NOVELA ILUSTRADA
La dama del farol cantaba tocando su laúd, su cantó era un hilo que atravesaba el tiempo y el espacio y de alguna manera llegaba al corazón del guerrero, su amado. Ella no sabía hasta qué punto estaban conectados, cantaba como quien tira un mensaje en una botella a la inmensidad del mar, esperando que el azar y la magia lo entreguen a su destinatario.
Por la noche paseaba con su barca y su farol, llegaba hasta la Ciudad de Piedra y se paraba en el puente, solo cinco minutos, no se le permitía permanecer más tiempo. Si en esos cinco minutos el guerrero no venía no se verían, y así pasaba el tiempo.
Ella tenía que regresar por el mar hacia su mundo, dejando tras de sí la estela de su voz. En la isla encantada en que vivía crecían los árboles florales y las plantas bellísimas abiertas entre las fuentes claras, era una isla paradisiaca, con aves de vivos colores, cervatillos y unicornios.
Ella ya había atravesado el mar oscuro de la muerte, había encontrado la salida del profundo pozo y la brillante antorcha de un mago la había puesto a salvo en aquel lugar. Ahora sólo esperaba encontrarse con el guerrero. Pero el tiempo pasaba y aunque sabía muy bien que él existía y que una vez estuvieron juntos, ciertas dudas se le arremolinaban en los pensamientos. Oscuros presagios, incertidumbres, desconfianza. Su fé flaqueaba y comenzaba a impacientarse.
No obstante cada día continuaba con su mismo canto, su misma travesía por el mar hasta el puente de La Ciudad de Piedra. Ignoraba que el guerrero había partido ya con los magos hacia el Reino Azul.
Aquella tarde ella estaba sentada junto a un magnolio en flor cuando vio descender desde el cielo la burbuja transparente de los magos. Se acercó con alegría a su encuentro. Alator salió de su interior y se presentó. La dama le invitó hasta su palacio, que era una delicada y armoniosa construcción de piedra blanca.
Una vez en su interior le invitó a tomar un rico de té con aroma de jengibre y canela. Y pastel de arándanos silvestres.
-Muy bueno querida amiga, dijo Alator, creo recordar que tu nombre es Elia…, ¿es así?
-Sí, así es, dijo Elia. A veces me cuesta un poco recordarlo con tanta soledad, pero gracias por tu visita. Me hace muy feliz.
-Háblame de ese guerrero, ¿cómo le conociste?
-Fue hace tiempo ya, en la Ciudad de Piedra. Una noche en un baile de disfraces, todos íbamos con el rostro tapado, la orquesta interpretaba canciones alegres, era una fiesta…Nos cruzamos y me rozó con su mano, sentí algo que nunca antes me había pasado, una calidez, una repentina alegría. Bailamos, girando y correteando en aquel carnaval. Luego nos retiramos a una de las terrazas del salón y se presentó.-Soy Drainov, dijo. Me tendió su mano y me invitó a seguirle a los jardines. Paseamos entre las esculturas de mármol, las fuentes, los setos recortados. Nos sentamos en un banco de piedra cuyo respaldo eran unas alas. Ambos nos quitamos el antifaz dejándolo sobre el banco y nos miramos largo rato. Era de noche, una suave brisa nos envolvía. De pronto desde el cielo vimos acercarse a una paloma que descendió haciendo círculos sobre nosotros. Traía un mensaje para el guerrero: Debía partir de inmediato, su presencia se requería en una importante batalla.
Nos despedimos. Le dije que le esperaría cantando junto al árbol llamado de la esperanza que estaba por allí un poco más arriba y él me dijo que vivía por allí cerca del puente antiguo.
Aquella misma noche fue cuando naufragó la barca en que yo viajaba hasta mi casa situada en una isla cercana. El mar me envolvió en sus olas, descendí, me arrastró hasta la cueva de arena fina, donde se guardan las caracolas blancas de tiempos pasados. Allí pude escuchar sonidos como vientos antiguos, voces guardadas por siglos. Recorrí aquel fondo blanco, precioso y suave como un tapiz. Empecé a coleccionar pequeños tesoros que iba encontrando y los guardaba en un cofre de coral. Tenía perlas perfectas, caparazones de estrellitas de mar y conchas preciosas, piedras de mil colores…
Allí el agua era muy clara y los rayos del sol la traspasaban, cayendo como una bendición, dándole luz y calor.
Un día me di cuenta de que estaba cambiando: me estaba convirtiendo en sirena…Sí, cada vez me gustaba más nadar y lo hacía con mayor destreza como si hubiese estado allí toda la vida. De tanto en tanto salía a la superficie y miraba al horizonte, cuando veía una embarcación en algún lugar o presentía la presencia humana, cantaba. Podía pasar horas cantando. Cuando se acercaba alguien atraído por mi canto le regalaba alguna piedra preciosa y le pedía que entregara un mensaje a Drainov. Descubrí que podía guardar mi voz en una botella y de ese modo era como se lo enviaba.
Perspectiva
Si me ves llorar no me creas demasiado,
Sé que me hallarás
O no tumbada allí en un lecho de flores
Ya morí
Ahora puedo verme exactamente así
Con total claridad a punto de partir
Guardad en la memoria lo mejor de mi canto,
Algo así como un soplo de brisa matinal
Me veo y me da risa. He burlado una fe
Ese cuerpo no es mío aunque en el me colé
Me siento tan liviana como nunca soñé
Allí entre dos espacios
A punto de subir, a punto de caer
A punto de morir, a punto de nacer
Y los ángeles guardan el cielo puro y amplio
Mientras el cuerpo pide lo imposible que fue.
Pasaba el tiempo y no obtuve respuesta así que decidí salir del mar y trasladarme a la tierra pensando que así tendría más posibilidades de verle. Recobré mi forma original pero conservé la voz de sirena y me instalé en esta isla.
Desde entonces cada noche le busco. Durante el día el sol es excesivo para mi fina piel, en cambio de noche me acompañan las estrellas y voy en mi barca desplazándome acunada por el mar. Me aventuró cantando con mi farol en la mano hasta el puente antiguo, me detengo y le llamo. Aun no le he encontrado. Mi canción es un llanto, mis lágrimas no cesan. ¿Volveré a verle de nuevo?, preguntó Elia.
-Sí, si le sigues amando y le sigues llamando con tu canto. Él también te busca pero no sabe donde estás ni cómo encontrarte, soñó que estabas en la otra orilla y quiso aventurarse hasta allí. Ahora va camino del Reino Azul guiado por Serva, una maga recién iniciada. Es importante que le sigas cantando ya que tu canto alimenta su corazón de esperanza.
Mira, te he traído el sombrero cónico de los magos, póntelo y todos los malos presagios y la desesperanza se alejaran de tu mente. Le dijo Alator.
-Gracias respondió Elia.
-Dentro de siete días deberás partir. Llegarás hasta las cascadas puras y aguardaras en el palacio de mármol. No te inquietes ni impacientes por nada, sólo canta desde lo más profundo de tu ser, tu voz es el hilo que te conduce a él y a ti misma y el hilo que lo conduce a él a ti. Es la verdad sin nombre y sin tiempo, le explico Alator.
Ambos se despidieron y Alator regresó a La Ciudad de los Magos.
Capítulo 1. Los elementos mágicos Capítulo 2. La sombra y el unicornio Capítulo 3. La ciudad de los magos Capítulo 4. La ciudad de piedra Capítulo 5. A través del silencio Capítulo 8. La isla de la desesperación Capítulo 9. El mapa