Por Luis Esteban Domínguez
Hoy es día de elecciones acá en Brasil. De un lado, algo como la centro izquierda representada por Lula, y la extrema derecha representada por Bolsonaro.
Para los amigos que tal vez me lean, Brasil, aparte de distante y caluroso, también sea un enigma más allá de los estereotipos. Así como la historia de los pueblos no es estudiada en general por los historiadores, pienso que algo similar puede suceder con los estudiantes. Es como una realidad en rodajas la que es ofrecida masivamente, en una sociedad planetaria de un modelo económico capitalista y cuya cultura se denomina Cultura de masas.
Como decía, hoy es día de elecciones, pero en otros paralelos es día de guerra, o día de hambre en otros, o día de frío en algunos. Hoy es un día más, donde lo humano, intenta superar las innúmeras esclavitudes a las que es sometido desde la transformación del mono en hombre.
Esclarecida parcialmente la coyuntura de autor y lector les cuento un poco de cómo llegamos hasta acá, o algo parecido.
Por qué el candidato Lula es de centro izquierda? Muy simple, si fuera de izquierda movilizaría y gobernaría para los trabajadores, pero, a pesar de haber hecho dos gobiernos entre 2002 y 2010 que fueron positivos, al no crearse dinámica entre el poder y el pueblo, cayó en un golpe de la burguesía nacional; un golpe históricamente repetido. Más adelante lo explicaré.
Lula es ya famoso por su capacidad de negociar con casi cualquier espectro de la sociedad brasileña, demasiado para algunos. Tanto es así, que su vicepresidente – cargo de mucha importancia histórica, (generalmente para el mal) – es un adversario histórico de otras campañas, perteneciente a las hileras de la centro derecha, (que en sus inicios se auto definía como centro izquierda, tal vez algo parecido con la historia del PSOE español o del Partido Radical argentino). Si como muestra basta un botón, el candidato a vicepresidente de Lula, Geraldo Alckmin, pertenece a la secta del “opus dei”, de corte fascista y con densas historias en España y su actuación como brazo eclesiástico radical del Franquismo.
De esta manera, siempre con guiños a una burguesía retrograda y violenta, Lula se tornó una figura aceptable para gobernar los dominios de los señores de la plantación y de los esclavos, (esta apreciación sobre las élites brasileras y su atraso, puede ser confirmada teóricamente en los análisis del fantástico antropólogo Brasileño, Darcy Ribeiro). Esta misma capacidad le faltó a su sucesora, Dilma Rouseff, que como sobreviviente del régimen militar (1964-1989), intentó sellar ese pasado oscuro dándole un culpable claro y objetivo: los militares, como había sucedido en Argentina 30 años antes. Encontrar y juzgar a los culpables de los horrores de las dictaduras les posibilita a los pueblos superar sus traumas históricos y continuar sin los fantasmas del pasado. Argentina pudo significar su pasado ya, Brasil no pudo, y vive una vez más, el retorno a un pasado que no ha podido juzgar. (Uno no puede dejar de evocar a S. Freud, cuando nos explica el recalque y su retorno, o a Marx cuando nos explica de qué manera la historia se repite).
Por estos, entre otros motivos, ya en 2012, un año después de asumir el poder, los militares comienzan a urdir un golpe, que tendrá el apoyo del sector financiero, que ve el boom del crédito y de las commodities llegar a su fin y consecuentemente, la diminución de sus márgenes de lucro; apoyo también del sector agrario, que le agradaría un real (nombre de la moneda circulante) desvalorizado frente al dólar, maximizando sus ganancias de exportación (Soja, Maíz, Carne y Minerales, principalmente).
Este golpe se concreta en 2016, ya en el segundo mandato de Dilma Rouseff. A partir de ese momento, la dialéctica histórica y la “antropología” freudiana (yo la denomino Clínica de la cultura, y trabajo con ella en la universidad hace 15 años), se encuentran posibilitando confirmar, sea el entendimiento del concepto de larga duración que nos legó Braudel, o la presencia del pasado, o el retorno de lo recalcado de Freud, o la farsa histórica marxiana.
Traduciendo, se descortina la estructura mental y social del país, paulatinamente, llegando a la coronación del proyecto militar de encampar a un candidato con el apoyo de las principales fuerzas económicas del país y evidentemente, con un apoyo infaltable del mayor interesado (Petróleo, Litio, Niobio, etc.), los USA.
La coronación de ese proyecto tiene un nombre muy oportuno para un país que va camino de cambiar su principal matriz religiosa, del catolicismo para el evangelismo (este último, un movimiento que tiene inicio político en los 80, cuando en USA aceptan participar en la política del gobierno Reagan, transformándose en los conocidos «neocons» y pasan a exportarse para el mundo, llegando a Brasil en los 80); su nombre es Jair Messias Bolsonaro.
¿Qué o quién o qué representa este personaje?
