qamaña. Buenos Aires, 2005. Pág. 360
[5] Silo. Apuntes de psicología. Ulrica Ediciones, Rosario, 2006.
[6] Silo. Obras Completas vol.1. Cartas a mis amigos. Tercera carta. Ediciones Humanistas. Madrid. 1998. Pág. 550
[7] Ibid. Segunda carta. Pág. 544