Bueno, ahora viene la parte en que tendré que recorrer la historia para que las menciones de Marx y Freud tengan un sentido histórico, o de larga duración como dije. Voy a votar y vuelo…
Para ser simple y directo, espero que el lector me entienda. Jair Bolsonaro es un fascista. ¿Tengo que explicarlo? OK pero no será recurriendo a su deleznable historia personal, y sí al proceso en que se da el retorno del fascismo en su formato Brasil. ¿Qué tipo de conjuntura permite el fascismo? O, ¿qué es lo que tenemos hoy que permite que repentinamente se vuelva a hablar de fascismo?
Una profunda crisis capitalista, capitalismo que al ser profundamente fiel a su doctrina ha destruido las sociedades que él mismo construyó.
Lenin dijo alguna vez que Política es economía concentrada, pero no dijo finanzas concentradas. Desde 1971, el dinero es apenas papel y el trabajo tiene valor igual a cero (es la conclusión a partir de la lógica marxista de la teoría del valor trabajo, otras apreciaciones también existen evidentemente), algunos autores lo definen como la financiarización de la economía. Derivados, bonos, acciones, el mundo ficticio de la matemática impuesto como orden lógico de la realidad, transformando todo trabajo, en trabajo social, una vez que el trabajo vale solo papel, medido a partir de que se puede consumir en concreto con ese papel. El supra sumo del llamado neo liberalismo. Los costos de producción han disminuido tanto que han achatado todos los ingresos de los trabajadores y aumentado profundamente el desempleo, sumado a que elementos básicos de la existencia humana en el siglo XXI, como agua, electricidad, petróleo etc., al ser privatizados en gran medida, dejaron en evidencia el desinterés del capitalismo por lo humano, y su único apego a la ficción financiera, un mercantilismo que se sienta encima de papeles sin valor, ¿ese es el capital?
Perdone lector, tenía que hacer un aparte medio económico de la situación actual; porque esta situación ya había dado sus avisos en 2008 (gobierno Lula en Brasil 2002 – 2010 ). Pero se siguió el juego económico hasta 2011, cuando Dilma Rouseff pone al comando de la economía un desarrollista. En ese momento, el mundo vive una baja del valor del petróleo y commodities y por tanto de los ingresos, desacelerando la economía y el volumen de ingresos de la hambrienta burguesía, que prefería especular que invertir en desarrollo.
La desconexión entre los gobiernos petistas y la masa de trabajadores, alejó la sustancia que le daba justificación a las políticas del PT, el pueblo pobre. Toda la realidad se transformó en negociación política, y el pueblo siguió sin voz, pero con voto. Si le digo al lector que el desarrollo del país era del interés de su segmento más adinerado pero ya no más, ¿qué pensarían? Pues bien, mientras hubo avance financiero e industrial por la coyuntura internacional en el gobierno Lula, pero a partir del gobierno Dilma y con un nuevo ciclo internacional de financiarización, la banca y la burguesía perciben que hay más rentabilidad en el mercado financiero, (como el trabajo tiene valor cero, no hay plus valor (es trabajo de todos para que todos cambien trabajo, como dije antes, trabajo social), e inician una aproximación con otro sector insatisfecho: Los militares. Y justamente en este punto tenemos la repetición histórica.
En el juego capitalista, estar entre los primeros es muy importante, es así como Inglaterra, Estados Unidos y Francia, consiguen salir adelante en la transformación de su sociedad que abandona el mercantilismo rumbo al capitalismo y, de esta manera, extraer de otros pueblos ventajas comerciales transformadas en riqueza metálica.
Ya Alemania entra en el juego, un poco más tarde, al darse cuenta de que el capitalismo iba en serio. Ya estaríamos en el siglo XIX. Rusia al inicio del siglo XX, con la revolución Bolchevique no llega a hacer la transición, saltando a una revolución. Digo esto para entender, que en la medida que los países occidentales van entrando en la lógica del juego capitalista se denomina a ese ingreso, tardío o también Hiper tardío, como es el caso del capitalismo brasileño.
Los intereses Ingleses del desarrollo de Brasil, en la medida de lo que se le podía vender, como ferrocarriles e industrias extractivas, se veían perjudicados por el apego de espíritu de Corte de las burguesías. Acostumbradas al trabajo esclavo extractivo y a no trabajar, no veían ventajas en la transformación del modelo económico basado en recursos naturales y minerales, como el café, el oro. Era gente acostumbrada a mandar, no a hacer.
Igualmente Inglaterra, habiendo prohibido el tráfico de esclavos en 1850, y la primera independencia del continente habiendo ocurrido en 1804, en Haití o sea 40 años antes, Brasil, fue el último país del planeta en abolir la esclavitud, en 1888. Y sin ningún tipo de resarcimiento. Su independencia se remontaba a 1822, al proclamarse república – un simple movimiento de ajuste de poder entre las burguesías autóctonas y las de Portugal, pues no hubo ni guerra ni revolución- transformándose en el imperio del Brasil, una monarquía constitucional que terminaría en 1889, con la proclamación de la República.
De esta manera, Brasil llega más que tarde, hiper tarde, al juego capitalista, vampirizado por Inglaterra y Portugal, que más adelante serían sustituidos por USA.
Al perder sus esclavos, los terratenientes tuvieron que recurrir a la inmigración, fenómeno común en toda América Latina del siglo XIX, para poner brazos en los cultivos y en las primeras fábricas de finales de aquel siglo. Se crean dos ejes de interés productivo. El que siempre existió, el agro, y la incipiente industria nacional. A veces se complementan, a veces se oponen. Pero ambos necesitan de trabajadores, y no con el mismo estatus, en el campo, es el espíritu de la esclavitud y del trabajo mal pago que todavía predomina y se extiende hasta hoy. En las ciudades paulatinamente va naciendo el capitalismo Brasileño, principalmente en Rio de Janeiro y San Pablo, pero estamos en los años 20. Bastante atrasados con relación a Europa y Estados Unidos. Este último empieza a lanzar sus tentáculos en el continente, y nunca más los retirará.
Los años 30, verían a un país en convulsión con masas campesinas e incipiente proletariado obrero urbano organizándose. Y las tensiones decurrentes terminarían en el golpe de Getulio Vargas de 1934 y una organización del sector industrial. Al mismo tiempo habría una reacción ideológica del sector agrario, denominada «Integralismo». Para algunos siendo el fascismo brasileño, justamente por unir el fascismo Italiano, el integralismo lusitano dentro de la doctrina social de la iglesia católica. La acción Integralista Brasileña fue fundada en 1932.
Vea usted lector, las vueltas que tuve que dar para explicarle por dónde entra en estos tiempos, la idea del fascismo en Brasil.
El Integralismo y su doctrina, y a diferencia del fascismo italiano por ejemplo, no era desarrollista, al contrario era conservador y tradicionalista de un país que era predominantemente agrario, y actuaba de cierta forma como un neo-ludita, al desechar la industrialización en nombre de la tradición y las costumbres (muchas de tinte esclavista evidentemente). Era por tanto una ideología regresiva, un volver al pasado perdido. Un verdadero atraso.
Ahora sí, puedo volver a la explicación de estos tiempos.
Al sector extractivo y a los bancos una tasa de conversión al dólar que sea alta, aumenta sus ingresos, permitiendo un mejor posicionamiento en el juego financiero, al exportar casi la totalidad de su producción. La industrialización, principalmente al no ser deseada por los países centrales, principalmente USA, no era motivo de preocupación, solo en la medida en que beneficiase al agro, dentro de la mejor lógica integralista. Son esos intereses, que al igual que en el pasado, se asocian a un estamento militar, al no tener la fuerza para desarrollarse y preferir la subordinación a intereses extranjeros manteniendo el mundo bucólico del atraso. El señor Jair Bolsonaro encarna esa idea (sumado al paramilitarismo que siempre desarrolló en su ciudad natal Rio de Janeiro.)
Los señores del campo, vuelven a comandar el país con un golpe institucional en el 2016, colocando en el poder a su candidato en 2018, (construcción que tuvo inicio entre 2012 y 2014) y destruyendo los avances de los últimos 13 años que de ser tan frágiles, se evaporaron en 3 años de gobierno Bolsonaro prácticamente.
Abro un aparte para el lector: la pandemia, vio a este gobierno negar la ciencia, negar la vacuna (inclusive la vacuna rusa fue dejada de lado a pedidos de USA. Para la ignorante élite nacional, Rusia sigue siendo un país comunista prácticamente).
Recientemente al descubrir que el conservadurismo de Putin tiene afinidad con algunas de sus ideas (principalmente las cuestiones de género o LGBT) vienen desarrollando una simpatía mayor, haciendo con que la izquierda liberal y no menos ignorante se transforme en defensora de la OTAN, por simple oposición irreflexiva.
Las acciones en todas las áreas de actuación de este gobierno, desde lo simbólico, a lo discursivo, de lo lúdico a la práctica económica e social, la mayoría han sido de tinte regresivo y fascistoide.
Entonces, del punto de vista teórico, este no es un gobierno fascista. Es peor. Es esto lo que está en juego en estas elecciones, un proyecto de dominación y de entrega. Del otro lado apenas la negación de este modelo, sin propuestas, sin pueblo, con más discursos de pasado glorioso que de futuro radiante. Brasil está muy mal, su sociedad ha mostrado lo peor de si, y resultó ser coincidente con los intereses de la burguesía explotadora en el mejor registro de la dialéctica del señor y del esclavo.
Un gobierno Lula será menos dependiente de USA y podrá componer alianzas internacionales con la idea de ese mundo multipolar que se viene anunciando. La primera ronda no nos trajo un ganador para el pleito, esto se resolverá recién el 30 de octubre. Unos días más de sufrimiento en una historia violenta, pobre e injusta que se arrastra y dura más de 100 años. Las mentalidades no cambian rápidamente.